El juicio de Roma 18:1-19:10
B’. La liberación del mal y la ciudad de Dios 19:11-22:9
La liberación de los poderes del mal 19:11-20:15
El mundo liberado por Dios 21:1-8
Otra ciudad – la capital de Dios 21:9-22.9
A’. El epílogo y la conclusión epistolar 22:10-21
Los dichos proféticos 22: 10-17
La conclusión epistolar 22: 18-21.[77]
La propuesta de estructuración resulta forzada, sobre todo por el desplazamiento de algunos fragmentos de su propio lugar a otra posición y así lograr la concordancia deseada. El fragmento 11:15-19 que describe la séptima trompeta y las voces celestiales que le siguieron, se ha llevado de la sección D a la sección C para guardar la unidad del ciclo de trompetas. Lo mismo ocurre en la sección C’, donde se inserta el fragmento 15.1 (tomado de la sección D) con el objetivo de mantener la unidad del ciclo de cálices; aquí hay que notar que esos desplazamientos resultan innecesarios; por ejemplo, no hay obstáculo para que la sección D concluyera con el final del capítulo 14. La única ventaja de la estructuración propuesta por Schlüssler-Fiorenza consiste en el intento de enfatizar el carácter excepcional del capítulo 10, en donde el ángel pasa el “rollo agridulce” a san Juan para que lo comiera y para que se llenara del espíritu profético, un motivo muy conocido por los libros proféticos veterotestamentarios.
Es evidente el carácter destacado de este capítulo sin necesidad de recurrir a los mecanismos complicados de la composición quiástica. El capítulo 10 es uno de los centrales, y es de notar que Gregorio López también lo destaca por su posición inhabitual. En el sistema cronológico lineal elaborado por López el capítulo 10 aparece como un punto de ruptura y al mismo tiempo como un nexo que vincula el capítulo 9, en donde se trataba, según el plan cronológico de López, del reinado de Marco Aurelio, Cómodo y el golpe de Estado organizado por Pertinaz, con el capítulo 11, en donde se lee sobre las persecuciones de Severo. El carácter transitorio y vinculante del capítulo 10 resulta, según el plan de Gregorio López, más evidente todavía, porque en el capítulo anterior se trataba de las plagas que causaron los falsos profetas, sobre todo Montano. El capítulo 10 aparece en este sentido como una contraposición al capítulo anterior; mientras que el capítulo 9 versa sobre los falsos profetas, en el 10 se trata la vocación profética verdadera de san Juan y se expone la genealogía de los profetas verdaderos de la Iglesia cuya sucesión se remonta al mismo san Juan: Justino el Filósofo, Policarpo de Esmirna e Ireneo de Lyon;[78] se mencionan también otros autores antiguos, como Dionisio de Alejandría, quien vinculó algunas profecías del Apocalipsis con la época del emperador Valeriano y así prefiguró el enfoque historicista elaborado posteriormente por Gregorio López.[79] San Juan mismo, según la interpretación de Gregorio López, debió de haber prefigurado la historia general de las persecuciones, porque él mismo fue víctima por parte de Cerinto y otros herejes; por eso el apóstol tuvo que comer el “rollo agridulce” para llevar a cabo su servicio profético que conlleva el riesgo de sufrir el martirio;[80] así que san Juan aparece como inspirador y predecesor de los mártires futuros, como san Policarpo de Esmirna o el discípulo de este último, san Ireneo de Lyon.
Para Gregorio López el capítulo 10 es una “bisagra cronológica”, evidente porque en el siguiente se tratará sobre las persecuciones de Septimio Severo, con las cuales, según la idea de López, se tiene que asociar la voz de la séptima trompeta; así que las de Severo marcaron la etapa final de las persecuciones como tales, pero en realidad no sucedió así, al contrario, inauguraron otros ciclos persecutorios. Gregorio López explica esa contradicción al decir que todas las profecías referentes al fin de las persecuciones en la época de Severo se referían en realidad a la cesación temporal de la tormenta; para eso sirvió el capítulo 10, para vincular las secciones anteriores del libro del Apocalipsis,
pues estos tales profetizaron,[81] que quando la séptima voz sonase, no habría más persecución por entonces, porque se acababa la de Severo, como si un Piloto dixese a los pasageros: yo os prometo que para tal hora cesará la tormenta, y no habrá más; esto se entiende para aquel día, pero no los asegura que adelante no haya otras.[82]
Un artículo detallado de Felise Tavo, “La estructura del Apocalipsis: re-examinando el problema perenne”,[83] resulta útil para nuestra investigación porque el autor terminó reconociendo que las maneras de estructurar el Apocalipsis en la base de ciertas indicaciones literarias (como son las teorías de recapitulaciones e intercalaciones) o los intentos de relacionar los fragmentos ubicados en diversas partes del libro según su contenido sustantivo (como la composición quiástica) son demasiado forzados y artificiales, no se sostienen y tampoco tienen algo que ver con el plan original del autor en torno a su propio libro. Según Felise Tavo, todas las peculiaridades del estilo y la composición del Apocalipsis deben basarse en la manera de la lectura acostumbrada en la antigüedad grecorromana, cuando cualquier libro era leído por una persona en voz alta en una reunión; mientras tanto, todas las demás personas que participaban en la asamblea escuchaban atentamente al lector.[84] Por eso el libro del Apocalipsis, igual que casi todos los demás libros antiguos, ha tenido su propio plan diseñado para ser leídos en voz alta en una asamblea (Tavo la llama “The Oral-Auricular Setting”); para eso sirven las reiteraciones, las digresiones, las partes transitivas que vinculan los fragmentos que siguen uno tras otro, las intercalaciones y otros mecanismos retóricos necesarios para fijar la atención de los oyentes o para marcar ciertos puntos que indican la transición temática.[85]
Felise Tavo usa la numeración consecutiva de las visiones proporcionada por el propio autor del Apocalipsis como herramienta para estructurar el libro y enfatizar y destacar ciertas unidades estructurales. Se puede cuestionar cualquier manera de estructurar el Apocalipsis, pero no podemos objetar lo que fue previsto por el mismo autor para numerar ciertos fragmentos y ponerlos en una fila proporcionada. En toda la composición del Apocalipsis destaca el fragmento 21:9-22:5 que describe la visión de Jerusalén celeste. Así que, según Tavo, resulta incuestionable la selección de los siguientes fragmentos como puntos de apoyo para estructurar el Apocalipsis en conjunto:
I. Las siete epístolas
II. Los siete sellos
III. Las siete trompetas
IV. Los siete cálices
V. La Nueva Jerusalén[86]
Parece significativo que después de tantas discusiones acerca de la estructura y la composición del Apocalipsis, los investigadores de la última generación, en sus trabajos más recientes (los de las primeras décadas del siglo xxi) regresan a los planes más sencillos para estructurar el libro. El plan propuesto por Felise Tavo casi no discrepa del plan que había proporcionado Gregorio López en su recomendación metodológica: “Comprehéndese todo en tres sietes”. Claro que López no enfatiza el fragmento sobre la Jerusalén celeste como el punto destacado de su plan, sin embargo, en toda la composición lo de Jerusalén celeste se ve totalmente fuera de la escala del desarrollo histórico del mundo. La época de la Jerusalén celeste, según Gregorio López, tendrá que marcar la perfección espiritual lograda por los seres humanos; será una etapa que habrá de llegar cuando “llegue a ser todo divino” en la sociedad humana, es decir, cuando la historia ceda sus posiciones a la metahistoria, marcada por la nueva época del Espíritu Santo.[87] Por eso no debemos tener duda de que el punto sobre la Jerusalén celeste tendrá que ocupar implícitamente un lugar excepcional en el plan de Gregorio López.
Felise Tavo constata que tal estructura no abarca unos fragmentos muy significativos que se han quedado sin clasificación entre las partes iii y iv y luego entre las partes iv y v del plan. Se trata de los Apoc. 12-14 y 19:11-20:15. El investigador los incorpora para formar el siguiente plan: (i) Las siete epístolas; (ii) Los siete sellos; (iii) Las siete trompetas; (iv) Los capítulos 12-14; (v) Los siete cálices; (vi) Los fragmentos 19:11-20.15; (vii) La Nueva Jerusalén. El investigador notó que esos dos fragmentos siendo incorporados con los cinco arriba señalados, forman también, a su vez, una estructura