Sin miedos ni cadenas. Vanesa Pizzuto. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Vanesa Pizzuto
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789877984880
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y esperanza? ¿Hablas y actúas con integridad? ¿Sabes amar incondicionalmente a los demás y a ti misma? Muchas veces, al planificar el día, escribimos una lista de cosas para hacer: ir al supermercado, pagar los impuestos, lavar la ropa… ¡y mucho más! Obviamente, es una buena idea organizarnos y administrar bien el tiempo. Sin embargo, me pregunto qué sucedería si escribiésemos una lista de cosas para ser; si el plan para el día fuese ser paciente, compasiva y resiliente. ¿Cómo cambiarían mis prioridades? ¡Sospecho que tal vez hasta dejaría algunas cosas sin hacer!

      Vivimos vidas frenéticas, como haciendo malabares con antorchas encendidas. Para intentar mantener en equilibrio la carrera, la familia y la iglesia, nos movemos cada vez con mayor rapidez. Corremos de un sitio a otro, agotadas e irritables, pensando que no tenemos otra opción. Y si por cualquier razón llegamos a pasar cinco minutos en un día sin hacer algo, nos sentimos culpables. Dios quiere liberarnos de esta esclavitud productiva. Por eso, nos llama al silencio del alma y al descanso (Mat. 11:28-30). Él nos invita a que la prioridad sea ser, y no hacer. “Dios nunca le dice a su pueblo: ‘¡Apúrense, muévanse, más rápido!’ ”, escribe Cindi McMenamin en When Women Long for Rest, When You’re Running on Empty [Cuando las mujeres anhelan el descanso. Cuando avanzas con el tanque vacío]. “En cambio, las palabras de Dios son: ‘Estad quietos’; ‘esperad’; ‘descansad’. El sendero santo es uno que llevará tiempo recorrer. Incluirá esperar. Incluirá confiar. Pero será apacible, y encontrarás reposo para tu alma”.

      Necesitamos recibir el coraje emocional para frenar y desacelerar. Pidámosle a Dios la cordura suficiente para hacer menos y ser más. “Bochornosamente, muy pocos cristianos llegan a alcanzar […] este nivel de autenticidad. La mayoría de los cristianos simplemente están demasiado ocupados”, reflexiona Bill Hybels en Demasiado ocupado para no orar. Hoy, mientras planificas el día con Jesús, atrévete a desacelerar. Recuerda que lo más importante es en quién te estás convirtiendo.

      Señor, confieso que mi estilo de vida es estresante porque he permitido que el mundo me imponga su agenda y su ritmo alocado. Sáname y dame reposo. Enséñame a desacelerar mi vida, a vaciarla de lo que no aprovecha, a hacer espacio para el silencio. Recuérdame que lo que más importa es en quién me estoy convirtiendo.

      Delegar

      “Cuando el suegro de Moisés vio todo lo que él hacía por el pueblo, le preguntó: ¿Qué logras en realidad sentado aquí? ¿Por qué te esfuerzas en hacer todo el trabajo tú solo, mientras que el pueblo está de pie a tu alrededor desde la mañana hasta la tarde?” (Éxo. 18:14, NTV).

      Pedir ayuda es un signo de fortaleza. Cuando Jetro vio que Moisés se pasaba el día entero resolviendo las disputas del pueblo de Israel, le dijo: “No está bien lo que haces […] porque el trabajo es demasiado pesado para ti; no podrás hacerlo tú solo” (Éxo. 18:17, 18). No es que el trabajo en sí mismo fuera malo o pecaminoso, sino que era demasiado para una sola persona. Moisés necesitaba priorizar y delegar. Jetro sugirió que Moisés pusiera jefes de millares, de centenas, de cincuenta y de diez para juzgar los problemas pequeños. Los asuntos graves podían ser traídos a Moisés, quien ahora tendría tiempo para enseñar las leyes y ordenanzas al pueblo.

      Moisés aceptó las sugerencias de Jetro con humildad y las puso en práctica. Moisés pudo hacer esto porque su identidad no estaba basada en su trabajo. Muchas veces, como mujeres, nos cuesta delegar porque queremos sentirnos indispensables. Aunque terminemos agotadas, continuamos cargando con una tonelada de actividades para demostrar que somos capaces, irremplazables. “Como a la mayoría de las mujeres, me agrada que me necesiten”, escribe la psicóloga Marcia Eckerd en su artículo “Letting Go of Being Indispensable”. “Siento la necesidad de estar al tanto de todas las cosas… [pero] tuve tiempo para pensar. Me di cuenta de que debía dejar a un lado […] la sensación de que era (o debía ser) indispensable para todo y todos”. Pedir ayuda es un signo de fortaleza: implica que finalmente entendemos y aceptamos nuestros límites.

      Delegar implica ceder el control. Muchas veces pensamos: Yo lo hago más rápido y mejor. Sin embargo, esto no es más que una excusa para no invertir tiempo en ayudar a que los demás desarrollen sus habilidades y liderazgo. Dios hace todo más rápido y mejor que cualquier ser humano; sin embargo, él delega. Luego de crear el mundo, les dio a Adán y a Eva la autoridad para gobernarlo (Gén. 1:28). Jesús nos dio la autoridad de hacer discípulos (Mat. 28:19, 20) y de tomar decisiones que afectan a la Tierra y al cielo (16:19). Seamos imitadoras de Dios. Aprendamos a delegar.

      Señor, muchas veces hago demasiadas cosas porque quiero sentirme indispensable. Enséñame a delegar criteriosamente, a reconocer y a aceptar mis límites, a pedir ayuda. ¡Solo tú eres irremplazable!

      Un océano de culpa

      “Por lo tanto, ya no hay condenación para los que pertenecen a Cristo Jesús” (Rom. 8:1, NTV).

      Mi amiga me llamó preocupada, porque su bebé tenía algunos problemas de salud. Aunque ella estaba haciendo absolutamente todo lo posible por ayudarlo, no podía evitar sentirse culpable. Sentía culpa por necesitar tiempo para ella, culpa por no saber que más hacer, culpa por no tener más experiencia… ¡Mi pobre amiga estaba ahogándose en un océano de culpa falsa! Generalmente, esta culpa no llega en respuesta a un pecado real, sino a una percepción personal. “La causa más común por la que las madres nos sentimos culpables es que creemos que no estamos alcanzando los estándares de la maternidad [ideal]”, escribe Sarah Hardee en el artículo “The Problem with Mommy Guilt”. “Sentimos que hemos fallado como madres cuando no fomentamos diariamente el juego sensorial o no hacemos fiestas de cumpleaños elaboradas cada año; y aunque todo esto es genial, no se basa en las Escrituras. El Señor no dijo en su Palabra que si no hacemos todas estas actividades estamos pecando como madres y traumatizando a nuestros hijos”.

      Cuando el dragón del perfeccionismo y de las expectativas irreales intente prendernos fuego con culpa falsa, combatámoslo con la palabra de Dios. En el artículo “Jesus Cancelled Your Mommy Guilt Trip”, Gloria Furman escribe: “Ya sea que mis emociones concuerden o no, el veredicto es este: ya no hay condenación para los que están en Cristo (Rom. 8:1, NTV)”. ¡No hay condenación! Es por esto que no hace falta que intentes calmar tu conciencia hiperactiva inscribiendo a tus niños en cinco talleres extracurriculares más. No hace falta que corras más rápido sin llegar a ningún lado, como en una pequeña rueda de hámster. Tú no eres (y nunca serás) capaz de darle a tu hijo todo lo que necesita. Alza tu mirada y descansa en la provisión de Dios.

      “En mi esfuerzo por servir a Dios fielmente como madre”, escribe Gloria, “debo rechazar cualquier idea de que mi trabajo puede completarse con cualquier otra fuerza que no sea la de Dios, y con cualquier otro fin que no sea su gloria”. Permanece en Cristo y descansa en su provisión.

      Señor, por favor, ayúdame a ser la mejor madre/tía/abuela que pueda ser. Líbrame de la culpa falsa, de la dependencia de mí misma y del legalismo del perfeccionismo y las expectativas irrealistas. Tú dijiste que no hay condenación para quienes están en Cristo, y yo te creo. ¡Tú nunca mientes! Hoy quiero permanecer en ti y descansar en tu provisión.

      Máscara de oxígeno

      “Nadie odia su propio cuerpo, sino que lo alimenta y lo cuida tal como Cristo lo hace por la iglesia” (Efe. 5:29, NTV).

      Si has volado en avión sabes que, antes de despegar, las azafatas y los comandantes de a bordo dan una charla de seguridad. En esta charla nos explican cómo ponernos los chalecos salvavidas y cómo usar las máscaras de oxígeno en caso de