Cuando Pedro, por un error suyo, hizo que su equipo deportivo perdiera, le echó la culpa a la cancha, que no estaba en buenas condiciones.
Cuando la mamá le preguntó a Jorge si él había comido las galletitas del frasco, él culpó a su hermanito Lucas diciendo que como él había comido primero, lo había tentado a comer también.
¿Te suenan conocidas frases como “mira lo que me obligas a hacer” o “mira cómo me has hecho enfadar”?
La costumbre de no hacerse cargo de los errores o equivocaciones propias no es nueva. Es tan vieja como el tiempo que llevamos en este mundo de pecado. ¿Puedes adivinar quiénes fueron las primeras personas en no hacerse cargo de sus errores? Sí, fueron Adán y Eva. ¿Qué fue lo que Adán le contestó a Dios cuándo le preguntó qué había pasado con el fruto prohibido? Le echó la culpa a Eva. ¿Y qué contestó Eva cuando Dios le pidió explicaciones? Le echó la culpa a la serpiente. Y desde aquel episodio hasta nuestros días, nada ha cambiado. Niños y adultos por igual buscan evadir la responsabilidad de sus actos culpando a otros, o culpando las circunstancias.
Pero si hay una lección que debemos aprender es la de ser responsables por nuestros actos. Nadie nos “obliga” a enojarnos, nadie nos “obliga” a comer las galletitas del frasco; somos nosotros los que decidimos hacer esas cosas. Por lo tanto, debemos aprender a decir “fui yo”. No mi hermano, ni mi amigo, ni mi profesor; fui yo.
La irresponsabilidad de los actos es particularmente peligrosa en relación con el pecado. Vuelve a leer el versículo para hoy. Si quieres recibir el perdón de Dios, lo primero que debes hacer es reconocer que eres el culpable y no “encubrir” tus faltas echándole la culpa a otros. No tengas miedo en reconocer que fuiste tú. ¡Dios te recibirá y te perdonará! Gabriela
12 de marzo
Federico
“Pero Daniel mismo era superior a estos sátrapas y gobernadores, porque había en él un espíritu superior; y el rey pensó en ponerlo sobre todo el reino” (Daniel 6:3).
¿Se nace responsable o es un valor que podemos desarrollar?
La historia de Daniel es una de mis favoritas. Joven, desterrado, preso y, sin embargo, siguió haciendo lo que era correcto, especialmente a los ojos de Dios. Todos se daban cuenta de ello, ¡hasta el mismo rey! No creo que haya sido fácil hacerlo, ¿y tú?
Federico era un niño que desde pequeño mostró una inclinación natural al estudio y la responsabilidad. Cumplía con las tareas asignadas y presentaba sus trabajos a tiempo y prolijos. Siempre escoltaba la bandera, por ser un excelente alumno. No es que fuese superinteligente; era responsable y esforzado, lo cual muchas veces es mejor que lo primero. En su casa era igual de diligente y cumplidor.
Por todo eso, muchos compañeros le tenían celos. A diferencia de Federico, eran descuidados y malos estudiantes; solo querían bromear y perder el tiempo. Un día la maestra notó que Federico prefería quedarse en el aula leyendo un libro en lugar de salir a jugar, y comprendió enseguida que sus compañeros no lo incluían, aunque él era amigable y servicial.
En ese país solían rendirse exámenes anuales, evaluados por región. Las profesoras incluso intercambiaban colegios para no ayudar a sus propios alumnos en los exámenes, y que el resultado fuese muy objetivo y real. Cuando se anunciaron estas fechas, todos comenzaron a inquietarse, pues eran muy conscientes de que no sabían lo suficiente, especialmente en las áreas fundamentales: Matemáticas y Lengua.
Hablaron entre todos de la posibilidad de prepararse con profesores particulares. ¡Estaban tan atrasados! Pero se les ocurrió una mejor idea. ¿Quién mejor que alguien de su edad para ayudarlos? Alguien que les explicara todo lo que tenían que saber y rápidamente, pues las fechas se aproximaban. Cuando pidieron la ayuda de Federico no sabían cómo reaccionaría.
¿Qué imaginan que hizo Federico? Sí, los ayudó. Porque además de responsable era tierno y amigable. Desde aquel día todos fueron buenos amigos, y aprendieron que la responsabilidad es un don maravilloso. ¿Serás tú un Daniel moderno? Mirta
13 de marzo
Puntualidad
“Pero mientras ellas iban a comprar, vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta” (Mateo 25:10).
¿Cómo andas en puntualidad? ¿Llegas a horario a tus compromisos? Si eres como la mayoría, seguramente necesitas de una alarma o recordatorio que te ayude a ser puntual. ¿Quieres saber un dato curioso? El primer sistema para despertarse a una hora determinada fue inventado por los griegos hacia el año 250 a.C., y consistía en un pájaro mecánico que sonaba cuando la marea subía de nivel. Pero el despertador o alarma, tal y como se conoce hoy, fue inventado en 1787 por el relojero Levi Hutchins en los Estados Unidos. Hutchins diseñó una palanca para que, cuando la manecilla marcara cierta hora, sonase una campana.
Pero, ¿cuál es la importancia de ser puntual? Es pensar en los demás, y no hacerles perder su tiempo, porque sabemos que tienen otras cosas que hacer. Es un excelente hábito que debemos cultivar toda la vida.
No solo debes ser puntual como muestra de respeto, sino también porque cuando llegas tarde a un compromiso te puedes perder cosas importantes. Cuenta una historia que el 24 de junio de 1950 comenzó a jugarse en Brasil la cuarta Copa Mundial de fútbol en el estadio Maracaná. Aunque todavía el presidente de Brasil con su familia no habían llegado, el árbitro inglés George Reader decidió iniciar el partido puntualmente. Cuando se le preguntó por qué no había esperado a que llegara el presidente, él contestó que comenzaba los encuentros con puntualidad porque la prensa extranjera y los reporteros de radio estaban sujetos a un horario donde debían pasar sus informes a periódicos y emisoras en un momento fijado. Dos semanas después, cuando se disputó otro encuentro decisivo, el presidente, su familia y un montón de otros funcionarios estuvieron sentados en sus lugares ¡veinte minutos antes del horario anunciado!
En la Biblia, hay otra historia sobre cinco vírgenes que fueron responsables con su provisión de aceite y, gracias a ello, cuando vino el esposo estuvieron preparadas para entrar a las bodas a tiempo. Luego de que todos entraron, la puerta se cerró y ya no hubo más oportunidad para los que llegaran tarde. ¡Ojalá tú y yo estemos entre los “puntuales” que estén preparados cuando él regrese! Gabriela
14 de marzo
Un rey irresponsable
“En la primavera, que era la época en que los reyes salían de campaña... David se quedó en Jerusalén” (2 Samuel 11:1).
Me imagino cómo se preparaban mentalmente los soldados cuando llegaba la época de estar fuera de casa. ¡Ya sabían lo que se esperaba de ellos! Sabían que era su deber cuidar de su pueblo. Sabían también que podían contar con su rey.
Sin dudas, no había otro como David. Era tan valiente que se habían compuesto cantos acerca de él. Y, por si fuera poco, era apuesto, consagrado, y encima ¡músico y poeta! Cuando estaban en el campo de batalla, los soldados seguramente miraban hacia donde estaba su erguido monarca y renovaban su coraje. Además, me imagino que David aprovechaba a inspirar a los soldados con cantos. ¡Qué gran rey! Era un honor luchar a su lado.
Ese año, sin embargo, todo cambió. El rey decidió quedarse en casa. ¿Crees que David sabía que sus soldados lo necesitaban? ¿Piensas que él conocía su responsabilidades? Yo creo que sí. Pero decidió enviar a Joab, y