Una vez termina de colocar las vallas de madera en el que luego será el corral de las ovejas, el hombre planea ahora empezar una nueva tarea. Así que, siendo aún de día y para aprovechar la luz natural, se le ocurre explorar un poco más los alrededores, pero como no quiere alejarse demasiado de su casa por la poca comida con la que cuenta, decide mejor ir a un lugar más elevado desde donde pueda observar sus horizontes sin exponerse demasiado.
Entonces, después de vislumbrar una gran colina no muy lejana y de una breve caminata y asenso hasta el punto más alto de la misma, ya en la cima voltea a todos lados, descubriendo que, por el movimiento del sol y hasta donde le permite su vista, al norte, pasando el río de donde llevó agua para sus cultivos, hay montañas bastante altas, las cuales tienen muy poca vegetación y de una tonalidad más oscura a mayor altura; al oeste hay un pequeño lago, que al parecer está conectado con el río del norte; al sur se ve el que aparenta ser un bioma desconocido, un lugar cubierto de una capa blanca y repleto de árboles puntiagudos y más altos que los de roble y abedul; y al este no ve nada más que un inmenso océano al que el río desemboca.
En el momento justo en el que contempla todos los hermosos paisajes y lugares aledaños, el hombre queda fascinado, perdiendo así la noción del tiempo mientras continúa presenciándolos… Y no es hasta que llega la noche cuando recupera el sentido y reconoce que debe volver a su hogar antes de que aparezcan los monstruos en la superficie. Así que rápidamente baja del lugar donde se encontraba y se dirige a su casa con premura.
Ante las prisas, el hombre asegura que podrá llegar a su casa antes de toparse con alguna criatura hostil… Y tratándose de a las que ya ha enfrentado, tiene razón…, mas no es así con ciertos monstruos desconocidos, que aunque no los haya visto antes, sin saberlo, estos han estado atormentándolo y acechándolo desde un par de noches atrás…, pero no es hasta ahora que está expuesto cuando estas bestias se muestran ante él…, pues de camino a su residencia, justo cuando el sol se oculta por completo, detrás de él se escucha un gruñido agudo y, sin duda, muy aterrador, pero cuando voltea para averiguar el origen…, no logra ver al causante…, y por más que mira a sus costados no ve ni un solo monstruo persiguiéndolo, ni siquiera a lo lejos. Tampoco hay animales cerca que hubieran podido asustarlo inconscientemente, lo cual es realmente extraño…, aunque más todavía cuando el gruñido aparece de nuevo, oyéndose una y otra vez por todas direcciones, e incluso más de uno solo al mismo tiempo, lo cual lo confunde cada vez más.
El hombre empieza a entrar en pánico por no encontrar lo que sea que está acechándolo, por más que mira a sus costados con exasperación… Hasta que de repente, justo cuando decide obviar los intimidantes gruñidos y correr directo hacia su casa auxiliado con la luz de una antorcha antes de que la situación se torne peligrosa…, una criatura aterradora baja desde el oscuro cielo y lo ataca mordiéndolo con unos colmillos punzantes, tirándolo de espaldas hacia el suelo, para luego regresar a lo más alto en un instante, antes de que el hombre pudiera siquiera reaccionar; siendo seguido por una segunda criatura idéntica que actúa de igual forma, desapareciendo asimismo entre la penumbra… Aunque en la tercera ocasión el hombre, aterrado, agita su antorcha para espantar a la criatura antes de que lo volvieran a atacar…. Y, sorprendentemente, con este simple movimiento logra reconocer que no es una sola criatura…, sino ¡tres monstruos espeluznantes! sobrevolando alrededor de él; criaturas no muy grandes, pero sumamente intimidantes; de ojos verdes y brillantes, piel de color azul oscuro que se pierde entre la noche, con unos afilados colmillos y partes de su esqueleto expuestas. Criaturas que evidentemente tienen la ventaja sobre el hombre, quien, al percatarse de que está siendo hostigado desde las alturas por tres ágiles monstruos hasta ahora desconocidos, y de que en cualquier momento todo podría empeorar en cuanto los demás monstruos terrestres aparezcan, decide no entretenerse en intentar enfrentarse a estas temibles criaturas, y, en cambio, se levanta del suelo y corre directamente a su casa, mientras que estos monstruos voladores bajan una y otra vez de las alturas para atacarlo y causarle daño, para después regresar a la seguridad del cielo, donde no pueden ser atacados por el hombre, quien poco a poco comienza a enfadarse con estas irritantes y persistentes criaturas que lo incitan a darse la vuelta y pelear… Aunque al ser consciente de su peligrosa situación, él mismo controla su rabia y continúa corriendo mientras soporta los incesantes ataques de estos monstruos… Hasta que por fin logra llegar a su hogar gracias a que no estaba muy lejos, entrando enseguida y cayendo rendido al piso por el cansancio, el daño recibido y el encuentro inesperado que lo afligió por un largo rato. Por fortuna, el daño que recibió no fue grave, gracias a la armadura de hierro que lo protegió de los continuos ataques de aquellas criaturas voladoras.
Ya en la protección de su casa, el hombre agradece el haber terminado de construir el techo y de antes haberse asegurado de que ningún monstruo pueda entrar a su morada.
Sin más preocupaciones, luego de la carga de adrenalina y el miedo que soportó, el hombre abre su libro e investiga en busca de nueva información acerca de los nuevos monstruos, descubriendo así su nombre: “Pesadillas”, a las que el libro enseguida describe con lo siguiente: “Estas temibles criaturas aparecen en grupo a la tercera noche, y es cuando se pasean sin reproche. Junto con la luna se hacen presentes, queriendo jugar con sus oponentes, bajando del cielo nocturno para atormentar a su víctima, y a cada segundo herirlo con constantes mordidas.”. Curiosamente, después de leer esto, esta vez el hombre cree que podría haber información útil en la breve descripción, por lo que se dispone a repasar el escrito con detenimiento, centrándose principalmente en “la tercera noche”. Reconociendo que, al enfocarse en esas tres palabras y relacionarlas con su corta vida hasta ahora, han pasado ya tres noches desde que despertó en este mundo, por lo cual intuye que estos monstruos voladores o, mejor dicho, pesadillas han estado presentes desde hace dos noches, la tercera en la vida del hombre, como indica el libro, justificando también los mismos gruñidos que había escuchado la noche anterior sobre su casa; lo más probable es que hayan sido las causantes de tantos desvelos e inquietudes que el hombre sufrió. Y aunque solo sea una simple suposición, si no se equivoca, no podrá esconderse por siempre en su casa. En algún momento tendrá que prepararse para pelear contra las pesadillas que aparezcan, ya sea cada tres noches… o todas las posteriores a la tercera (como el caso de ahora).
No obstante, por el momento el hombre solo piensa en descansar. Y al ya tener el conocimiento y materiales necesarios para crear una cama, no tarda en crear una con unos cuantos tablones de madera y lana de las ovejas, a la cual coloca tan pronto como la crea, y, de igual manera, se recuesta en ella, quedando dormido placenteramente y al instante, casi como si olvidara que hay monstruos deambulando alrededor de su casa.
Al día siguiente, lleno de energía… y con la espalda en perfecto estado, el hombre despierta luego de una agradable noche durmiendo en su cálida cama nueva, levantándose de la misma justo al amanecer de un nuevo día. Aunque en este momento la serenidad es perturbada por los quejidos de algunos monstruos provenientes del exterior, observando él, al salir de su vivienda, a varios zombis y esqueletos quemándose luego de ser alcanzados por los rayos del sol, junto con las pesadillas de la noche anterior, las cuales igualmente arden en llamas y se desploman desde las alturas, mientras que él solo mira desde lejos con gran alivio.
Después de que aquellos monstruos terminaran hechos ceniza, el hombre sale con confianza de su casa, planeando aprovechar sus energías recuperadas y la luz del día para comenzar a hacer cosas productivas para su supervivencia. Primeramente, se dirige a su zona de cultivos para cosechar el trigo que ya está listo y replantar las semillas que vaya consiguiendo en el acto, quedándose con algunas para luego alimentar a las gallinas, y con trigo para las ovejas, y lo que sobre de esto último lo destina para crear todas las piezas de pan que pueda en su mesa de trabajo (una mesa para muchos usos diferentes, convenientemente).