La lógica del Tratado del Apocalipsis nos ayuda a entender que Gregorio López divide el libro de la Revelación en dos partes dispares: después de la introducción (capítulo 1) sigue la llamada de Jesucristo que encarga a Juan llevar su mensaje a las siete iglesias (capítulos 2 y 3). A partir del capítulo 5 empiezan las profecías que, según el sistema cronológico de López, se remontan al reinado del emperador Trajano; en el capítulo 4 se incluye la descripción de la liturgia celestial delante del Trono de Dios, y en el capítulo 5 la abertura del libro sellado. Todo esto como el prefacio profético-litúrgico para prefigurar el cumplimiento de las profecías que ya “comienzan a efectuarse”.[99]
Cada imagen de los capítulos 4 y 5 destaca por su carácter simbólico. Gregorio López lo enfatiza en cada caso, comentando cada detalle referente a la liturgia celestial. Los 24 viejos sentados sobre las 24 sillas alrededor del Trono del Señor pueden ser representaciones alegóricas de los 24 libros del Viejo Testamento (aquí López hace referencia a san Jerónimo), pero también pueden ser 24 patriarcas principales (es la interpretación de López), “porque en el capítulo siguiente alaban a nuestro Redentor”.[100] Son representantes de la Iglesia veterotestamentaria y al mismo tiempo algunos detalles de su imagen se remontan a las promesas para los vencedores en la epístola a las siete iglesias.
Las piedras preciosas con las cuales estaba decorada la silla del Señor son iguales a aquellas que aparecen en la descripción de Jerusalén celeste (capítulos 21-22); las piedras concretas simbolizan las calidades de Dios mismo y las virtudes cristianas. Por ejemplo, comentando el verso 4:3: “Y en circuito de la silla, un arco del cielo semejante a vista de esmeralda”. Gregorio López anota lo siguiente: “Lo qual significa zelo que Dios tiene de nuestro bien, y por eso había de enviar luego a su Iglesia trabajos; pero de esto se sigue esperanza alegre, que es la color de esmeralda, que lo verde esperanza significa”.[101] Tal interpretación que hace hincapié en las pruebas y la recompensa futura, corrobora el carácter escatológico de los mensajes a las siete iglesias y confirma el entendimiento de las imágenes de los capítulos 4 y 5 como los símbolos de la gloria del mundo venidero. La interpretación de los cuatro animales como cuatro evangelistas es tradicional para la Iglesia como tal.[102] El libro sellado del capítulo 5, según López, “es la Providencia del Señor” y los siete sellos “son siete obras de Dios que quiere hacer o permitir en el mundo”, lo que hace pensar sobre la manifestación de la voluntad divina en el mundo, cuando los acontecimientos temporales y concretos llegan a formar parte de lo transcendental, lo que se encuentra fuera de cualquier tiempo.
La apertura del primer sello por el caballero sentado sobre el caballo blanco tuvo que significar el descubrimiento de los secretos de Dios; los truenos simbolizan la solemnidad del momento sin referirse a algo siniestro.[103] La solemnidad y la misericordia de Dios marcan las metas finales del cumplimiento de las profecías escatológicas. Con la apertura de los siguientes sellos ocurren los desastres relacionados con las persecuciones de los emperadores a partir de Trajano. En el capítulo 7 la imagen de los 144 000 simboliza los judíos que recibieron a Jesucristo como Mesías y así formaron la élite espiritual que se contrapone a la “multitud enorme”.[104] Es la prefiguración de la imagen de la Jerusalén celeste, así el autor del Apocalipsis se permite hacer una desviación del orden cronológico de las visiones, pero nada más para indicar el objetivo final del sellamiento.
Al abrirse el séptimo sello empieza el ciclo de otra composición septenaria: las siete trompetas. En los capítulos 8 y 9 se describen los desastres que siguieron después del momento, cuando el primer ángel tañó su trompeta. Gregorio López asocia esos desastres con los acontecimientos históricos del reinado de Marco Aurelio:
Todo esto acaeció y pasó en tiempo de Marco Aurelio, junto con el terremoto que dice arriba, porque hubo grande hambre, que es la tierra quemada, y árboles y verde, y hubo también pestilencia universal, inundaciones de ríos y langosta que destruía los frutos; y en la que dice mezclado con sangre, significa la persecución que este Marco Aurelio hizo a la Iglesia, que fue la quarta contando desde Nerón.[105]
El sonido de la quinta trompeta provoca la caída de la estrella sobre la tierra; según Gregorio López esa estrella es la herejía de Montano que ganó muchos seguidores en Asia Menor.[106] La séptima trompeta y la caballería del infierno que intervino después de su sonido Gregorio López la vincula con el conflicto armado en los confines orientales del imperio romano durante el reinado de Cómodo y la epidemia de peste que causó la muerte de miles de personas; así que cada imagen apocalíptica tiene una correlación histórica para Gregorio López. El capítulo 10, en donde se dice sobre el “rollo agridulce” que san Juan tuvo que comer según el mandato del ángel, se ve como una digresión, pero en el contexto del panorama más amplio vemos que las profecías siguientes pueden contemplarse como prefiguradas en aquel rollo. El motivo del rollo agridulce indica la cercanía de los cumplimientos de los acontecimientos cruciales y enfatiza la atención del comentarista en torno de las visiones siguientes.
El motivo de los “dos testigos” en el capítulo 11 se refleja en los pares de mártires que aparecen en diversas etapas de las persecuciones (como, por ejemplo, los santos Abdon y Senen),[107] y el lugar en donde los dos testigos recibieron su martirio podría haber sido no sólo Jerusalén, sino también Roma, en donde el Señor fue crucificado por segunda vez, porque allá fue crucificado san Pedro.[108] Esa interpretación puede indicar el carácter cíclico de algunas profecías que pueden cumplirse varias veces en diversas circunstancias históricas; tal entendimiento por parte de Gregorio López no es característico de la tradición anterior.
La descripción del juicio divino después del derramamiento de los siete cálices se prefigura con los capítulos 12-14, que, según Felise Tavo, podrían haber constituido una parte estructural como la serie septenaria de visiones. Gregorio López ve ese fragmento como el desarrollo sucesivo de las persecuciones, entre las cuales destacan las de Decio, Galo y Valeriano por su atrocidad. La imagen de la mujer vestida de Sol se interpreta de la manera eclesiológica: como representación personificada de la Iglesia que huye de las persecuciones de Decio y Galo personificados en el dragón apocalíptico; mientras tanto, el hijo varón que parió la mujer, es el emperador Filipo Árabe, quien restituyó la paz para la Iglesia; así que la pelea entre el dragón y la mujer tiene también su dimensión histórica y concreta.
Después de la breve restitución de la paz propuesta por Filipo Árabe, surgen las nuevas persecuciones organizadas por el emperador Valeriano, quien en el capítulo 13 está representado por la Bestia apocalíptica “con siete cabezas, y diez cuernos, y sobre sus cuernos diez coronas”.[109] Hay que notar que esa Bestia, según Gregorio López, no sólo personifica a un solo emperador y sus persecuciones, es la representación del imperio romano:
La Bestia es Roma con siete montes; y los cuernos diez emperadores perseguidores; pero aquí pone las coronas en los cuernos, arriba en las cabezas […] y dice: Y sobre sus cabezas nombre de blasfemias. Esto dice, porque los romanos que en estos montes moraban, en los quales se comprehende Roma, blasfemaban a Dios, encarneciendo de Jesu-Christo, y sus siervos, o porque apropiaba Roma a sí título que sólo a Dios pertenece.[110]
Por representar las persecuciones de un emperador concreto, Gregorio López dibuja el triunfo temporal de las fuerzas del mal. El emperador Valeriano representa una fuerza arquetípica que lleva en sí el poder imperial romano como algo opuesto a la Iglesia de Cristo. Lo mismo se puede decir sobre la segunda Bestia saliendo del mar, que, según razonamiento de Gregorio López, debe haber sido Galieno, el hijo de Valeriano, que, aunque cesó las persecuciones, continuó la promoción de los cultos paganos en el nivel oficial. Por eso no es casual que la contraposición de ambas bestias a Cristo se refleja en cualquier matiz de su propia imagen, como, por ejemplo, en Apoc.