Entre las maldades que éste cometió, fue poner dos hijas en el bourdel, lo qual pinta con dos cuernos a esta bestia; y demás de esto mataba niños, y les abría las entrañas para hacer sus hechizos, y todo esto hacía por vengarse de los Christianos, y congraciarse con los romanos, dice: Y hablaba como el dragón. Ya se ha dicho como el dragón era el diablo, al qual adoraban, pues éste decía que los ídolos fuesen adorados, y los Christianos fuesen perseguidos, y esto mismo decía, y persuadía este encantador.[112]
Si el capítulo 13 revela la victoria temporal de la maldad, en el siguiente se contrapone lo bueno a lo malo, aunque, según mismo Gregorio López, ambos capítulos hablan de la misma época histórica, pero en el capítulo 14 todo se refleja desde otra perspectiva.[113] El ángel que andaba volando por el cielo y tenía el Evangelio en sus manos “para evangelizar a los que están sobre la tierra y sobre toda gente y Tribu, Lengua y Pueblo”, representa, según Gregorio López, al “papa Estéfano[114] y a Dionisio” de Alejandría que por su afán evangelizador tenían “poderío sobre todo pueblo y gente”.[115] Los santos que “guardaban los mandamientos de Dios”, simbolizan el comienzo de la gloria del mundo futuro, “porque sufriendo con paciencia los oprobios por Dios, poseerán sus ánimas, que en ellos se poseen”.[116] Después de la contraposición de las fuerzas de la maldad a las de la bondad, lógicamente sigue la descripción del juicio que habrá de sacar a los justos del mundo poseído por las fuerzas malignas. Las imágenes de la cosecha de trigo (Apoc. 14:14-16)[117] y de la vendimia (14: 17-20) confirman el entendimiento del juicio divino por López como la intervención de Dios y sus ángeles para salvaguardar a los justos, sacándolos del mundo terreno y llevándolos al viñedo del Señor,[118] en donde “por la viña se entiende la Iglesia, y por racimos las congregaciones, y por uvas los justos”.[119]
En los capítulos 15 y 16 vemos que Gregorio López hace hincapié en la convergencia de las tribulaciones temporales (que es el derramamiento de los siete cálices) con la perspectiva extratemporal, que es la manifestación del templo celesital y el reino de la gloria. Aquí podemos ver el presagio del juicio divino y de los tormentos futuros del infierno, pero también la manifestación de la misericordia de Dios, porque “las redomas de oro significan la caridad de donde proceden estas plagas”.[120] Es interesante señalar, que la cronología que propone Gregorio López no deja lugar para la teoría de recapitulación, que se basa en el paralelismo entre las series de las trompetas y los cálices (o redomas). Los desastres que debían seguir después del derramamiento de la séptima redoma todavía no han cesado, mientras tanto, la desviación aparente del capítulo 17, en donde se habla sobre la gran ramera de Babilonia sentada sobre la Bestia, habrá de referirse a la época de Aureliano, es decir, a los acontecimientos del pasado sin alguna posibilidad de volver a ocurrir; mientras tanto, los acontecimientos que siguieron al derramamiento de la séptima redoma resultaron prolongados al futuro hasta la época de la invasión de los turcos a Asia Menor. Ese fragmento es muy importante, así que lo citamos in extenso:
Y el séptimo ángel derramó su redoma en el ayre. Aquí es de notar, que las redomas pasadas se derramaron en la tierra, mar, ríos, Sol, imperio y río Eufrates; pero está en el ayre, el qual comprehende y abrasa la tierra, mar, ríos y todo lo que hay en ellos, significa que es plaga universal; y lo que es más, sola ésta ha durado muchas veces, más que todos los sellos, voces de trompetas y redomas pasadas porque todas ellas ocuparon desde Trajano, hasta este Galieno, y pasaron ciento y sesenta años, y sola esta ha durado hasta hoy mil trescientos y diez y seis años, y durará hasta el día del juicio, por lo qual se puede llamar la gran redoma: y porque hagamos un sumario de las miserias que han pasado debaxo de la potestad y jurisdicción de ella: es de notar que debaxo de ella se levantaron las persecuciones de Aureliano, y la más cruel, que fue la de Diocleciano, desde ha poco, aunque cayó la idolatría en tiempo de Constantino Magno; pero en su mismo tiempo comenzaron los arrianos, que turbaron la Iglesia trecientos años y no se habían acabado: y sale Mahoma, que fue el mayor Ante-Christo que ha tenido la Iglesia; después se levantó Gog y Magog, que es la casa othomana, que ha afligido a los Christianos; todo esto ha sido debaxo de esta gran redoma, y más lo que está por venir hasta el último día.[121]
En este fragmento vemos que, según Gregorio López, todos los siete sellos, las siete voces de trompetas y los seis cálices se refieren a los acontecimientos pasados, desde la época de Trajano hasta las últimas persecuciones romanas. Hemos visto en los planes del Apocalipsis propuestos por los investigadores como Elisabeth Schüssler Fiorenza o Adela Yarbro Collins, que el juicio sobre Babilonia está vinculado estrechamente con el motivo del derramamiento del séptimo cáliz. Sin embargo, Gregorio López divide cronológica y estructuralmente esos episodios. El juicio sobre Babilonia que, entre otras cosas, consistía en el derramamiento de la ira de Dios sobre los “reyes del Oriente”, tiene el carácter temporal y se vincula por López con los movimientos separatistas en las provincias orientales del imperio romano y con la serie de usurpaciones por parte de los Treinta Tiranos,[122] cuyas biografías, en su mayor parte ficticias, fueron compuestas por Trebelio Polión, uno de los autores de los Scriptores Historiae Augustae.[123] Mientras tanto, el derramamiento de la séptima, es decir, la última redoma en el aire marcó la serie de miserias que empezaron con el reinado de Galieno y siguen. El surgimiento de las herejías como el arrianismo que, según López, “no se había acabado”, la aparición del islam fundado por Mahoma, uno de los “anticristos” más destacados, el levantamiento de Gog y Magog colectivo que son los turcos otomanos quienes pusieron fin a la historia del cristianismo en Asia Menor; todo esto, según Gregorio López, fue consecuencia del derramamiento de la séptima redoma. Así que el principio de la escatología realizada aplicada por López no excluye el principio de la escatología prolongada, cuando cada acontecimiento apocalíptico ya pasado tiene su eco y su prolongación hasta la época contemporánea. Las consecuencias de los acontecimientos apocalípticos siguen y eso se ve hasta en el mismo texto del Apocalipsis: el juicio de Babilonia todavía no significa la derrota final de la bestia y del falso profeta. La victoria de la palabra de Dios no ha erradicado la maldad.
El derrocamiento total del diablo (Apoc. 20:10)[124] se relaciona con la derrota de los rebeldes Gog y Magog (20:7). El relato sobre estos últimos se prefigura con la descripción de los santos y los mártires que iban a reinar mil años con Jesucristo (20:4-6). Aquí entramos en un problema controvertido que ha producido múltiples debates dentro de la Iglesia y causado muchos movimientos milenaristas, condenados luego por la ortodoxia eclesiástica. No podemos entrar en el presente en los detalles, porque la cuestión del milenarismo y las interpretaciones múltiples del fragmento Apoc, 20:4-6 requiere una investigación aparte. Notemos que la dificultad de la interpretación adecuada de aquellos versos se debe a su posición ambigua en la composición del Apocalipsis. Los versos sobre el reino milenial están puestos antes del relato sobre el último juicio y por eso hacen pensar al lector que toda la información en torno al reino milenial debe referirse a nuestro mundo y no al mundo venidero, lo que dificulta el entendimiento espiritual de esa imagen como, por ejemplo, el triunfo de la Iglesia en vísperas de la esperada segunda venida de Cristo. Por otra parte, la mención de las “almas” (20:4) y la duración de mil años podría entenderse de una manera condicional: todo eso argumenta contra la interpretación literaria. Gregorio López entendió el carácter complicado de tal interpretación y ofrece su propia visión basada en la interpretación profunda de ese fragmento: “Y reynaron con Christo mil años. Estos mil años no son temporales ni limitados, como los del dragón, que fue atado por mil años, más estos años de los santos son eternos, y sin límite, como también lo son los de los malos, porque los justos irán a la vida eterna, y los malos a la pena sin fin”.[125]
Gregorio López no ofrece ninguna argumentación más profunda, pero podemos