Con posterioridad, Moles fue designado grabador de la Junta de Comercio de Barcelona, institución que estableció unas pensiones para la formación en París de algunos alumnos aventajados, entre los que destacaron Moles y Blas Ametller (1768-1841). A su regreso, una vez finalizada su formación en la capital francesa, Moles fue nombrado primer director de la Escuela de Dibujo y Grabado de la Junta de Comercio, la Llotja, que desarrollaría una intensa actividad docente en este campo, centrándose en especial en la formación de técnicos y artistas para el desarrollo de la industria.
Goya
Entre las circunstancias propicias que estaba viviendo el grabado en España, y de forma un tanto sorpresiva, aparecerá la genial figura de Francisco de Goya y Lucientes (1746-1828). Parece que su formación como grabador se debe al contacto que estableció con Bayeu, su maestro y patrocinador. Grabó una primera serie de pinturas de Velázquez, según parece después de sus estancias en Andalucía y, en especial, a raíz de su enfermedad de 1792. Durante el tiempo que permaneció en Andalucía tuvo la oportunidad de conocer en Cádiz la colección de grabados de Sebastián Martínez, y allí pudo descubrir y admirar de manera especial una parte de la obra grabada por Rembrandt. En cualquier caso, esta etapa andaluza fue determinante en su futuro como creador.
Fuera por el descubrimiento de esas estampas, por la decepción que le produjo su relación con la Duquesa de Alba, por otros motivos personales o por su enfermedad, Goya entró en una larga crisis (1792-1797), y a partir de entonces quedó convencido de que el grabado era el medio perfecto para expresar su romanticismo precoz. En la mayoría de los grabados que realizó se sirvió de una nueva técnica, inventada en Francia en 1760: la aguatinta. Goya no se cansó de experimentar con distintas técnicas; solía utilizar el aguafuerte para explicar la base del tema y la aguatinta se constituía en un colchón de grises a menudo bruñidos, que redondeaban el ambiente planteado. La punta seca y el buril eran las técnicas que se encargaban de ultimar, retocar o acentuar sus obras. Incluso, al final de su vida, durante el destierro de Burdeos, su carácter inquieto le llevó a experimentar con una técnica recientemente inventada: la litografía. Con ella obtuvo unos resultados notables, aunque apareció cuando él tenía una cierta edad.
Francisco de Goya. Estampa n.º 20, perteneciente a la serie La Tauromaquia, 1816. Aguafuerte y aguatinta.
Francisco de Goya. Esto es peor, estampa n.º 37 de la serie Los Desastres de la guerra, 1810-1812. Aguafuerte y aguatinta.
En 1799 se publicaron las ochenta aguatintas de la serie Los Caprichos, que se vendían en la calle del Desengaño n.º 1, en Madrid, y que marcaron el principio de la obra creativa de Goya en grabado. Era una ruptura casi increíble con el arte contemporáneo: había una crítica social y de costumbres muy ácida que se combinaba a la perfección con la fuerza expresiva que le prestaba la técnica de la aguatinta. De hecho, la crítica social mediante el uso del grabado no era ninguna novedad, puesto que había sido practicada con éxito en la Inglaterra de Hogarth, pero en el caso de Goya ésta se nos muestra con un tono y una fuerza completamente distintas. Al parecer sus grabados fueron acogidos de forma muy favorable, por lo menos por parte de los ilustrados y también en los círculos artísticos que marcaban la pauta que había que seguir en la España de fines del siglo XVIII.
A esta serie siguieron Los Desastres de la guerra, con un conjunto de ochenta y dos planchas; Los Disparates, con otras veintidós (realizadas entre 1816 y 1828) y La Tauromaquia, con treinta y cuatro. Los Desastres debieron ser grabados entre 1809 y 1820, durante la ocupación napoleónica de España, ya que éste es el tema principal de la obra. De todas maneras, no se publican en vida del artista sino que hay que esperar a 1863, después de que el hijo del pintor vendiera el conjunto de las planchas a la Real Academia. La Tauromaquia era mucho menos comprometida desde las perspectivas moral y política, por lo que gracias a su temática se pudo publicar en vida de Goya, en el año 1816.
En conjunto resulta casi imposible llegar a valorar la inmensa importancia, sobre todo estética, de la obra de Goya, y en especial el papel protagonista que, a partir de 1799, juega el grabado en su obra. Desde entonces, Goya puede ser considerado más como grabador que como pintor, incluso sus pinturas, y especialmente la serie de las pinturas negras reciben claras influencias del grabado, y no al revés, culminando de esta manera su proceso creativo.
Francisco de Goya. El sueño de la razón produce monstruos, estampa n.º 43 de la serie Los Caprichos, 1799. Aguafuerte y aguatinta.
El grabado artístico del siglo XIX
Paralelo al proceso de producción en masa de los grabados de gran consumo y difusión, se reduce el mundo del grabado artístico o de creación. Se trata, por lo general, de grabados realizados con procesos experimentales o procedimientos antiguos (calcografía y xilografía), evitando los procedimientos litográficos. En definitiva, se trata de tiradas mucho más cortas y de gran interés desde el punto de vista de la creación. Al no ir dirigidas al gran público, el grabador puede permitirse usar un lenguaje y una sensibilidad más elitista y personal.
Durante el siglo XVIII ya se había experimentado en Inglaterra con una serie de técnicas como la aguatinta o la manera negra con la finalidad de producir grabados más coloridos o con mayor gradación de los colores. En este campo destacó Joseph Mallord Williams Turner (1775-1851); gran viajero, solía tomar apuntes del natural e incluso realizaba acuarelas directamente. Sin embargo, su obra estuvo siempre muy vinculada al grabado, llegando a publicar unos novecientos grabados. En 1807 publicó un Liber Studiorum de grabados, y entre 1811 y 1826 pintó una serie de acuarelas con paisajes de la costa sur de Inglaterra, para ser grabadas en blanco y negro bajo su supervisión. Innovó la técnica e introdujo los efectos de las acuarelas en los grabados, cuando no los plasmó directamente; asimismo, quiso adaptar la técnica de la acuarela al grabado para eliminar, en lo posible, las barreras entre ambos.
James Whistler (1834-1903) es un estadounidense que trabajó entre Londres y Francia. Desarrolla una interesante obra impresa, que representa una sutil mezcla de diversas influencias: el interés por el desarrollo técnico del aguafuerte inglés, la estética francesa impresionista y su admiración por el grabado japonés.
En Francia también resulta inevitable que muchos de los pintores de esta época ensayen técnicas de grabado para dar mayor difusión a su obra. Sobresale la obra de Honoré Daumier (1808-1879), un pintor autodidacta que trabajaba como litógrafo y colaboraba en las revistas satíricas de la época. De convicciones republicanas y socialistas, dedicó buena parte de sus casi cuatro mil litografías a la crítica política y social. Publicó series satíricas sobre los principales actores de la sociedad y creó una estética de lo grotesco desprovista de crueldad, de colores brillantes, que perduró durante mucho tiempo.
Entre los grabadores importantes del siglo XIX destaca el español Mariano Fortuny (1838-1874). En vida gozó de un extraordinario éxito internacional, y fue uno de los pintores más cotizados de su época, gracias a su marchante francés Goupil. Esta circunstancia posibilitó, a pesar de su temprana muerte, una producción fecunda e influyente. Sus 35 aguafuertes, de técnica impecable,