Este ser el día del Gran Dios y otros relatos Impresionantes sobre el sábado. Stanley Maxwell. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Stanley Maxwell
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789877983579
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en Hong Kong, la señorita Brenda, una de las hermanas Micheff, hizo los arreglos para que el Sr. Stan contara relatos navideños en los estudios de 3ABN3. También enseñó la especialidad de Narración Cristiana del Club de Conquistadores en el estand de narración de los nietos del Tío Arturo4 durante el camporí de Conquistadores que tuvo lugar en Oshkosh. Es un narrador regular en los encuentros campestres de Michigan.

      Los relatos de Este ser el día del Gran Dios están incluidos en alguna de las siguientes cuatro categorías: (1) relatos de personas que tuvieron dificultades para guardar el sábado y Dios honró su fe, incluso en tiempos recientes; (2) relatos en los cuales algo notorio ocurrió en sábado; (3) relatos de hechos que cambiaron la vida de personas que fueron testigos de cómo alguien honró el sábado; y (4) relatos diseñados para ayudar a los lectores a entender cómo guardan el sábado otras personas. Con frecuencia, los nombres y a veces también los lugares han sido cambiados, para proteger a los protagonistas reales. Estas historias son relatos orales basados en la memoria. El Sr. Stan los narra tal como le fueron relatados a él.

      Estas historias poderosas sobre el sábado y sobre Dios lo beneficiarán espiritualmente.

      Stanley M. Maxwell

      25 de mayo de 2011

      Notas: Si usted tiene algún relato que le gustaría compartir con el Sr. Stan, por favor, envíelo a través de Pacific Press. Él siempre está recopilando buenos relatos.

      1 Nombre anterior de la actual revista Guide, una revista de relatos para niños en inglés, publicada por la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Dato bibliográfico: Stanley Maxwell, “The man who rode to California on a potato”, Junior Guide (Oct. 14, 1970), pp. 15, 18.

      2 Estación de radio de la Universidad de Andrews de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, Berrien Springs, Michigan.

      3 Three Angels Broadcasting Network [Red de Difusión de los Tres Ángeles], de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.

      4 Nombre con que se conoció al prolífico autor adventista Arturo S. Maxwell.

       “Este ser el día del Gran Dios”

      Un capataz australiano observó cómo un pequeño leñador salía de la selva de Papúa Nueva Guinea y entraba en su aserradero colonial. Le preguntó su nombre y qué deseaba.

      –Tú llamarme Umie. Mí querer gran jefe hombre darme buen trabajo aquí –dijo el leñador.

      El capataz llevó al leñador de piel oscura a su oficina y le explicó:

      –Te pagaremos. Cortarás árboles, los acopiarás y los apilarás aquí.

      Señaló hacia el aserradero a través de la ventana de su oficina.

      –Primero, pon la impresión de tu pulgar en esta página.

      El capataz abrió una almohadilla y la puso sobre el escri­torio.

      Umie no sabía leer ni escribir, pero confiando en el hombre blanco presionó su pulgar en la almohadilla y luego lo presionó en la parte inferior del papel. No sabía que el contrato requería que trabajara seis días a la semana, de lunes a sábado, durante tres meses consecutivos, y que si faltaba un solo día al trabajo sería arrojado a la cárcel. Pero, aunque hubiera podido leer el contrato, la palabra cárcel no significaría nada para este hijo de la selva.

      Cuando Umie terminó, el supervisor sonrió.

      –Bien, compañero, ahora trabajas para nosotros.

      Guio a Umie hacia las barracas.

      –Descansa hoy, trabaja mañana. ¡Buen día, compañero!

      A la mañana siguiente, Umie se internó en la selva con los otros trabajadores. Disfrutó cortando árboles y apilando troncos.

      Todo anduvo bien hasta que se despertó una mañana y supo que era el séptimo día de la semana. En ese día, él pensaría en Dios y no trabajaría. Mientras los trabajadores se vestían, Umie se quedó acostado en su cama pensando en Dios.

      El capataz irrumpió en la habitación y se encaminó rápidamente a la cama de Umie.

      –¡Eh, compañero, levántate y empieza tu día! ¡Hay trabajo que hacer!

      Umie miró al capataz.

      –Mí no trabajar este día.

      –¿Cuál es el problema? –el australiano parecía preocupado–. ¿Estás enfermo?

      –Este ser el día del Gran Dios –explicó Umie–. Mí descansar de mí trabajar y mí pensar en Gran Dios.

      El capataz se rio pensando que el leñador, que jamás había visto un almanaque, había cometido un error.

      –Estás equivocado. Mañana es el día del Señor. Hoy trabajas, el domingo descansas. Ahora, ¡ve a trabajar, compañero!

      –Este día mí no trabajar –contestó Umie–. Predicador enseña mí de Gran Libro Negro. Enseña mí día siete es día de descanso del Gran Dios. Este día mí no trabajar.

      Enojado, el capataz tomó a Umie y lo arrastró fuera de su cama, lo paró sobre sus pies y le golpeó el hombro izquierdo.

      –¡Alístate para trabajar! –gritó.

      Temeroso de que el capataz le volviera a pegar, Umie se cubrió la cara con el codo. Malinterpretando el gesto y pensando que Umie quería pelear, el capataz sacó su cuchillo y cortó el brazo de Umie. La herida sangró tanto que el leñador no habría podido trabajar ese día aunque hubiera querido. Entonces, el capataz lo dejó permanecer acostado pensando en Dios.

      La herida sanó rápidamente. El lunes Umie estaba cortando y apilando troncos otra vez. El viernes, el capataz dijo:

      –Te hago un trato, compañero. El inspector colonial de agricultura, el Dr. Spencer, llega mañana. No quiero que haya ningún problema. Si trabajas mañana, te prometo que no tendrás que trabajar nunca más los sábados.

      Umie no dijo nada, pero cuando se despertó a la mañana siguiente permaneció en la cama pensando en Dios. El capataz irrumpió en la habitación como lo había hecho la semana anterior y se encaminó hacia Umie.

      –Levántate, compañero. ¡El inspector está aquí! Ayer hicimos un trato, debes cumplir.

      –Perdón, mí no trabajar este día.

      Umie permaneció en la cama.

      –Dile que trabaje, hombre –dijeron los otros trabajadores a coro, ansiosos por presenciar otra pelea entre el capataz y el leñador.

      El capataz levantó a Umie de la cama justo en el momento en que el Dr. Spencer, el inspector, entraba y preguntó:

      –¿Cuál es el problema?

      –Este leñador –el capataz señaló a Umie– se niega a trabajar. Su rebelión está causando insurrección entre los otros trabajadores.

      –Yo manejaré este asunto –dijo el Dr. Spencer–. ¿Por qué no trabajas?

      –Mí no trabajar. Este ser el día del Gran Dios –explicó el leñador–. Mí descansar y mí pensar en el Gran Dios.

      –Debes trabajar hoy. Mañana es tu día libre.

      Como Umie siguió negándose a trabajar, el Dr. Spencer dio un puñetazo en el hombro izquierdo del leñador. Para protegerse, Umie inmediatamente