Una emoción difícil de describir me anudó la garganta. ¿Cuántas manos tocaron esta pared? ¿Cuántos labios pronunciaron bendiciones —por cuántas generaciones— frente a estas mismas piedras? Las piedras del muro son un testimonio de la historia de Israel, y nos ayudan a recordar.
La Biblia nos instruye a que recordemos nuestro pasado y de dónde venimos (Deut. 7:8-10; 8:2). Necesitamos, como hizo Samuel, colocar piedras en el camino que nos recuerden que “hasta aquí nos ayudó Jehová” (1 Sam. 7:12). La cultura de consumo en la que estamos inmersas hace que nos enfoquemos en las cosas nuevas que podemos tener. Hace que olvidemos los regalos recibidos tan pronto como los desenvolvimos. Dios nos llama a la rebeldía cultural. Debemos recordar el camino y bendecir el proceso que nos trajo hasta aquí.
Haz una pausa y considera todo lo que ya tienes. Recuerda todas las batallas que el Señor ya ganó por ti. Escoge ser agradecida y no olvidadiza. Entonces, erige una piedra emocional en tu alma, inclina tu cabeza y susurra una oración de agradecimiento.
¡Gracias, Señor, por ayudarme hasta aquí! No lo hubiera logrado sin tu compañía. Todos estos años, tú me guiaste de la mano, supliendo cada una de mis necesidades. Me diste más de lo que me atrevía a soñar o a pedirte; más de lo que nunca pueda merecer. Hoy solo quiero agradecer.
20 de febrero
Recuerda recordar
“¡Pero cuidado! Asegúrate de nunca olvidar lo que viste con tus propios ojos. ¡No dejes que esas experiencias se te borren de la mente mientras vivas! Y asegúrate de transmitirlas a tus hijos y a tus nietos” (Deut. 4:9, NTV).
Cierto día, fui al supermercado en mi bicicleta roja. Mientras regresaba a casa, comenzó a llover. El olor del asfalto mojado me transportó a mi infancia, como una máquina del tiempo. Me llevó en un instante a los veranos en Buenos Aires. A los ríos de agua de lluvia tragados por las alcantarillas sedientas. A las flores del Jacarandá que teñían las veredas de rosa y las hacían resbaladizas. A la rayuela, la escondida y las bombitas de agua en Carnaval. Todos esos recuerdos, en los que no había pensado hacía mucho, salieron a la superficie empujados tan solo por un aroma, una fragancia familiar. Es fascinante notar toda la información que se alberga en nuestra mente, y a la que podríamos acceder si tan solo nos acordáramos de recordar. La Biblia nos insta, una y otra vez, a recordar. Dios nos invita a no olvidar el pasado, lleno de sus cuidados y su presencia.
Mi amiga Anne y yo recordábamos, hace poco, cuánto tiempo oré pidiéndole a Dios que me diera más oportunidades para escribir. Y aquí estoy hoy, escribiendo un devocional para mujeres, haciendo exactamente lo que le pedí a Dios. Recordar el recorrido le da más valor a este momento y me permite disfrutarlo más. Es por esto que Moisés le dice al pueblo de Israel que no se olvide; por esto establece prácticas para la memoria activa. Guardar el sábado, celebrar la Pascua, dar el diezmo: todos estos son monumentos al recuerdo. Prácticas que, como un aroma familiar, nos remontan al pasado y nos recuerdan que Dios siempre ha sido fiel.
La palabra hebrea que generalmente se traduce en la Biblia como recordar, es zakar. Sin embargo, esta palabra también significa pensar, ponderar y mantener un registro de algo. Hoy quiero invitarte a recordar de manera activa. Toma un momento para pensar en algo que Dios ha hecho por ti. Puedes escribirlo, dibujarlo, cantarlo, o simplemente sentarte en silencio y revivir ese instante con gratitud. Recuerda. Asegúrate de no olvidar las bendiciones que viste con tus propios ojos.
Señor, gracias por tu fidelidad y tu cuidado en mi vida. Hoy quiero recordar y agradecerte especialmente por…
21 de febrero
Bendecido en todo
“Abraham ya era un hombre muy anciano, y el Señor lo había bendecido en todo” (Gén. 24:1, NTV).
Justo antes de morir, Abraham envió a su sirviente de más confianza, Eliezer, a buscar una esposa para su hijo. La historia se encuentra en el capítulo 24 de Génesis y comienza con una frase, un resumen de la vida de Abraham, que es muy interesante: “Abraham ya era un hombre muy anciano, y el Señor lo había bendecido en todo” (Gén. 24:1, NTV, énfasis agregado). Generalmente, pasamos por alto este versículo para leer la romántica historia de Isaac y Rebeca, sin preguntarnos qué significa ser bendecido en todo. Esta frase hace que me imagine a Abraham acostado en una hamaca paraguaya, con los brazos cruzados detrás de la cabeza, tomando una fresca limonada con un sorbete con sombrilla. Mientras tanto, su esposa, hijos e innumerables nietos, juegan en el patio de la casa, riendo y tocando panderetas. Después de todo, ¡Dios había prometido hacer de él una gran nación! Una casa llena de hijos y nietos demostraría justamente que Abraham había sido bendecido en todo.
Sin embargo, la imagen que vemos en este capítulo de Génesis es completamente diferente. Sara ha fallecido e Isaac es soltero. Considerando las instrucciones específicas que Abraham le da a Eliezer, queda claro que él tiene miedo de morir antes de que su siervo regrese. La ruta más transitada entre Canaán y Ur tenía una distancia de 1.450 kilómetros. Viajando a lomo de camello, ¡este sería un largo viaje! Abraham pensó que no llegaría siquiera a conocer a la esposa de su hijo, y aun así, la Biblia dice que fue bendecido en todo. ¿Cómo es posible? El célebre predicador inglés Charles Spurgeon comenta, tal como lo cita David Guzik en el comentario Enduring Word: “Esta es la breve historia de su larga vida; Dios dijo que lo bendeciría y lo hizo. ‘Jehová había bendecido a Abraham en todo’. ¿Qué? ¿Cuando le ordenó matar a su hijo? Sí, él lo ‘había bendecido en todo’. ¿Qué? ¿Cuando falleció su esposa, Sara? Sí, porque ‘Jehová había bendecido a Abraham en todo’. Quizá, si su vida no hubiera tenido problemas, esta frase no hubiera sido cierta”.
Cuando pienso en la idea de ser bendecida, me imagino una vida cómoda, con vacaciones, sol y playa. Sin embargo, Dios tiene una visión más penetrante. Él está mucho más interesado en desarrollar mi carácter que en proveerme una vida sin problemas. Si confío en él, Dios utilizará todas las cosas para bendecirme (Rom. 8:28).
Señor, por fe confieso que tú utilizarás todas mis circunstancias para bendecirme. Aunque no pueda entenderlo ni comprender los detalles, tú me bendices en todo.
22 de febrero
Agradecida en todo
“Sean agradecidos en toda circunstancia, pues esta es la voluntad de Dios para ustedes, los que pertenecen a Cristo Jesús” (1 Tes. 5:18, NTV).
Becky Keife es mamá y escritora estadounidense. Tuve el privilegio de entrevistarla para charlar acerca de la maternidad y la gratitud. Becky tiene tres hijos varones: Noah, Elias y Jude. Luego de convertirse en mamá, Becky notó que a menudo se sentía completamente abrumada. “Me sentía sola e insegura. Me preguntaba si Dios se había equivocado al darme tres varones. Estaba convencida de que otra mujer haría un mejor trabajo que yo”, me confesó. Becky estaba tan agobiada que ya no sentía gratitud y felicidad, sino solo agotamiento. “Me di cuenta de que, aunque no me quejaba audiblemente, tenía diálogos internos muy negativos. Tenía un disco en mi mente que repetía: Esto es demasiado difícil. No tengo suficiente tiempo. No tengo suficiente energía. Tuve tres hijos en tres años y medio. Sentía que me había perdido a mí misma en las necesidades de los demás, que era una máquina de amamantar, lavar y cocinar”. Luego de reflexionar al respecto, Becky se dio cuenta de que su actitud era parte del problema. “La maternidad es difícil y desafiante; no quisiera minimizar esto. Pero tener una mentalidad victimista no ayuda para nada. ¡Nuestra actitud puede transformar completamente la experiencia!”
Entonces, Becky decidió comenzar a practicar la gratitud.