Del feudalismo al capitalismo. Carlos Astarita. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Carlos Astarita
Издательство: Bookwire
Серия: Historia
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788437081144
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formaban con los clérigos una sola clase bifuncional en el área. Fundamenta este juicio en documentos eclesiásticos, que supone pertinentes para el problema, ya que las informaciones directas sobre la propiedad y la producción de los caballeros son muy parcas en los testimonios municipales. Asenjo González (1984, pp. 68-69) estima que eran grandes propietarios absentistas –llamados herederos–, y el campesino bajo arrendamiento debía cubrir la mayoría de la sociedad rural. Para Santamaría Lancho (1985, pp. 88-90) el señorío colectivo ejercido sobre las aldeas era la base de reproducción del patriciado. Aunque se ha ocupado de una zona distinta, Ruiz de la Peña (1981) mantiene una opinión concordante. Barrios García (1983-1984, 2, pp. 153 y ss.) presenta la tierra de Ávila a comienzos del siglo XIV desagregada en señoríos (de la alta nobleza, de la nobleza local y de abadengo). Este razonamiento es peculiar de los historiadores, ya que el concepto de clase aparece ligado al ejercicio de una potestad señorial sobre el espacio de influencia del concejo, aun cuando se reconozca que la apropiación del excedente «no debe entenderse como medio de obtención individual de ingresos, sino como la concreción extractora de una dominación feudal colectiva sobre las aldeas».[6] El argumento es en ocasiones asociado a las formas de vida. Mínguez Fernández (1982) defiende la afinidad de los caballeros con la clase feudal por la semejanza de abusos, como las usurpaciones de tierras, y define los conflictos de los caballeros con la aristocracia como intraclasistas. Glick (1979, p. 162) los puntualiza como «quasi-noble status» y los asimila a los infanzones. Diago Hernando (1992, pp. 31 y ss.) discurre sobre carriles parecidos. Sus razones se basan en el ejercicio de las armas, la residencia urbana y la constitución de una oligarquía de hidalgos agrupados en linajes. La polarización social que conllevó este proceso parece demostrada para Soria, aunque no la detecta en forma nítida en otros lugares. Otro argumento consiste en recurrir a casos particulares de caballeros con señoríos, bien testimoniados, en la convicción de que son representativos del conjunto.[7] Una última base está en el léxico, como el significado de «herederos».

      ...l’histoire de l’ascension statutaire des chevaliers populaires est en fait l’histoire du processus par lequel une bourgeoisie prend possession d’un statut noble au sein d’un environnement urbain (Arriaza, 1994, p. 419).

      HIPÓTESIS

      No obstante el consenso general, la concordancia de los caballeros con los señores tropieza con complicaciones. Una de ellas es la referida a los documentos. La apelación a fuentes eclesiásticas plantea que la asimilación con la clase feudal carece muchas veces de un apropiado sostén. Antes que recurrir a peligrosas analogías, conviene apoyarse en textos específicamente concejiles. Esos documentos, del siglo XIII en adelante, serán el asiento fáctico de este análisis, para apreciar las relaciones económicas y sociales de los caballeros, su situación de clase, lo que implica su captación como tipo social promedio tomando en una consideración secundaria las desviaciones individuales.

      La hipótesis es que los caballeros constituyeron una clase de campesinos independientes, rasgo que no niega, sin embargo, su funcionalidad en la reproducción feudal a partir del poder que, como colectivo, ejercieron sobre las aldeas. Como parte socialmente diferenciada del feudalismo, la caballería villana garantizaba la dominancia que sobre el espacio de los concejos había constituido el régimen señorial. Esto significa que el modo de producción feudal admitía sistemas subordinados que aseguraban el excedente del poder superior, que era, en muchos casos, el rey. La proposición se aclara si se muestra que los caballeros explotaban asalariados. Es el problema que se tratará aquí con cierto detenimiento.

      Esta tesis se opone a buena parte de los historiadores. Esta posición implica el riesgo (ya probado) de ser acusada de una nostálgica revalorización de nociones de Sánchez Albornoz, ahora tan cuidadosamente denostadas por los investigadores. Es de esperar que ese prejuicio no interfiera en la lectura del presente trabajo, que de ningún modo se propone revivir una visión crepuscular de la historia.

      Una posición minoritaria no significa la soledad. Monsalvo Antón se adhirió a la concepción que aquí se defiende, y que expuse hace ya unos años, siguiendo las huellas de Pastor de Togneri (1970) (Astarita, 1982). No estuvo exento de algunas vacilaciones. En un primer momento, Monsalvo (1988, pp. 126 y ss.) aceptó la caracterización feudal de las aristocracias concejiles, aunque observaba que los caballeros de Alba de Tormes, su real campo de examen, no tenían señoríos. Finalmente (1992a), se inclinó por una interpretación en el sentido del campesino libre.

      Abordaremos ahora en detalle situaciones socioeconómicas y sociopolíticas de los caballeros. Con ello, reconoceremos una estructura que supera los límites del grupo. Tomaremos contacto con una modernidad precoz que por un lado bloqueaba las posibilidades de transformación social, y por otro originaba una circulación mercantil que abría posibilidades de transición al capitalismo en un nivel microsocial. Además, con este estudio estaremos en condiciones de abordar ulteriormente la transmutación que ofrece la forma política bajo medieval.

      PROPIEDAD ECONÓMICAMENTE LIBRE

      La peculiaridad de la propiedad de la caballería villana comienza a resolverse si partimos de una observación comparativa con el nivel inferior de la caballería feudal.

      En su aspecto primordial, la propiedad feudal implica la distribución de derechos de mando y de apropiación de rentas entre los miembros de la clase de poder, por un lado, y los nexos que los partícipes de esos derechos establecían con los productores directos, por otro. Estos dos ámbitos abarcan las esferas combinadas de relaciones políticas y económicas en que se desagrega, analíticamente, el sistema.

      Con referencia al primer nivel, la propiedad consistía, en principio, en bienes raíces que detentaban diversos titulares atados a un régimen de obligaciones. Su expresión fueron los pactos de vasallaje que, no obstante su objetivo de cohesión social, no impidieron las rebeliones y los enfrentamientos recursivos. Sin embargo, para los estratos inferiores de la clase señorial, las obligaciones no eran letra muerta. La desfavorable correlación de fuerzas en que se hallaban les impedía imitar a los grandes señores que se permitían muchas veces abandonar al rey en la campaña militar o no obedecer sus disposiciones.

      Ese acatamiento de los caballeros feudales fue un factor imprescindible del funcionamiento social, que se vincula con el segundo aspecto que recubre la categoría de propiedad feudal: la relación establecida entre señores y campesinos. En la medida en que el excedente era obtenido mediante una coacción política y militar que no podía implementarse más que por acción colectiva, el derecho de propiedad pasaba a estar depositado en una jerarquía señorial. Cada uno de sus miembros disponía de una atribución de mando sobre alguna porción de territorio, prerrogativa que se había convertido en una propiedad individual, en una cualidad de la persona.