Sin miedos ni cadenas. Vanesa Pizzuto. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Vanesa Pizzuto
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789877984880
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      “Jehová es mi pastor; nada me faltará” (Sal. 23:1).

      Esas tres palabras parecían burlarse de mí. Me miraban desde las páginas de mi Biblia como un enigma sin resolver. ¿Qué quiere decir “nada me faltará”, Señor? Hace años que estoy orando por un compañero. Tengo amigas que no pueden quedar embarazadas y familiares que luchan con problemas de salud. ¿Cómo puedes decir que ‘nada nos faltará’?

      A veces nos acercamos a Jesús porque queremos recibir los panes y los peces. Jesús sabe que los necesitamos para vivir. Pero él sabe también que si solo nos preocupamos por los panes y los peces, nos perdemos el Pan de Vida. Si el menú de Dios para tu futuro solo tiene a Jesús, ¿igual te sentarías a la mesa?

      “La parte que no deseamos escuchar”, dice la autora cristiana Stormie Omartian en su libro Cómo orar por la voluntad de Dios para tu vida, “es que llega un momento en que cada uno de nosotros debe poner sus deseos y sueños en las manos de Dios para que él pueda librarnos de aquellos que no son su voluntad. […] Si siempre has tenido cierta imagen de lo que crees que deberías ser, tienes que estar dispuesto a dejar que esa imagen sea desbaratada. Si es en realidad lo que Dios quiere para ti, él te capacitará para hacer eso y mucho más. Si no lo es, vas a estar frustrado mientras te aferres a ella”.

      Al final, es una cuestión de confianza. Si creemos que Dios es generoso, y que no les niega cosas buenas a sus hijas, entonces podemos rendirle nuestros sueños. Podemos ponerlos sobre el altar con manos temblorosas. Podemos verlos morir, sabiendo que nada nos faltará. Porque no vivimos solo de pan, sino de cada palabra que sale de la boca de Dios.

      Padre Celestial, gracias porque tú eres un Dios generoso. Me diste a tu Hijo, Jesús, demostrando que nunca me negarías algo bueno, sin importar cuánto te cueste. Ayúdame a confiar en tu amor y sabiduría. Ayúdame a desear tu presencia en mi vida más que cualquier otra bendición. Enséñame a buscar el Pan de Vida más que los panes y los peces. Pongo mis sueños y anhelos en las manos de Jesús. Cuando tenga miedo o dudas, haz que vea las marcas de los clavos, la garantía de su amor.

      Los ojos que ven talento no miran con envidia

      “Así que aliéntense y edifíquense unos a otros, tal como ya lo hacen” (1 Tes. 5:11, NTV).

      Un síntoma de la envidia, que generalmente pasamos por alto, es la dificultad para reconocer y apreciar el talento de los demás. Alguien se para en la plataforma de la iglesia a cantar un solo, pero en lugar de apreciar la canción, nos obsesionamos con la única nota que no cantó perfecta. Una amiga hornea una torta y nos convida, y pensamos: No está mal, pero yo le hubiera puesto menos azúcar y más ralladura de limón. Generalmente, no vemos esto como envidia. Lo justificamos como apreciaciones honestas, o inclusive críticas constructivas. Sin embargo, si no somos capaces de celebrar los logros de otros y alegrarnos de corazón, no se trata más que de envidia camuflada. En Siervos para su gloria, Miguel Ángel Núñez reflexiona: “Cuando tenemos dificultad para reconocer el talento de otro, no es otra cosa sino una señal de envidia; nos autojustificamos con frases como: ‘No puedo aplaudir a otros porque entonces se podrían enorgullecer’. Pero la realidad es que en la Biblia frecuentemente encontramos a Dios elogiando a muchos de sus hijos”. ¡Es cierto: Dios no escatima elogios! Dios dijo que Moisés era el más humilde sobre la faz de la tierra (Núm. 12:3). Dios dijo que Job era un hombre justo e intachable (Job 1:1). Dijo que David era un varón conforme a su corazón (Hech. 13:22). Pablo, siguiendo este ejemplo de identificar y apreciar el talento, exhortó a los hermanos a imitar a Timoteo (Fil. 2:19-24).

      Nuestro rol no es asegurarnos que las personas que nos rodean permanezcan humildes, escatimándoles elogios y cargándolas con críticas. Nuestro rol, dice el pastor Núñez, “es animar al otro, edificarlo, estimularlo, ayudarlo; y Dios se encarga del resto. Esto nos permite apreciar los talentos de los demás”. Aprender a detectar y celebrar el talento de los demás, protegerá nuestros corazones contra la envidia.

      Señor Jesús, te pido que me des una visión de rayos X, como la de Superman, para detectar los talentos de las personas que me rodean, y un corazón grande y generoso, para alegrarme por ellos. Llena mi boca con palabras que edifiquen a los demás, que los confirmen en sus llamados, para la gloria de tu nombre. Amén.

      Equipo de flores

      “El cuerpo humano tiene muchas partes, pero las muchas partes forman un cuerpo entero. Lo mismo sucede con el cuerpo de Cristo” (1 Cor. 12:12, NTV).

      Uno de mis vecinos plantó girasoles en su jardín. Cada vez que camino junto a su casa, me detengo a mirar estas enormes flores que irradian su belleza amarilla. Recientemente, descubrí que cada girasol está formado por miles de pequeñas flores llamadas florecillas. ¡Los pétalos amarillos y los centros marrones son en realidad flores individuales! Cada floración de girasol está formada por hasta dos mil de estas florecillas. En realidad, cada floración de girasol es un equipo de flores que trabaja unido.

      Cierto día nos juntamos con un grupo de amigas a disfrutar del sol y a comer torta de limón. Reímos y charlamos en el jardín de la casa de una amiga, mientras que una antorcha con aceite de citronela intentaba espantar a las hormigas voladoras. De pronto, la conversación se tornó más profunda. Una de mis amigas reflexionó acerca de cuán triste es que, como mujeres, tengamos una tendencia a compararnos, en lugar de apoyarnos las unas a las otras. Ella dijo que le llevó años encontrar buenas amigas con las cuales pudiera bajar la guardia y sentirse valorada. ¡Años! ¿Por qué actuamos así? “Lamentablemente, vivimos en un mundo donde las mujeres reciben mensajes que dicen: No eres valiosa; No eres lo suficientemente inteligente para este trabajo; no eres lo suficientemente delgada como para usar esos jeans…”, escribe Natasha Robinson en su artículo “God Calls All Women: But We Don’t All Have the Same Calling”, “y cuando nos sentimos inseguras o inadecuadas, es fácil rechazar o degradar a otras mujeres que tienen más confianza que nosotras. […] De alguna manera, ese rechazo nos hace sentir mejores y más cómodas con nosotras mismas, aunque solo sea por un momento”.

      Podemos pasarnos la vida comparando y rechazando. Sin embargo, por muchos girasoles que deshojemos, esto nunca resolverá nuestra inseguridad. La respuesta es vivir profundamente enraizadas en nuestra identidad en Cristo, sabiendo que nuestro valor ya está definido. Fuimos adoptadas por el Padre Celestial y esto nos convierte en hermanas. Somos órganos de un mismo cuerpo, florecillas de un mismo girasol. Diferentes, sin duda; pero todas escogidas, valiosas y absolutamente necesarias.

      Señor, cuando me encuentre con una mujer que me genere inseguridad, recuérdame que mi valor nunca está en juego. Cuando la belleza, la inteligencia o el talento de otra mujer me den envidia, recuérdame que somos pétalos de una misma flor. Unidas, giramos, siguiendo al Sol de justicia.

      Hasta aquí nos ayudó Jehová

      “Tomó luego Samuel una piedra y la puso entre Mizpa y Sen, y le puso por nombre Eben-ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová” (1 Sam. 7:12).

      Esperé mi turno ansiosamente hasta poder acercarme. Entonces, extendí los dedos y apoyé mis manos suavemente sobre la pared fría. Inclinando la cabeza, junto con las demás mujeres, susurré una oración: “El que habita al abrigo del Altísimo, morará bajo la sombra del Omnipotente. Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; mi Dios, en él confiaré…” (Salmo 91).

      El Muro de los Lamentos, en la antigua ciudad de Jerusalén,