Gregorio López disiente de aquellos que calificaron el Apocalipsis como una obra ininteligible y digna de interpretarse de manera alegórica, lo que presuponía una arbitrariedad interpretativa. Para López no se debía examinar cada fragmento de la manera literal y aislada, sin conexión con las demás partes del texto, poniendo atención a su contexto histórico, teológico o literario:
Común cosa es entre muchas personas de letras; quando se trata del Apocalipsis, decir que no es inteligible; a los quales pregunto: si no se ha de entender ni gozar, ¿para qué lo dio nuestro Redentor a su Iglesia? Otros lo declaran alegóricamente dexando la letra, y sin tocar en ella, porque está tan disfrazada con máscara, que no se dexa conocer, hasta que se la quitan.[71]
Gregorio López caracterizó uno de los mecanismos poéticos como factor clave para entender el texto del Apocalipsis con toda su arquitectónica. Se trata de la composición septenaria, o séptuple: “Comprehéndese todos en tres sietes, siete sellos, siete voces de trompetas, y siete redomas o plagas”.[72] Gregorio López propone la necesidad de entender el énfasis de la estructura del Apocalipsis para comprender el carácter de su mensaje teológico. Con la retórica del Apocalipsis reflejada en su estructura, el lector entra en el “laboratorio” de las ideas del autor y así termina entendiendo todos los matices de su pensamiento. Entender correctamente cualquier fragmento del libro y proponer una interpretación de sus imágenes o visiones conlleva a enfatizar las unidades estructurales, proponerlas como factores clave que dan perspectiva sobre el texto, vinculando el fragmento con su unidad estructural respectiva.
La composición septenaria resultó muy eficaz para investigar la estructura del Apocalipsis, sobre todo por el significado simbólico muy amplio del número siete que aparece como señal de la plenitud divina que se refleja en el cumplimiento de las promesas divinas en la historia. Como lo enfatiza Domingo Muñoz León: “Las principales opiniones en torno a la estructura del Apocalipsis pueden clasificarse en dos grandes grupos: estructura septenaria y estructura dramática. Dentro de la estructura dramática, unos prefieren la ordenación quiástica del material, otros la división de la parte central en dos grandes secciones”.[73]
La composición quiástica, igual que la teoría de recapitulación, cuyo predecesor fue Victorino de Petovio, resultaron necesarias para explicar diversas anormalidades e inconveniencias en la estructura del libro, así como las repeticiones de las mismas fórmulas e imágenes, o las desviaciones del curso general de la narración. Esas anormalidades impiden al lector percibir el texto del Apocalipsis como una consecuencia cronológica de los acontecimientos. No podemos dar un recuento detallado de todos los conceptos acerca de las investigaciones de la estructura del Apocalipsis; eso va más allá de las tareas de nuestra investigación; nada más demos unos ejemplos contemporáneos de las investigaciones para reflejar el significado del enfoque isagógico y exegético de Gregorio López, que en ciertos aspectos no pierde su interés a pesar del tiempo.
Los defensores de la teoría de recapitulación intentan contestar la pregunta más importante acerca de la estructura del libro del Apocalipsis: ¿cuál era la intención del autor del Apocalipsis acerca del diseño literario de su libro? ¿Su plan era exponer la consecuencia lineal de los acontecimientos; de aquellos que habrán de marcar “lo que va a suceder pronto” (Apoc. 1:1) o describir los mismos acontecimientos de maneras diferentes? Adela Yarbro Collins contestó esa pregunta de dos maneras diferentes, exponiendo su propio plan en dos respuestas posibles: habló sobre los dos ciclos grandes de visiones (two great cycles of visions), y son dos partes en que se subdivide el texto del Apocalipsis; cada ciclo puede contener las visiones paralelas, y en cada ciclo los acontecimientos se exponen en orden cronológico; al mismo tiempo, en el segundo ciclo de las visiones se da una descripción más detallada de los acontecimientos, sólo esbozados en el primero.[74]
Para Yarbro Collins también resulta importante la composición septenaria, igual que lo fue para Gregorio López. Todo el material del libro se divide en grandes partes que incluyen la serie de siete elementos. Viendo el plan del libro expuesto más adelante, nos damos cuenta de que la parte ii señalada por la investigadora, aparece como la colección de las epístolas dirigidas a las siete iglesias; las partes iii, iv y vi son combinaciones séptuples de sellos, trompetas y cálices respectivamente; las partes v y vii contienen las siete visiones no numeradas (unnumbered, según la terminología de la misma Yarbro Collins, es decir, no calculadas por el autor del Apocalipsis):
1. Prólogo 1:1-8.
Prefacio 1:1-3
Prescripciones y bendiciones (sayings) 1:4-8
[El primer ciclo de visiones: el libro sellado][75]
2. Las siete epístolas 1:9-3:22
3. Los siete sellos 4:1-8:5
4. Las siete trompetas 8:2-11.19
[El segundo ciclo de visiones: El libro abierto]
5. Las siete visiones no numeradas 12:1-15:4
6. Los siete cálices 15:1-16.20
El apéndice sobre Babilonia 17:1-19.10
7. Las siete visiones no numeradas 19.11-22:5
El apéndice sobre Jerusalén 21:9-22.5
8. Epílogo 22:6-21
Las palabras [de conclusión] 22:6-20
Las bendiciones (sayings) 22:21[76]
Así que, basándonos en el plan presentado arriba, podemos ver claramente que todo el libro de la Revelación, salvo el prólogo y el epílogo, se encuentra dividido en ciertas unidades séptuples, que, a su vez, son de mucha importancia temática y cronológica. Podemos afirmar que la intuición de Gregorio López reflejada en sus palabras “comprehéndese todos en tres sietes” es productiva y actual, ya que la composición septenaria siempre aparece como la unidad más importante.
La composición quiástica, mencionada por Domingo Muñoz León, ha sido objeto de múltiples investigaciones a pesar de su carácter cuestionable. Entre otros, basta mencionar a Elisabeth Schüssler Fiorenza, quien usó esa composición para proponer su propio esquema estructural del libro del Apocalipsis. Ese plan también contiene siete partes. Las tres últimas de ellas aparecen como paralelos estructurales a las tres primeras partes: la primera sección es correspondiente de la última, la segunda de la penúltima, etcétera. Esta propuesta estructural impide la interpretación articulada del contenido del libro y de su dramatismo; de todos modos, parece oportuno enfatizar la posición central de los capítulos 11-13 por la intensidad de persecuciones y de visiones apocalípticas (según Gregorio López, esos capítulos se refieren cronológicamente a las persecuciones de Septimio Severo, Maximino y Decio y Valeriano, respectivamente). Veamos el esquema presentado por Schüssler-Fiorenza:
A. Prólogo y salutaciones epistolares 1:1-8
El título 1:1-3
Saludos 1:4-6
Epígrafe 1: 7-8
B. La descripción retórica de las condiciones en que se encontraban las ciudades de Asia Menor 1:9 -3:22.
El autor frente a la situación 1:9-10.
La visión profética como dedicación 1:11- 20.
Las epístolas proféticas a las siete comunidades 2:1-3:22.
C. La apertura del libro sellado: el desastre del Éxodo 4:19:21; 11:15-19
El juicio celestial y el libro sellado 4:1-5:14
Las plagas cósmicas: los siete sellos 6:1-8:1
Las plagas cósmicas: las siete trompetas 8:2-9:21; 11:15-19.
D. El rollo agridulce: la guerra contra la comunidad 10:1-15:4
El ángel encargó a san Juan que profetizara 10:1-11:14
La interpretación profética 12:1-14:5
La liberación escatológica 14:6-15:4
C’.