Después de recoger el libro, el hombre voltea a su alrededor en busca de algo que pudiera comer, reconociendo así el lugar en el que está, siendo este mayormente llano y cubierto de césped, arbustos, flores y árboles, estos últimos en su mayoría de color café y algunos de color blanco con manchas negras; pero nada de su interés.
Ya muy hambriento, piensa que lo mejor sería caminar y explorar más allá de donde alcanza su vista, con la esperanza de encontrar algo más que árboles…, o, si no, terminará comiendo madera. Sin embargo, luego de tan solo avanzar unos cuantos pasos, un sonido interrumpe su andar, aunque esta vez no fue el mismo que antes, sino el gruñido del que parece ser un cerdo salvaje que podría estar merodeando en la cercanía.
Obviamente, el hombre voltea y corre hacia donde provino el sonido, hasta llegar a un lugar con un pequeño estanque rodeado de flores rojas y amarillas. Y mayor es la impresión cuando divisa a tres cerdos salvajes a un costado del estanque. Al instante, piensa en cuál sería la mejor manera para atrapar al menos uno de ellos (asumiendo él mismo desde el principio que solo tiene la capacidad suficiente para atrapar a un único cerdo…, o simplemente tiene pocas expectativas). Como sea, no hay mucho tiempo para pensar, y antes de poder perder la oportunidad, se impacienta y corre de frente hacia uno de los cerdos lo más rápido que puede y con los brazos extendidos… Pero, desafortunadamente, al que escogió como presa fue demasiado rápido y escurridizo, y lo único que consiguió fue gastar energías. Además, terminó golpeándose con fuerza contra el tronco de un árbol después de la breve persecución, perdiendo ahora de vista a los tres cerdos salvajes.
De nuevo tirado en el suelo, el hombre se encoje sobre sí, mientras muchos pensamientos negativos aparecen y lo atormentan. No obstante, un cambio repentino en su suerte lo sorprende, pues gracias al fuerte golpe que se dio contra el árbol, de este cae una manzana justo en su cabeza, un fruto hermoso, de un brillante color rojo y de aspecto muy apetecible. Tanta fue su sorpresa y admiración que podría decirse que casi se la come con los ojos. Él, por supuesto, no duda en agarrarla y darle un gran mordisco hasta llenar sus cachetes con esta jugosa manzana. Por muy simple que parezca, esto generó un sentimiento melancólico y nostálgico en su interior…, aunque al mismo tiempo satisfactorio y consolador. Tan solo esta única manzana bastó para calmar su hambre, al menos un poco, pero también para apaciguarlo con unos efímeros segundos de paz y tranquilidad.
Después de haberse terminado la manzana, el hombre considera que puede alimentarse de las demás que están en los árboles, al menos hasta que pueda cazar algún cerdo salvaje. El problema está en cómo bajarlas de los árboles si son demasiado altos para poder treparlos, además de que tienen pocas ramas de las que sujetarse, y la mayoría no parecen poder soportar su peso. Entonces, lo único que se le ocurre es tirar abajo el árbol para que caiga junto con las manzanas (una idea brusca y un tanto irracional, aunque también cuenta como una solución), y así podría aprovechar también para conseguir madera que podría servir para crear herramientas que le puedan ser útiles en un futuro. Pero conseguir derribar el árbol él solo y sin instrumentos parece una tarea imposible, sin olvidar que todos los árboles tienen troncos muy gruesos y fuertes, a excepción de los blancos, solo que estos no parecen dar manzanas.
Sin embargo, el hambre y el deseo de supervivencia del hombre son más fuertes que su razonamiento actual, así que, sin pensarlo demasiado, le da un puñetazo al tronco de uno de los árboles, descargando contra él todas sus emociones e inquietudes. Increíblemente, él apenas siente dolor, lo cual lo sorprende bastante, pues está seguro de haber golpeado el tronco con todas sus fuerzas. Además, cuando mira el lugar donde golpeó, observa una muesca significativa en el tronco. En cambio, podría decirse que su puño no recibió casi nada de daño. Resultado que no habría pensado lograr con tal facilidad.
Una vez consciente de lo conseguido, el hombre cree contar con una fuerza y resistencia superiores a lo que aparenta, suficientes para tirar un árbol con las manos desnudas sin que su cuerpo reciba un daño significativo. Por lo tanto, lleno de confianza, golpea el tronco una segunda vez, consiguiendo así agrandar la fisura sin recibir dolor, por lo que, ahora sin detenerse y confiando plenamente en sus capacidades, golpea el árbol una y otra vez. Hasta que, luego de un rato, logra partir el tronco lo suficiente para que este pierda el equilibrio sobre sí y caiga por fin al suelo junto con una gran cantidad de manzanas iguales a la que comió. Enseguida, arranca todos los deliciosos frutos de las ramas, y, mientras tanto, degusta unas cuantas para saciar su hambre. Aunque ahora surge un nuevo problema: ¿cómo llevará consigo tantas manzanas y la madera si apenas puede cargar con unas pocas manzanas en sus brazos? No obstante, el hombre resuelve dicho percance al percatarse de que su pantalón de mezclilla tiene varios bolsillos en los que puede guardar algunas manzanas. Pero, inesperadamente, cuando intenta meter una, esta es “absorbida” con una facilidad sorprendente y sin provocar algún tipo de cambio en el bolsillo o en el pantalón como tal, como si la manzana hubiese desaparecido por completo, pues el bolsillo ni siquiera parece estar abultado (como normalmente se esperaría al introducir un objeto de un tamaño a considerar), y por más que busca alrededor, no encuentra la manzana, sino hasta que vuelve a abrir su bolsillo, encontrándola dentro, solo que esta, de alguna manera, adquirió un tamaño menor al normal, como si se hubiera encogido. Además, por dentro el bolsillo parecía increíblemente grande y espacioso, mucho más a como se creería al verlo desde el exterior, lo cual explicaría por qué no se abultó al meter la manzana.
Sea como sea, el hombre no le da más vueltas al asunto, y mucho menos sabiendo que esto es algo conveniente para él. Así que simplemente procede a meter en sus bolsillos todas y cada una de las manzanas que hay por el suelo y en las ramas del árbol, sin disminuir su asombro por el cambio repentino en el tamaño que adquieren las manzanas y la facilidad con la que se las lleva, pero también por el hecho de poder sacarlas sin dificultad alguna y sin sufrir ningún tipo de alteración, aparte de volver a su tamaño normal cuando él quiere, y sin perder su sabor original.
Una vez guardadas todas las manzanas en su pantalón “mágico”, el hombre se acerca hacia el tronco del árbol caído para intentar conseguir madera. Aunque, sorpresivamente, cuando voltea hacia la base del árbol, ve encima una parte del mismo, pero de menor tamaño, como si hubiera sucedido lo mismo que con las manzanas, lo cual lo sorprendió mucho, pero aún más cuando se acerca y toca el pedazo miniatura del tronco, provocando que este de repente recobre el mismo tamaño que tenía, encajando a la perfección en la base del árbol; y si lo vuelve a tocar, de nuevo retoma su tamaño a escala, cabiendo incluso en la palma de su mano y, asimismo, en el bolsillo de su pantalón, mismo que facilita enormemente su capacidad para transportar objetos de gran tamaño y peso.
Aquí es cuando el hombre comienza a darse cuenta de que se encuentra en un mundo muy, muy extraño…, aunque fascinante.
Después de haber descubierto que puede manipular el tamaño de los objetos que toma y llevarlos consigo (o por lo menos es así con las manzanas y los troncos de los árboles), el hombre decide seguir golpeando el resto del árbol para conseguir más secciones del tronco. Pero antes de seguir, se da cuenta de que el libro que había recogido comenzó a vibrar sutilmente, lo cual llama su atención, así que decide abrirlo para descubrir qué sucede. Y justo en el instante en el que lo hace, todas las hojas se desplazan rápidamente por sí solas, hasta detenerse en una página específica, misma que contiene información, en concreto, sobre el tronco que había recogido, señalando que este es un “Tronco de roble”, junto con una especie de proceso en el que se ilustra la “transformación” de un tronco de roble a cuatro “Tablones de madera de roble”. Lo extraño es que él juraría que el libro no contaba siquiera con una sola página que contuviera algo parecido, reafirmando que lo revisó por completo. Aunque, por todo lo que ha experimentado durante este corto rato, en lugar de seguir confundiéndose a sí mismo, decide mejor no pensar demasiado en este tipo de cosas, sobre todo si le favorecen.