Desgraciadamente, el camino de regreso a casa es bastante largo, y ahora complicado por la oscuridad y la presencia de criaturas hostiles que aparecen por todas partes atacando al hombre, quien simplemente sigue corriendo hacia su hogar evitando enfrentamientos innecesarios e iluminando su andar con la luz de una antorcha, aunque en algunos momentos del recorrido las confrontaciones son inevitables, y se ve obligado a detenerse por unos instantes hasta que consiga abrirse paso de entre todos los monstruos, únicamente con la ayuda de su escudo, espada de hierro y la tenue luz de su antorcha.
Sin embargo, a pesar de la gran cantidad de monstruos atacándolo simultáneamente, los cuales dificultan de gran manera su avance, especialmente las arañas gigantes por su velocidad, los esqueletos que disparan flechas sin cesar y las silenciosas y sorpresivas bestias explosivas que aparecen de la nada; el hombre logra evitar daños graves gracias a que ya conoce las habilidades y cualidades de todas las criaturas hostiles que ve a su alrededor. Aunque por culpa de la falta de alimento en su cuerpo comete algunos errores, resultando en heridas ocasionadas por los ataques incesantes de los monstruos. De cualquier forma, se centra principalmente en llegar a su casa lo más pronto posible, antes de que su situación empeore todavía más.
Luego de una agitada y exhaustiva carrera, el hombre alcanza a divisar su hogar, y con un último esfuerzo, entra y cierra las puertas para que ningún monstruo entre… O esto último quisiera, solo que en este tan inoportuno momento se da cuenta de que su casa ¡no tiene puertas!, ya que, con todo lo sucedido, no tuvo tiempo para reemplazar las que los zombis destruyeron por puertas de hierro. Y sin nada que les impida el acceso a los monstruos, el hombre corre el riesgo de que se repita lo mismo que la otra noche, aunque esta vez no tendría oportunidad de defenderse de los que pudieran entrar durante toda la noche por su falta de energía, así que forzosamente tiene que bloquear la entrada cuanto antes. Entonces, como último recurso, obstruye de inmediato la entrada de su hogar con unos cuantos tablones de madera, para al menos obstaculizar un poco el ingreso al interior. Corre hacia su cofre de madera, saca todos los lingotes de hierro, y mientras escucha cómo los zombis destruyen tablón tras tablón de la barricada que improvisó, crea dos fuertes y pesadas puertas de hierro en su mesa de trabajo, a las que enseguida se dispone a colocar en el marco de la entrada de su casa, alejando con su espada a los zombis que trataban de traspasar, justo antes de que el último tablón cediera.
Y así, favorecido una vez más por la increíble facilidad y rapidez con la que puede crear objetos de todo tipo, transportarlos y utilizarlos de una forma práctica en cualquier momento, el hombre recupera la seguridad de su casa, aunque no sin antes asegurarse totalmente de que las puertas de hierro en verdad son capaces de impedir el paso y soportar los ataques de los monstruos en el exterior.
Sin más preocupaciones por ahora, como ya es costumbre, el hombre se tira en el mismo rincón que las otras noche, completamente exhausto y un poco hambriento, quedándose dormido en el rígido suelo de madera de su casa, aunque con bastante ruido envolviendo y abrumando los alrededores de su humilde vivienda: quejidos, gruñidos y pasos por todas partes, e incluso encima del techo se escuchan extraños y agudos… “¿gruñidos?”, percibe el hombre, aunque no identifica ni comprende qué es lo que hay sobre su casa que esté produciendo dichos sonidos, y, sobre todo, cómo es que aquello pudo subir… De cualquier forma, nada impide que caiga dormido contra el suelo, producto de su cansancio físico y mental acumulados.
Al día siguiente, cuando el hombre por fin despierta, se levanta del suelo y, seguro de que ya no hay ruidos producidos por monstruos alrededor de su casa, empieza con sus tareas diarias, comenzando por salir de su hogar para tomar un poco de aire fresco… No obstante, cuando intenta abrir las puertas de hierro que colocó la noche anterior, no logra moverlas ni “una semilla” por más que las jala o empuja, quedado encerrado en su propia casa. Al reconocer que su fuerza no funciona para salir, en lugar de verse a sí mismo como un zombi desesperado intentando atravesar las puertas, decide buscar en su libro algo que le pueda servir para esta situación tan incongruente y vergonzosa, topándose con las recetas para crear botones, placas de presión y palancas, que podrían servir como interruptores que abran las puertas de hierro. Y como no pierde nada con intentarlo, pese al hecho de no saber cómo podría hacer para que funcionen, prueba a crear un par de botones de madera, a los cuales coloca sin ningún problema a un costado de ambas puertas de hierro, y enseguida presiona uno de ellos. Sorprendentemente, justo cuando lo hace, la puerta de al lado se abre con gran facilidad y ¡por sí sola!, aunque solo por unos segundos, para después volverse a cerrar de la misma manera; y lo mismo sucede con el otro botón y la otra puerta, quedando el hombre asombrado por conseguir abrir las puertas de hierro que hasta ahora parecían imposibles de abrir, y más aún cuando solo tuvo que utilizar un par de tablones de madera para crear dos simples botones. Pero lo importante es que ahora puede salir de su casa sin mayor complicación. Y obviamente, para abrirlas desde el otro lado también coloca dos botones más en la parte de fuera.
Ya por fin afuera de su casa, el hombre mira a su alrededor para confirmar que no hay más monstruos cerca, reconociendo, en este momento, que justo ahora había aparecido el sol desde el horizonte iluminando todo el campo, y con él a unos cuantos monstruos que todavía rondaban por la zona, de los cuales, sorprendentemente, los zombis y esqueletos se prendían en llamas justo en el momento en el que eran alcanzados por los rayos del sol, hasta ser consumidos por completo por el fuego; mientras que las bestias explosivas y arañas gigantes (vistas por primera vez en la superficie por el hombre) simplemente seguían merodeando los alrededores sin rumbo alguno y sin ser cubiertas por fuego espontáneo, como sucede con los zombis y esqueletos.
Dejando de lado este sorprendente y repentino descubrimiento, antes de distraerse con otra cosa, el hombre se dirige directo al corral de las gallinas con la intención de conseguir comida, ya que desde ayer no ha comido prácticamente nada, y no podrá pasar más tiempo sin alimento. Por lo cual, no tiene otra opción más que sacrificar a unas de las pocas gallinas que tiene. Sin embargo, a pesar de encontrarse un poco desanimado por verse obligado a hacer algo así luego de todo lo que tuvo que pasar para meter a las gallinas al corral, su ánimo cambia al instante en el que llega a este y observa a muchos pollitos corriendo por todas partes, e incluso otros más saliendo de sus cascarones justo ahora, incrementando así la cantidad de comid… gallinas que conseguirá en un futuro…, solo que parece bastante extraño que estos animales se reproduzcan y crezcan con tal rapidez, especialmente sabiendo que son de un mismo y único sexo… Aunque esto al hombre no le interesa demasiado, principalmente porque desde el principio no encontró una razón para justificar este hecho.
Aliviado por ello, no con alegría, pero sí con gratitud, el hombre sacrifica otras dos gallinas adultas para conseguir un poco de alimento, al menos hasta que se le ocurra otra forma de conseguir comida. Regresa a su casa y cocina la carne cruda en sus hornos de piedra, y mientras espera a que esté totalmente cocinada, aprovecha para utiliza los lingotes de hierro que tiene para por fin crear una poderosa armadura de hierro en su mesa de trabajo, además de un pico, un hacha y una pala; equipándose así con una “Careta de hierro”, “Pechera de hierro”, “Grebas de hierro” y “Botas de hierro”. Y así, aparentemente preparado para cualquier combate, sale de su casa con muchas ganas de poner todo el conjunto a prueba…, pero como ahora es de día y no hay enemigos cerca, tendrá que probar su nuevo equipo en otro momento.
Por ahora, retoma su objetivo de traer suficiente agua para sus cultivos para que crezcan lo más pronto posible en las condiciones más óptimas. Y de camino, equipado en todo momento con su armadura de hierro para irse acostumbrando a ella, va buscando más semillas y recogiendo las cosas que puede rescatar de los zombis y esqueletos que murieron calcinados por el sol.
Una vez que toda la tierra arada para los cultivos parece estar completamente húmeda y fértil, lo que resta ahora es plantar las semillas que fue encontrando para tener una mayor cantidad de cosechas, racionando a la vez una parte para alimentar a las gallinas.
Ya sin nada más que hacer en su huerto, decide volver a su casa para pensar en su siguiente objetivo. Aunque antes, el sorpresivo balar de un pequeño grupo de ovejas pastando muy cerca lo asusta,