Amores inmigrantes. Diana Arias. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Diana Arias
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789500211932
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y aguardar su deceso en soledad. Uno de los marineros que había trabado amistad con el danés se apiadó de él, que apenas gemía mientras perdía su conexión con la vida, y le dejó una botella de whisky para sus últimas horas.

      La llegada a Oslo ocurrió dos días después. Tras hacer bajar a todo el pasaje, el capitán resolvió abrir el camarote, que anticipó pestilente y fatídico. En lugar de ello, ¡se encontró con un hombre saludable junto a una botella vacía!

      Luego de su episodio de fiebre amarilla y una cuarentena obligada en Noruega, Johannes viajó a Dinamarca. Necesitaba reunir dinero suficiente para un pasaje y probar suerte, esta vez, en la Argentina. Trabajó en una empresa de forestación, en la que cultivaban árboles —coníferas, hayas, robles y fresnos— y los vendían a las granjas o ranchos de la zona.

      Esta actividad conectó a Johannes con la naturaleza, le permitió experimentar con semillas, ciclos y pestes del cultivo. Los viajes y peripecias le dejaron enseñanzas y un propósito: trabajar con ahínco para partir en dos años hacia Sudamérica y, mediante algunos contactos y facilidades que daba el gobierno radical de la Argentina, arrendar tierras para tener su propio monte de árboles y una casa.

      Febrero pasó con lentitud, los días cortos de ese invierno especialmente crudo reavivaron la tos de la pequeña Titte.

      Probó todas las medicinas caseras de la familia, que se esmeraba en complacerla.

      La posguerra fue larga en Europa, y la neutralidad de Dinamarca había favorecido su economía, ya que los países vecinos —diezmados humana y económicamente— no competían por los mercados que habían conquistado los daneses. Aun así, viendo que su familia tenía una mejor situación económica, Nellie sentía que ese no era su lugar. Terminó de confirmarlo al no encontrar a Hans, su exesposo y padre de Margarita, que estaba de viaje.

      El 23 de abril de 1924, partieron nuevamente hacia Buenos Aires, a esa ciudad que no dormía y que las esperaba en medio de sombreros y poetas gloriosos. Por segunda vez en sus vidas, La Sirenita del puerto les dijo adiós.

      Los primeros días de viaje casi no salieron a cubierta, a Nellie le preocupaba la salud de Margarita. Esta vez tenían un camarote privado en segunda clase, con un ojo de buey que permitía ventilar y ver el exterior, de manera que las salidas eran al cuarto de baño y al comedor.

      Ya en alta mar, una tarde de sol, madre e hija se abrigaron para recorrer el barco. Margarita estaba entusiasmada de jugar con otros niños y Nellie por entablar conversaciones con adultos. Con sus gorros de piel y manguitos para protegerse del frío, caminaron en dirección al puente de mando.

      Johannes las vio acercarse y dejó su trabajo un instante. Su experiencia en otros barcos le dio la posibilidad de permanecer más tiempo en cubierta, porque podía ayudar. Si no, los pasajeros de tercera clase tenían contados los minutos de aire libre y recreación. Sus conocimientos le valieron para obtener un lugar más cómodo si se encargaba de algunas tareas de mantenimiento.

      Margarita inició la conversación diciendo que en Dinamarca hacía mucho frío y que ella y su mamá se volvían a la casa de los sombreros de Buenos Aires. Suficiente información para abrir una amena plática que se dio cita cada tarde en la cubierta, cuando el clima lo permitía. Ambos, Nellie y Johannes, habían nacido en la isla de Sjælland, por lo que compartieron rápidamente historias y conocidos comunes.

      Johannes le habló de sus planes en la Argentina, de sus sueños de sembrar la tierra y ver crecer su propio bosque de árboles. Nellie le describió el atelier de Madame Fontaine y capturó su atención cuando le contó de la Patagonia y la inmensidad de esa naturaleza que el danés quería conocer.

      Cuando faltaban dos días para arribar al puerto de Santos, en Brasil, y unos siete para llegar a Buenos Aires, Nellie dijo que quería bajar a tierra y visitar en las afueras de la ciudad brasileña el famoso serpentario. El barco permitía a los pasajeros de primera y segunda clase pasear unas horas antes de seguir hacia su destino.

      —Johannes, con Titte vamos a bajar en el puerto, quiero conocer un parque, ¿quiere venir con nosotras? —invitó Nellie.

      —¡No pensaba dejarlas solas en este país, cuando me contaste tu plan, ya me había apuntado! —respondió.

      Puerto de Santos, San Pablo, 18 de octubre de 1924

      Vestidas con la ropa de verano que habían usado al partir de Lima dos meses atrás, Nellie y Margarita descendieron las escaleras de madera junto a cientos de pasajeros deseosos de caminar en suelo firme. Se encontraron con Johannes un rato más tarde, cuando terminó sus obligaciones en el barco.

      Con el calor sofocante y el sol ardiéndoles las caras, los tres viajeros perdieron la cuenta del tiempo una vez que el paisaje empezó a envolverlos rumbo al parque del serpentario. La muestra de serpientes vivas y embalsamadas pertenecía al prestigioso Instituto Butantan. Había sido creado en 1899, cuando un brote de peste bubónica llevó a la Administración Pública de Brasil a fundar un laboratorio para la producción de un suero que la combatiera. Luego, con el objetivo de difundir ampliamente la ciencia, se especializó en la producción de suero antiofídico.

      Johannes quedó fascinado con los árboles del parque Butantan que, debido a su origen, al número limitado de especímenes o a su condición ecológica, se consideraban raros. Algunos con características excepcionales, como flores fragantes o de colores, maderas con texturas singulares o tamaño monumental.

      Por su parte, las serpientes resultaron impresionantes, «repugnantes y aterradoras», y ya nunca se olvidarían de esa incursión a la naturaleza, que les brindó información específica sobre el veneno y los accidentes causados por estos animales.

      Con Titte entretenida en el paseo, Nellie conversaba con Johannes, y las horas pasaban con rapidez. Un guía les contó sobre el instituto y la necesidad de fabricar sueros antiofídicos, especialmente para los trabajadores de las plantaciones de café, que frecuentemente sufrían la mordedura de víboras. Además, les explicó que eran dos los tipos de ofidios más peligrosos y que uno de ellos era importado de Europa.

      Regresaron al puerto cansados y alegres por su travesía. Faltando doscientos metros para el muelle de embarque, Johannes divisó a lo lejos un gran buque que se perdía en el mar. Corrieron agitando ingenuamente los brazos, entre risas y preocupación. Mezclaban pedidos de auxilio en danés y castellano, mientras las personas los miraban como si fueran desquiciados… El barco se había ido sin ellos tres.

      Puerto de Buenos Aires, 24 de octubre de 1924XXIV

      Luego de recuperar sus pertenencias en el Hotel de Inmigrantes, Nellie aún estaba sorprendida de la capacidad de resolución que había demostrado Johannes con el inconveniente en Brasil. Su vida en los puertos y el conocimiento de algunos atajos les había permitido alojarse en un hotel similar al de Buenos Aires, que daba cobijo a inmigrantes sin recursos, y conseguir pasajes para los tres en una embarcación menor.

      Esos días alimentaron la relación entre Nellie y Johannes, que pasó de la formalidad a una franca amistad, por lo que la despedida en Buenos Aires les dejó un sabor triste en los labios. Nellie y la pequeña Titte regresaron al atelier de Madame Fontaine, que las recibió con su acostumbrado glamour y algarabía, mientras que Johannes emprendió viaje rumbo al sudeste de la provincia de Buenos Aires.

      Seis meses más tarde, llegó una carta en la que el danés invitaba a Nellie y su hija a conocer su nuevo hogar: una chacra en cercanías al joven pueblo de Aparicio, en el partido de Coronel Dorrego.

      Esta