La novedad simbiótica hace imperar un misterio en inexplicable clave mutante que oscila entre lo sobrenatural y el determinismo psicologista, para decidirse finalmente por este último, haciendo confluir un enigmático prólogo sagazmente urdido por muertes catastróficas, unidas por el tríptico de gritos-eco formado por “Rompiste tu promesa”, “Está muerta” y “Yo la maté”, y luego, tras aclarar e incorporar esos enigmas a la corriente narrativa normal, concluyendo en una alucinada y sonriente convivencia armónica del doble homicida chavo psicotizado con el cadáver sentado erguido de Patricia (sin relación alguna con la mueca carcajeante de El cadáver de la novia de Tim Burton y Mike Johnson, 2005), bajo el sarcástico lema de “Hay cosas que sólo se pueden apreciar cuando están muertas”, en una escena primero parcialmente espiada por la ventana del jardín que curiosamente remite al mal ubicado y siempre ignoto delirio policiaco-criminal en código popular AR-15 comando implacable del destajista por una vez inspirado Alejandro Todd (1988), sin por ello traicionar la esperada sobriedad ni el postelenovelero tono propositivamente menor que le hubiera dado el inefable e impertérrito Taboada.
Y la novedad simbiótica estaba conformada por restos y remedos de gran cine semifantástico bajo la reiterada proclama ya lugarcomunesca de “Las mentiras se repiten tanto que se vuelven verdad”, jirones de una nebulosa película en la niebla conceptual que ya eran de golpe la obra misma.
La novedad manchada
En la coproducción con Estados Unidos y Alemania No manches, Frida (Pantelion Films - Alcon Entertainment - Neverending Media - Constantin Film Produktion - Videocine, 114 minutos, 2016), derivativa pero contagiosamente escolapio cuarto largometraje del productor y TVserialista aragonés de importación fortuita Nacho G. Velilla (Fuera de carta, 2008; Que se mueran los feos, 2010; Perdiendo el norte, 2015), con guion de Laurence Rosenthal, Claudio Herrera y Sergio Adrián Sánchez basado en la cinta alemana Fack ju Göhte que escribió y dirigió el muniquense Bora Dağtekin (2013) obteniendo un enorme éxito (primero local y luego internacional a través de adaptaciones mercadotécnicamente convenidas), el vulgar e incorregible asaltante de bancos Ezequiel Alcántara Zequi (Omar Chaparro) que purga una condena carcelaria de l3 meses a causa de una fechoría descubierta aunque jamás admitida, está traumatizado por los abusos autoritarios de una desalmada maestra padecida en la infancia, según lo explicará mucho después el flashback de un arrebato quiebravitrinas, si bien hoy toma clases dentro de un grupo esclarecido del presidio para conseguir sorber a diario chocolate caliente y poder ofrecerle a su nueva profa algunas golosinas escondidas en el culo (“Eres un ladrón, un sinvergüenza y ¡un ignorante!”), pero por fin logra salir libre, aunque sólo sea para que su larguirucha novia-cómplice teibolera tan ofrecida cuan deleznada a perpetuidad Jenny (Rocío García) le informe con el carrazo dispuesto que el cuantioso botín en dólares de su último atraco fue enterrado por ella en un patio del Instituto Frida Kahlo, con tan mala suerte que, tal como pronto lo comprobará el varón en una clandestina incursión nocturna por fractura en la guarida, el escondrijo se halla bajo el sitio exacto donde acaba de ser construido el edificio del gimnasio de la preparatoria, por lo que el inescrupuloso y astuto exconvicto deberá aprovechar el oportuno deceso de un velador de la escuela para animarse a pedir empleo como relevo suyo, ahora con tan buena suerte que la alocada directora despistadaza Miss Gaby (Mónica Dionne haciendo prodigios miméticos) lo contrata de inmediato como profesor sustituto, sin que él haya realmente querido hacerse pasar por uno, gracias a que la humillada profesora del 4º B Ingrid (Raquel Garza mutante a voluntad) ha intentado suicidarse (“¡Estoy hasta la madre!”) tirándose de la ventana por enésima vez manchada de tinta por la ferocidad de sus estudiantes (“Nuestro nuevo reto es compensar la pérdida de nuestra compañera”), y así, mientras excava por las noches un túnel digno de cualquier privilegiado narco sinaloense rumbo al subsuelo del cuarto de deportes, el improvisado profesor medio galán medio patanazo tendrá tiempo para arrostrar y sobrevivirle a numerosas peripecias atropellantes y atropelladas: recibir por deudas impagables una premonitoria paliza de parte del mandamás gansteril del antro donde Jenny hace tubo, fingir la seducción e incluso el escandaloso acueste con la anteojuda maestrita buenaonda aunque desdeñable Lucy (Martha Higareda) cuando lo único que le importaba era sedarla para escanearle fraudulentamente sus certificados de estudios, resistir con estoico aire vengativo las burlonas trampas mecánicas que dentro de su recién asignado salón le tienden para literalmente llenarlo de mierda los temibles pupilos del imposible grupo 4º. B, conseguir en un colosal rapto viril-delincuencial el respeto de los adolescentes insurrectos mediante disparos de coloridas postas explosivas principalmente contra el bello bravero multidisputado Cristóbal (Mario Morán) y la indomable rubita maldita Mónica (Regina Pavón), urdir por instinto (“Ya es hora de que entiendan quién manda aquí, ¿dónde están los demás?”) e imponer por la fuerza un innovador régimen de enseñanza basado (“Este tipo está loco, vamos a clase”) en las características y urgencias del mundo de los chavos de manera que los satisfaga ampliamente al colmar sus expectativas más profundas, organizar salidas al campo en usurpable tributo a un chivo semental innaturalmente inyectado para motivarse (al igual que los colegiales) y excursiones de grafiteo nocturno de autobuses para que la maestra Lucy pueda cambiar de ridícula imagen ante sus educandos carcajeantes (“¿Se podrían sentar, por favor? ¡Buenos días!, ¡¡Buenos días!!”), mantener a raya los caldosos avances sexuales de la paralésbica compañera de piso Caro (Fernanda Castillo) de la linda Lucy (“Estás celooosa”), resbalársele descaradamente a la trabajadora social López (Norma Angélica) para agenciarle a Lucy la adopción permanente de su hermanita dieciseisañera Laura (Carla Adell) e inclusive conseguirle la atención del galán plurideseado a ésta tras un sorprendente cambio de look sensual (“No vayas a acabar como tu hermana La Chilindrina”), relegar y relevar al desglandulado profe con corbatita de moño Valdez (Adal Ramones) en un montaje escénico escolar del Romeo y Julieta de William Shakespeare ahora ultramoderno previa desinhibición de su lenguaje conquistador soez de un final feliz con victoriosos cuerpos fosforescentes, estar a punto de consumar con máscaras de odiosos políticos efímeros (tipo Donald Trump) el atraco callejero a una camioneta de traslado de valores, pero ser salvado a tiempo para hacerse acreedor a una selfie con bastón en medio de la fiesta de graduación ajena y abrazando por siempre a la profa Lucy, al fin reconocida y asumida como su pareja perfecta por obra y gracia de las sentimentalistas convenciones arbitrarias.
La novedad manchada nace con la marca simiesca, cual pecado original, de un detonante encuentro-coctel mercantilmente afortunado (un millón de espectadores en Ciudad de México durante su primera semana de exhibición más 7.5 millones de dólares en su estreno estadunidense) que alía una probada franquicia alemana que ha funcionado merced particulares versiones e interpretaciones y adaptaciones múltiples en todo el mundo, un guion retacero de perinola todos ponen sin medida, un director comercial español, una actriz fílmica taquillera-coproductora en obbligato constante e infatigable sforzato continuo (del Amar te duele de Fernando Sariñana, 2002, al Cásese quien pueda de Marco Polo Constandse, 2014), una edición de Ángel Hernández Zoido aglutinando planos sin ritmo ni recato, situaciones y chistes obscenos más algunos gags políticamente incorrectos de los hermanos Bobby & Peter Farrelly (en especial Loco por Mary, 1998, con una Cameron Diaz ya rumbo a la odiadora profa de Malas enseñanzas de Jake Kasdan, 2011) y ecos de producciones de Televisa en torno a la Escuelita del Relajo (que van desde la serie Cachún Cachún ra-rá que dio origen a Estos locos, locos estudiantes de René Cardona hijo,