Sin miedos ni cadenas. Vanesa Pizzuto. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Vanesa Pizzuto
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789877984880
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hoy; por el perfume de mi bebé recién salido del baño... Y descubrí que a menos que bajara la velocidad y le agradeciera a Dios en el momento, el estrés del día me robaría estos detalles. Comencé a escribirlos en mi diario de oración, y con el tiempo la gratitud cambió mi vida”.

      Becky se dio cuenta de que Dios la estaba invitando a dar gracias en los momentos más difíciles, a usar la gratitud como un arma de contraataque. Cuando se sentía cansada y no había dormido lo suficiente, Dios la invitaba a dar gracias por lo que sí tenía: un plato de comida. Cuando no tenía tiempo para responder a todos sus correos electrónicos, podía dar gracias por los dos que sí había logrado contestar. Cuanto más intencional era ella en su gratitud, más la llenaba Dios de gozo y energía, porque el “agotamiento es una oportunidad para experimentar el poder de Dios”.

      Señor, cuando me sienta totalmente colapsada por las demandas del día o tentada a adoptar una mentalidad victimista, ayúdame a reducir la velocidad y apreciar las bendiciones del momento.

      Asombro

      “Meditaré en la gloria y la majestad de tu esplendor, y en tus maravillosos milagros” (Sal. 145:5, NTV).

      Lynette y yo estábamos en medio de una de esas conversaciones filosóficas. Hablábamos de cómo siempre parece que nos falta solo una cosa más para ser realmente felices. Sin embargo, cuando eso llega (el matrimonio, los hijos, la casa más grande, el mejor trabajo), después de un tiempo ya no nos alcanza. Como un espejismo, la felicidad se evapora. Pareciera que nuestras esperanzas corren más rápido que nosotras. Van kilométricamente adelantadas y nos llaman prometiendo que, si tan solo obtuviéramos esta otra cosa, entonces sí estaríamos realmente satisfechas.

      En su libro Asombro, el pastor y autor Paul Tripp reflexiona acerca del peligro de familiarizarnos tanto con las cosas que tenemos que dejemos de notarlas y de sentir gratitud por ellas. Paul escribe: “La batalla, el gran peligro que acecha desde las sombras de la vida de cada persona, es la familiaridad. La familiaridad tiende a cegar nuestros ojos y adormecer nuestros sentidos. Lo que una vez nos producía asombro, ahora apenas capta nuestra atención”. Lo que Paul describe desde un punto de vista espiritual, también tiene un nombre científico: adaptación hedónica. Básicamente, luego de recibir una promoción, un auto nuevo o un regalo, nos sentimos mucho más felices. Sin embargo, una vez que ese asombro inicial se desvanece, tendemos a volver a nuestro nivel de felicidad inicial. La ciencia y la Biblia concuerdan perfectamente en cuanto a la solución a este problema: practicar la gratitud.

      “Tu vida emocional siempre es una ventana hacia lo que ha capturado tu asombro”, agrega Paul. Muchas veces nos sentimos insatisfechas simplemente porque hemos perdido la capacidad para el asombro. Nos falta alegría y contentamiento porque hacemos listas mentales de todo lo que no tenemos, en lugar de enumerar todas nuestras bendiciones. Hoy te invito a vivir continuamente asombrada por el amor de Dios. Esto significa vivir “sabiendo que hay una historia más grande que mi pequeña historia personal. Significa que hay un reino más grandioso que mi pequeño reino, un plan mucho más grande y mejor que cualquier plan que yo tenga”. ¿No es esto suficiente como para agradecer?

      Señor, hoy quiero volver a asombrarme por tu amor y tu gracia. Ayúdame a vivir estas 24 horas consciente de que tengo mucho más de lo que merezco: tengo un Salvador, tengo esperanza de vida eterna, y tengo la oportunidad de servirte aquí, en la Tierra. ¡Gracias, Señor! Tu bondad es asombrosa.

      Detalles enormes

      “Que todo lo que soy alabe al Señor; que nunca olvide todas las cosas buenas que hace por mí” (Sal. 103:2, NTV).

      Hay algunas cosas que me olvido de agradecer; bendiciones cotidianas que doy por sentadas, como la luz y el agua potable (hasta que hay un apagón o se corta el agua). Recientemente, Becky Murray, una misionera estadounidense que trabaja en Kenia, hizo que me diera cuenta de la importancia de tener acceso a productos de higiene personal. “En Bumala, la aldea en la que trabajo, comenzaron a desaparecer niñas. Al principio pensé que era por problemas familiares y que las niñas estaban escapando. Sin embargo, noté que todas las niñas tenían más o menos la misma edad”, me dijo Becky. ¿Qué estaba sucediendo? Las niñas comenzaban a desaparecer justo al terminar la escuela primaria. Sin acceso a productos de higiene personal, ellas faltaban a clases cuando tenían su ciclo (perdiendo así un cuarto de clases al año). Al terminar la primaria, las niñas simplemente no continuaban estudiando porque sabían que perderían demasiados contenidos. Entonces, comenzaban a buscar trabajo y los traficantes aprovechaban la oportunidad para engañarlas y secuestrarlas. Les prometían encontrarles trabajos en la ciudad como empleadas domésticas, cocineras o camareras, cuando en realidad serían explotadas en la industria del sexo.

      Piensa en esto un momento. ¡Algo tan sencillo como no tener acceso a productos de higiene personal permitía que las niñas se convirtieran en blanco de un horrendo crimen! Cuando Becky notó esto, organizó la campaña “Dignity Project” (Proyecto Dignidad), a través de la cual ha estado distribuyendo productos de higiene personal ecológicos y reutilizables, y educando a las niñas acerca de las tácticas y estrategias de los traficantes. Con esta medida preventiva tan simple, Becky ya ha protegido a más de 17.000 niñas que podrían haber sido víctimas de la trata de personas. (Si quieres saber más acerca de esta campaña, visita https://www.thedignityproject.net/.)

      Es fácil dar por sentadas nuestras bendiciones. Sin embargo, el agua potable, la educación, y aun algo tan sencillo como los productos de higiene personal, tienen un gran impacto en nuestra vida. Dedica un momento a mirar a tu alrededor. Haz una lista de las bendiciones cotidianas que te rodean, que tal vez nunca antes notaste. Tómate un tiempo para hablar con Dios y enumerar cada una de tus bendiciones. Pregúntale qué puedes hacer para ayudar a otras mujeres que no son tan afortunadas y presta atención para oír hoy su respuesta.

      Señor, te agradezco por…

      Reflejo

      “Que todo lo que soy alabe al Señor; que nunca olvide todas las cosas buenas que hace por mí” (Sal. 103:2, NTV).

      Mi amiga Anne y yo fuimos a pasear en bicicleta un domingo por el bosque de Whippendell Woods, en Inglaterra. ¡Fue un día de primavera glorioso! El sol brillaba y el suelo del bosque estaba pintado de azul, cubierto por un manto de cientos de miles de jacintos púrpura. Anne y yo nos detuvimos junto al arroyo para absorber la belleza del lugar antes de emprender el camino de regreso. En un momento, debíamos girar a la izquierda para ingresar a una calle principal. Anne se detuvo, miró hacia ambos lados y luego comenzó a reírse. “¿Qué sucede?”, le pregunté. “Estoy tan acostumbrada a manejar, que intenté poner el guiño”, me dijo ella. Después de conducir su automóvil por años, Anne desarrolló memoria muscular; poner el guiño no es más que un reflejo automático.

      Imagina cultivar la gratitud de tal manera en tu vida, que se transforme en un reflejo automático; una reacción tan espontánea como decir: “¡Salud!” cuando alguien estornuda. El mejor fertilizante para la gratitud es la humildad. Lamentablemente, la cultura consumista en la que estamos inmersas nos enseña a pensar que merecemos todo lo que deseamos. Con el tiempo, comenzamos a creer que tener salud, éxito o hijos no es un privilegio, sino nuestro derecho. Cuando no recibimos lo que queremos o hay problemas, nos resentimos. Con humildad, sin embargo, podemos comprender que todas las bendiciones son regalos inmerecidos y permanecer agradecidas.

      La gratitud y la humildad dan un nuevo sentido a nuestras vidas. “El significado más profundo de cualquier momento radica en el hecho de que ese momento es un regalo”, escribe David Steindl-Rast en Gratefulness, the Heart of