”Vivieron juntos muchos años felices; y cuando monsieur fue en todos los respectos un hombre mejor, aunque todavía extraño, “La Femme Noir” se le apareció de nuevo, una vez. Lo hizo con aires apacibles, una noche de verano, con el brazo extendido hacia el cielo.
”Al día siguiente, la sorda campana le contó al valle que el tormentoso, orgulloso anciano señor de Rohean había cesado de vivir.
1 Francés: “pastor” (N. del T.).
LA CASA SOLARIEGA MORTON
Elizabeth Gaskell 1853
Al igual que Mary Shelley, Elizabeth Cleghorn Stevenson nunca conoció a su madre, que murió cuando ella tenía poco más de un año de edad. A diferencia de Mary, sin embargo, su crianza fue muy convencional. Al igual que a una heroína de Austen, la mandaron a casa de una tía y creció sin riqueza propia y sin ninguna garantía de un hogar permanente. Recibió la típica educación de una joven dama de la época, centrada en las artes, los clásicos y la etiqueta. En su tiempo libre, vagaba por los bosques y los claros de los alrededores de la casa de su tía, juntando flores silvestres y observando a los pájaros. A los veintiún años de edad, se casó con un clérigo unitarista llamado William Gaskell: su primer hijo nació muerto y el segundo murió en la infancia, pero otras tres hijas sobrevivieron.
La carrera literaria de Elizabeth parece haber empezado en 1835, con un diario donde documentaba el desarrollo de su hija Marianne; continuó explorando la maternidad y escribiendo sobre sus otras criaturas. Al año siguiente, ella y William escribieron juntos una serie de poemas, “Escenas entre los pobres”, que se publicó en enero siguiente en Blackwood’s Magazine. Su primera obra individual, “Clopton Hall” (“La Casa Solariega Clopton”), se publicó en 1840 en un volumen titulado Visits to Remarkable Places (Visitas a lugares notables) y atribuido solamente a “Una dama”. A lo largo de los dieciocho años siguiente, publicó varios cuentos bajo el seudónimo masculino “Cotton Mather Mills”, nombre indudablemente inspirado en su fe unitarista.1
“La casa solariega Morton” es uno de sus cuentos menos frecuentemente incluidos en antologías. Menos abiertamente gótico que la obra de Mary Shelley, incorpora sin embargo una cantidad de tropos que eran populares en la narrativa gótica y sensacionalista de la época: la casa solariega en ruinas, el casamiento inadecuado y la maldición o profecía finalmente cumplida. Muchos de esos elementos se encuentran también, menos célebremente, en El sabueso de los Baskerville, que Conan Doyle empezó como un cuento de terror liso y llano antes de decidirse a incluir a Sherlock Holmes, puesto de nuevo en pie a pedido del público después de su aparente muerte tiempo antes en “El problema final”.
“La Casa Solariega Morton” se publicó por primera vez en Household Words, semanario dirigido por Charles Dickens entre 1850 y 1859.
Capítulo I
Nuestra vieja Casa Solariega está por ser demolida, y van a construir calles en ese terreno. Le dije a mi hermana: “¡Ethelinda!, si de veras demuelen la Casa Solariega Morton, va a ser una obra peor que la Derogación de las Leyes de los Cereales”. Y, después de reflexionar un poco, ella contestó que si tuviera que decir lo que le pasaba por la cabeza, admitiría que pensaba que los papistas tenían algo que ver con el asunto; que ellos nunca habían perdonado al Morton que estuvo con lord Monteagle cuando descubrió la Conspiración de la Pólvora, pues sabía que, en algún lugar de Roma, llevaban un libro, que venían llevando durante generaciones, donde se hacía un informe sobre la historia privada secreta de todas las familias inglesas de nota y estaban registrados los nombres de aquellos a quienes los papistas les guardaban rencores o gratitud.
Nos quedamos un rato en silencio; pero estoy segura de que el mismo pensamiento estaba en la cabeza de ambas; nuestro antepasado, un Sidebotham, había sido partidario del Morton de aquella época; siempre se había dicho en la familia que había estado con su señor cuando con lord Monteagle descubrió a Guy Fawkes y su linterna sorda bajo la Casa del Parlamento; y nos pasó por la cabeza como un rayo la pregunta de si los Sidebotham no estarían señalados con una marca negra en ese terrible libro misterioso que guardaban bajo siete llaves el papa y los cardenales en Roma. Era terrible, aunque, en cierto modo, más bien agradable pensar eso. Tantas de las desgracias que nos habían ocurrido a lo largo de la vida, y que llamábamos “designios misteriosos”, pero que algunos de nuestros vecinos habían atribuido a nuestra falta de prudencia y previsión, quedaban explicadas en el acto, si éramos objeto de odio letal de una orden tan poderosa como los jesuitas, a quienes vivíamos teniéndoles terror desde que leyéramos La jesuita. Si esta última idea sugirió lo que dijo mi hermana a continuación no sé decirlo; sí conocíamos a la prima segunda de la jesuita, de modo que podría decirse que había relaciones literarias, y de allí podía surgir un pensamiento sorprendente como ese en la cabeza de mi hermana, porque dijo: “¡Biddy! (me llamo Bridget y nadie más que mi hermana me dice Biddy), supongamos que escribes un informe sobre la Casa Solariega Morton; en nuestra época conocimos mucho de los Morton, y sería una pena que eso desapareciera por completo de la memoria de los hombres mientras nosotras podamos hablar o escribir”. Me gustó la idea, lo confieso; pero me sentí avergonzada por estar de acuerdo en el acto, aunque, incluso mientras ponía reparos en honor a la modestia, me vino a la mente cuánto había oído contar yo sobre el viejo lugar en tiempos antiguos y que eso era, tal vez, todo lo que podía hacer ahora por los Morton, bajo cuyo señorío nuestros antepasados habían vivido como arrendatarios durante más de trescientos años. De modo que al fin estuve de acuerdo; y, por temor a cometer errores, se lo mostré al señor Swinton, nuestro joven cura, que me lo ha puesto bien en orden.
La Casa Solariega Morton está situada a unas cinco millas del centro de Drumble.2 Está en las afueras de una aldea, que, cuando se construyó la Casa Solariega, era probablemente tan grande como Drumble en aquellos tiempos; y recuerdo incluso cuando había un largo tramo de camino bastante solitario, con setos altos a ambos lados, entre la aldea de Morton y Drumble. Ahora es todo calle y Morton no parece otra cosa que un suburbio de la gran ciudad cercana. Nuestra granja estaba donde pasa ahora la calle Liverpool; y la gente solía venir a cazar agachadizas justo donde se construyó la capilla bautista. Nuestra granja debe de haber sido más antigua que la Casa Solariega, pues tenemos una fecha de 1460 en una de las vigas. Mi padre se sentía bastante orgulloso de esa ventaja, pues la Casa Solariega no tenía ninguna fecha más antigua que 1554; y recuerdo cuando ofendió a la señora Dawson, el ama de llaves, por insistir demasiado en esa circunstancia una tardecita en que ella vino a tomar el té con mi madre, cuando Ethelinda y yo éramos apenas niñas. Pero mi madre, al ver que la señora Dawson jamás admitiría que alguna casa de la parroquia pudiera ser más antigua que la Casa Solariega, y que estaba levantando calor y casi insinuando que los Sidebotham habían fraguado la fecha para menospreciar a la familia