EFICIENCIA VS. EFICACIA
Esta es una dicotomía relativamente fácil de documentar. Como alguien ya lo puso, la eficiencia es el segundo nombre de la Economía tradicional. Por ejemplo, según Lazear, adalid de esta, hay tres factores que hacen que la Economía sea diferente de las demás ciencias sociales: la existencia de un individuo racional, la existencia de equilibrios en los modelos y el principio de eficiencia que lleva a los economistas a hacer preguntas que nadie más hace.
Curiosamente, para Thaler, líder de los economistas del comportamiento, la eficiencia es premisa esencial de la teoría económica. Postula que cuando la gente toma decisiones lo que busca es optimizar sus resultados, lo cual resume en la expresión Optimización + Equilibrio = Economía. Según él, ninguna ciencia social tiene una combinación tan poderosa. Sin embargo, también sostieneque el problema es que esta se asienta en premisas deleznables. Para empezar, los problemas de optimización que la gente confronta son tan difíciles de resolver que ni siquiera intenta hacerlo. Cualquier supermercado ofrece al comprador tal variedad de opciones que están al alcance de su presupuesto que es imposible pretender que una familia escoja la mejor de ellas. Por otra parte, las creencias con base en las cuales la gente hace sus selecciones siempre tienen cantidades de sesgos que los psicólogos tienen claramente documentadas. Por último, hay muchos factores irrelevantes que los modelos de optimización dejan por fuera, pero que son determinantes en la toma de decisiones de las personas.66
Rodrik, por su lado, empieza fácil cuando, en su noveno mandamiento anota que “La eficiencia no es todo”, pero se pone severo cuando escribe: “Si hoy en día asociamos con presteza a los mercados con la eficiencia, es en mucho debido —hablando sin ambages— a más de dos siglos de adoctrinamiento sobre los beneficios de los mercados y del capitalismo.67
Por ejemplo, la noción muy generalizada que los “pesos muertos” del monopolio, de los impuestos y de los aranceles afectan negativamente al bienestar de la gente de una nación tiene como única justificación el hecho de que supuestamente interfieren con el funcionamiento del libre mercado. En otras palabras, de no haber estas interferencias, el mercado por sí solo traería resultados de óptimo social, o sea de beneficio común, a productores, consumidores y a la comunidad en general. Esto es precisamente lo que se obtiene, en teoría, en el equilibrio del mercado de competencia perfecta a largo plazo sin intervención del Gobierno. El problema es que los mercados que predominan en la vida real, dentro y fuera de un país, son de competencia imperfecta, como los oligopolios y los de competencia monopolística y, por tanto, como también lo plantea Rodrik en su quinto mandamiento, las soluciones que en ellos se dan casi siempre no son eficientes.
Es aquí cuando resulta oportuno recordar que, en 1963, Peter Drucker, en uno de sus tantos artículos en Harvard Business Review, hizo la ingeniosa distinción entre eficacia y eficiencia. Eficacia —dijo— es hacer las cosas que se deben hacer, y eficiencia es hacerlas bien y en un pronunciamiento al que, ante las circunstancias que está viviendo el país en estos días, deberíamos prestarle toda nuestra atención. Puntualizó: “Ciertamente no hay nada tan carente de sentido que hacer con gran eficiencia las cosas que se sabe que no se deben hacer”,68 verbi gratia Yachay.
El problema con la economía tradicional es que ha tomado el criterio de la eficiencia como un imperativo categórico que la ha llevado a subsumirla con la eficacia. No hay que olvidar que llegar a decidir qué debemos hacer es un ejercicio que va de ignorancias a aprendizajes y hasta sabidurías, mientras que hacerlo bien significa hacer que lo decidido se convierta en realidad en la mejor forma posible. Lo segundo no podría existir sin lo primero. No hay que olvidar que cuando la aguja de una brújula señala el norte magnético, un caminante entendido sabe que esta no es la opción que necesariamente tiene que seguir, sino más bien la oportunidad para saber dónde están los otros puntos cardinales. En este sentido, la eficiencia juega un papel muy importante como referencia de cuál sería la opción óptima a la que se puede aspirar una vez procesadas las ecuaciones y los datos de los modelos teóricos. La confusión que se debe evitar es creer que esta sea la opción más eficaz. Este calificativo emergerá de la validez de las respuestas a los interrogantes que se querían responder y no a la concordancia de estas soluciones con patrones ideológicos que frecuentemente tienen las respuestas antes de ni siquiera conocer las preguntas.
Con el tiempo, entre propios y extraños, la arrogancia de los economistas ha llegado a ser casi axiomática. Tal es así que, de cuando en cuando, eminentes exponentes de la profesión se han sentido con la obligación de llamar a la humildad a sus colegas. En esta sección nos ocupamos de los dos lados de esta curiosa medalla.
IMPERIALISMO DE LA ECONOMÍA
En 1977, George Stigler y Gary Becker, los dos ganadores del premio Nobel en Economía, escribieron:
Según el punto de vista tradicional, cuando la explicación de un fenómeno económico llega al punto de la diferencia entre los gustos entre las personas, el argumento se queda en un callejón sin salida: en este punto, el problema se lo hace a un lado y se lo deja en manos de los que estudian y explican estos gustos (¿psicólogos? ¿antropólogos? ¿frenólogos? ¿sociobiólogos?). Pero siguiendo nuestra interpretación preferida, nosotros nunca llegamos a este dilema: el economista continúa en la búsqueda de diferencias en precios e ingresos para explicar las diferencias o cambios en el comportamiento (cursivas del autor).
Todos los cambios en el comportamiento se explican por cambios en precios e ingresos, que son precisamente las variables que organizan y dan poder al análisis económico. Adicciones, publicidad, etc., no son los que afectan los gustos [...] son los precios y los ingresos los que lo hacen (cursivas en el texto original).
Nuestra hipótesis es trivial, por cuanto solo asevera que lo que debemos hacer es aplicar la lógica económica estándar tan extensamente como sea posible. Pero esta hipótesis es también un desafío exigente por cuanto nos urge a no dejar por fuera problemas opacos y complicados con la fácil sugerencia de que explicaciones adicionales puedan surgir, ojalá algún día, por el lado de nuestras ciencias hermanas del comportamiento69 (cursivas del autor).
Llama la atención la arrogancia de la última oración. Según estos autores, para las “ciencias hermanas”, la existencia de los economistas es una verdadera bendición de Dios, por cuanto los profesionales de dichas disciplinas, por ineptitud u otra extraña razón, intelectualmente no están a la par de lo que ellos pueden hacer.
En este orden (o desorden) de ideas, en el año 2000, Edward Lazear, que llegó a ser jefe de los consejeros económicos del presidente George W. Bush, en un artículo intitulado sin reticencias “Economic Imperialism”, hizo un elogioso recuento de cómo, de la mano de Becker principalmente, la incorporación del marco conceptual de la maximización, el equilibrio y la eficiencia había generado nuevos entendimientos en tareas tan diversas como los gustos, la demografía, la discriminación racial, la familia, las interacciones sociales, la religión, la determinación de la calidad de la mano de obra, la administración de personal, la contabilidad, la estrategia corporativa, el comportamiento organizacional, el derecho, la economía política y la economía de la salud. No es de extrañar, por tanto, que con evidente autosatisfacción diga:
En este ensayo sostenemos dos postulados. El primero es que la economía ha sido imperialista, y el segundo que ese imperialismo ha sido exitoso [...] Definimos imperialismo económico como la expansión que la Economía ha hecho sobre tópicos que van más allá del alcance clásico de estos asuntos como son las preferencias del consumidor, la teoría de la firma, mercados (explícitos), actividad macroeconómica, y los campos que han surgido directamente de estas áreas. Los imperialistas económicos más agresivos intentan explicar todo comportamiento social utilizando herramientas de la Economía (cursivas del autor).
Veamos una muestra de este ambicioso empeño. En el artículo “An Economic Analysis