El escrito de 1913, muy crítico sobre la experiencia y titulado con este término entrecomillado (E: GS II/1, 54-56) (E: Obras II/1, 54-56)18, trata de caracterizar y criticar el uso burgués de la palabra. Sobre el sentido y la intención de este escrito se expresó en 1929, afirmando:
En un primer artículo movilicé todas las fuerzas rebeldes de la juventud contra la palabra «experiencia». Y ahora esta palabra se ha convertido en un elemento en el que se apoyan muchas de mis cosas. A pesar de ello, he permanecido fiel a mí mismo, pues mi ataque hundió la palabra sin aniquilarla. Pasó a ocupar el centro de la cosa (EA: GS II/3, 902) (traducción del autor).
El escrito comienza con un ataque a dicho concepto, tal como lo entienden y usan los adultos, para quienes no es más que una máscara para esconder un vacío, la ausencia de experiencia y de valores. A pesar del ataque o, más exactamente, este mismo ya delata un alegato a favor de la experiencia. Frente a la vaciedad de la experiencia de los adultos, que no sirve más que para afirmar su autoritarismo, su rutina y ausencia de valores, Benjamin sienta las bases de la posible experiencia en la voluntad de vivir en la verdad y la honradez:
Nosotros conocemos otra cosa que la experiencia ni nos otorga ni nos quita: que existe la verdad, aunque todo lo que se haya pensado hasta ahora resultara un error. O que hay que ser leal, aunque nadie lo haya sido hasta ahora. La experiencia no puede arrebatarnos esa voluntad (E: GS II/1, 55) (E: Obras II/1, 55).
Se trata de que haya sujeto capaz de tener y hacer experiencia. Una vez puesto el sujeto de la experiencia, el contenido será el correspondiente. «Cada una de nuestras experiencias tiene, sin duda alguna, contenido. Nosotros mismos le daremos contenido desde nuestro espíritu» (E: GS II/1, 55) (E: Obras II/1, 55).
«Sobre el programa de la filosofía venidera»
Estos primeros escarceos en reivindicar la experiencia y la religión encuentran su primer intento de pensarlos, incluso de modo sistemático, en el escrito «Sobre el programa de la filosofía venidera» de 1918 (ÜPkP: GS II/1, 157-171) (SPFV: Obras II/1, 162-175), del que vamos a intentar ver más detenidamente su concepto de experiencia, de religión y la conexión entre ambos19.
El título del escrito es ya sintomático de su carácter ambicioso; en él, por ende, se propone tratar sobre cómo ha de ser la filosofía próxima, la del futuro. Esta nueva filosofía se ha de hacer en conexión con la kantiana, porque esta conexión garantiza «continuidad histórica» y «alcance sistemático», y esto segundo, la kantiana es la única que lo ofrece, lo cual es de capital importancia, puesto que Kant es el único filósofo, juntamente con Platón, que le interesaba «ante todo y en primer lugar su necesaria justificación» del conocimiento (ÜPkP: GS II/1, 157) (SPFV: Obras II/1, 162). De esta conexión con la filosofía kantiana le interesa especialmente «la hondura que parece la adecuada frente a un tipo nuevo de experiencia, un tipo de experiencia superior», ya que esta es «la principal exigencia a la filosofía de hoy», la cual solo puede ser planteada y verse satisfecha «bajo la típica (Typik) del pensamiento kantiano», porque esta le da «la fundamentación epistemológica» (ÜPkP: GS II/1, 160) (SPFV: Obras II/1, 164). Así tenemos ya trazados sus intereses filosóficos mayores: la filosofía kantiana y el concepto de experiencia y el motivo de la unión de estos dos intereses, que es alcanzar «un tipo de experiencia superior».
Crítica al concepto usual de experiencia
La exposición del concepto de experiencia empieza con la crítica del que considera concepto habitual de su tiempo. Según Benjamin, «el problema de la teoría kantiana del conocimiento, como el de toda gran teoría del conocimiento, posee dos lados»: la cuestión de «la certeza del conocimiento» y la cuestión de «la dignidad de una experiencia que es efímera». A la primera cuestión la filosofía kantiana le ha dado «una explicación válida», pero no a la segunda (ÜPkP: GS II/1, 158) (SPFV: Obras II/1, 162). Kant se ha preocupado mucho por la certeza de la experiencia, pero escasamente por el alcance y densidad de la experiencia. ¿A qué se debe esta pobreza de experiencia en la filosofía kantiana? Fundamentalmente, Benjamin lo atribuye a dos motivos.
En primer lugar está el motivo, propio de cualquier filosofía, de que «el interés filosófico universal siempre se dirige al mismo tiempo a la validez atemporal del conocimiento» (ÜPkP: GS II/1, 158) (SPFV: Obras II/1, 162). El primer reproche es, por tanto, que la filosofía no capta la experiencia en la temporalidad y singularidad que le son propias, por encontrarse sesgada hacia lo intemporal por su interés en la búsqueda del concepto, es decir, de estructuras universales e intemporales.
A este primer reproche, de carácter general, se añade otro más específico de la filosofía kantiana, a saber, que el de Kant «aún seguiría siendo el mismo viejo concepto de experiencia», el concepto empirista, el de la física matemática (ÜPkP: GS II/1, 158) (SPFV: Obras II/1, 163). A pesar de este reproche, Benjamin defiende a Kant20, ya que en la Crítica de la razón pura, según Benjamin, Kant no identifica la experiencia con el mundo de objetos de la ciencia. El problema de Kant es, según Benjamin, un problema humano: la experiencia que tuvo como hombre, por el hecho de compartir con toda obviedad el horizonte de su época, una «experiencia singular y temporalmente limitada». Compartir tal experiencia es compartir lo que propiamente se llama cosmovisión, que en este caso no es otra que la de la Ilustración (ÜPkP: GS II/1, 158) (SPFV: Obras II/1, 163).
La primera limitación de Kant y de su concepto de experiencia proviene del carácter general de la filosofía, que tiende a lo universal e intemporal y olvida lo temporal y singular, lo efímero. La segunda limitación, propia de la época, viene dada por el carácter necesariamente histórico de toda filosofía. Disculpadas de esta manera las dos limitaciones, Kant sigue de alguna manera por encima del mal. La crítica se dirige, en efecto, no a Kant, sino a la Ilustración. Pero miremos, un poco más de cerca, en qué consiste la limitación epocal, la de la Ilustración.
La Ilustración «es una de las experiencias o visiones más bajas del mundo» (ÜPkP: GS II/1, 159) (SPFV: Obras II/1, 163), lo cual hace resaltar mucho más «la grandeza y el radicalismo del intento» de Kant, ya que este, para su filosofía, hubo de partir de «una experiencia reducida al mínimo de significado» (ÜPkP: GS II/1, 159) (SPFV: Obras II/1, 163). Ningún otro filósofo anterior hubo de enfrentarse con una tarea de tal magnitud. Benjamin especifica dos signos, que ponen de manifiesto «la pobre experiencia de esta época» o «[su] sorprendentemente ínfimo peso específico metafísico»: el primero es el imperio «tiránico» de la física newtoniana, a la cual queda reducida esencialmente la experiencia; y el segundo, la falta de «fuerzas espirituales» que habrían sido capaces de dar un gran contenido a la experiencia. Benjamin no da nombre a estas «fuerzas espirituales», pero, por lo que dice más adelante, hace pensar que se refiere a la metafísica y la religión. Notemos, no obstante, que con la constatación de esta carencia Benjamin no se sitúa fuera de lo más básico de la Ilustración, ya que, para él, estas potencias espirituales son «autoridades», «pero no en el sentido de tener que subordinarse a ellas sin crítica» («crítica» es la palabra clave en la concepción