Un año antes de morir le compuso “Nosotros”. El 16 de enero de 1942, el cantante Tony Chiroldes la estrenó en público en un festival de música en Pinar del Río, transmitido por la emisora cmab. Poco después se produjo el estreno nacional, a través de las ondas nacionales de rhc Cadena Azul, en la voz de Mario Fernández Porta.
Decía en su estrofa inmortal, sobre la que flota la desdicha de la tuberculosis:
Te juro que te adoro
Y en nombre de este amor
Y por tu bien
Te digo adiós
En 1945, en ocasión del segundo aniversario de la muerte de Pedro Junco, el cantante mexicano Pedro Vargas viajó a Pinar del Río y entregó a sus padres un diploma otorgado por la Asociación de Artistas de México a la canción “Nosotros”, por haberse mantenido en el primer lugar del hit parade durante dos años consecutivos.
Aldo Martínez Malo, el mensajero de Pedro Junco y María Victoria, guardó el secreto de a quién estaba dedicada hasta que lo reveló en 1997, poco antes de morir.
Ella se casó en 1953 y tuvo dos hijos. A raíz del triunfo de la Revolución, el 1º de enero de 1959, se exilió en Nueva York. Las únicas palabras suyas para Pedro Junco de las que se tenían noticias estaban escritas en mármol, sobre la tumba del compositor: “A Pedrito de María Victoria, 25 de junio de 1943”.
* * *
A Polo Montañez, un campesino de 50 años, lo descubrió un empresario extranjero mientras cantaba para turistas que iban a fotografiar zunzunes y tocororos y a mirar orquídeas en unos riscos ocultos en las montañas de Pinar del Río. Era la única gran estrella natural surgida en la música cubana a lo largo del medio siglo que siguió a la muerte por cirrosis hepática de Benny Moré, “El bárbaro del ritmo”.
De fabricante de carbón en la Sierra del Rosario, bajo el nombre ordinario de Fernando Borrego, en apenas unos meses del 2001 Polo pasó a ser un prodigio que atrajo a millón y medio de personas en una serie de conciertos en Cuba y ganó discos de oro y platino en Colombia, hasta que un año más tarde, tras una noche de fiesta familiar, estrelló su auto Hyundai contra un camión de remolque aparcado sin luces en una autopista oscura, a la salida de La Habana: tuvo seis días de agonía antes de morir.
Su música, de temas nobles y de una sencilla psicología de la vida, llegó para los cubanos cuando más la necesitaban: después de que en el año 2000 el gobierno diera varias vueltas de tuerca al activismo político para lograr el regreso del niño balsero Elián, quien había sido secuestrado por unos familiares en Miami, tras sobrevivir al naufragio y la muerte en el mar de 13 personas, incluida su madre.
La sociedad cubana, desgastada y al límite de sus esfuerzos a causa de la interminable y catastrófica crisis económica que siguió al derrumbe del comunismo internacional en la década de los años noventa, sufrió con el caso Elián un batuqueo asfixiante de marchas callejeras y adoctrinamiento político directo, y por radio y televisión, que en algún instante pareció encaminarla a una situación terminal.
Cuando los cubanos perdían toda esperanza y más inalcanzables parecían sus sueños, surgió inesperadamente Polo Montañez, con una canción de amor sedosa y nítida, atravesada por la ternura de la leche y por la dulzura de la miel, que les devolvió las ganas de querer mejorar lo que eran o, simplemente, de cantar bajo la ducha.
La canción se llamaba “Un montón de estrellas” y contaba la más común de las historias, con el corazón en la mano y sin alardes: un hombre debía aborrecer a una mujer por su abandono, pero la seguía adorando porque, después de todo, en el amor se sufren mil derrotas y escasean las fuerzas para defenderse.
Repetía, sin más giros creativos, la fórmula literaria del antihéroe de “Lágrimas negras”, un bolero-son que escribió Miguel Matamoros en 1930 en la casa de huéspedes de Luz Sardaña en Santo Domingo, República Dominicana, al escuchar en el cuarto vecino el llanto de una mujer a quien su amante había dejado para siempre sin despedirse.
Seis de cada diez cubanos habían nacido después de la Revolución de 1959, cuya política musical tuvo como línea difundir la obra política e ideológica producida en su época y engavetar en lo posible toda la anterior, por lo que “Lágrimas negras” era para la mayoría como el sabuloso esqueleto de un dinosaurio colgado en un museo.
“Un montón de estrellas” era el hit del disco Guajiro natural, que sólo en ese año vendió más de 100 mil copias en el extranjero y 20 mil en Cuba:
Yo no sé por qué razón
cantarle a ella
si debía aborrecerla
con las fuerzas de mi corazón.
Todavía no la borro totalmente
ella siempre está presente
como ahora en esta canción.
Incontables son las veces
que he tratado de olvidarla
y no he logrado arrancarla
ni un segundo de mi mente.
Porque ella sabe todo mi pasado
me conoce demasiado y es posible
que por eso se aproveche.
Porque yo en el amor soy un idiota
que ha sufrido mil derrotas
que no tengo fuerzas para defenderme.
Pero ella casi siempre se aprovecha
unas veces me desprecia y otras veces
lo hace para entretenerme y es así.
Hoy recuerdo la canción
que le hice un día
y en el fondo no sabía
que eso era malo para mí.
Poco a poco fui cayendo en un abismo
siempre me pasó lo mismo
nadie sabe lo que yo sufrí.
Una víctima total de sus antojos
pero un día abrí los ojos
y con rabia la arranqué de mi memoria.
Poco a poco fui saliendo hacia delante
y en los brazos de otra amante pude terminar
al fin con esta historia.
Porque yo en el amor soy un idiota
que ha sufrido mil derrotas
que no tengo fuerzas para defenderme.
Pero ella casi siempre se aprovecha
si algún día me besaba eso era
solo para entretenerme y es así.
Todo fue así, todo fue por ella
yo la quería, yo la adoraba
pero tenía que aborrecerla.
Todo fue así, todo fue por ella
cómo yo quise a esa mujer
porque pensaba que era buena.
Todo fue así, todo fue por ella
yo era capaz de subir al cielo
para bajarle un montón de estrellas.
Todo fue así, todo fue por ella
un pajarito que iba volando
yo lo cogí para complacerla.
Todo fue así todo fue por ella
tanto se burló de mí que ahora
no puedo verla.