Una gran parte del grabado del siglo XX está dominado por la figura de Pablo Ruiz Picasso (1881-1973), tanto por la cantidad de obra realizada, como por la influencia que recibió y ejerció; en total estampó más de dos mil grabados en gran variedad de técnicas. Además, fue un inconformista innovando, modificando y experimentando con las técnicas tradicionales. De entre todas las técnicas por él empleadas, cabe destacar el genial uso que hacía del aguatinta al azúcar, y la invención de la técnica de linoleograbado a color por el método de la plancha perdida (conocido como método Picasso).
Empezó con la calcografía (El zurdo, 1899; Comida frugal, 1904) que ya nunca abandonaría, pero también se interesó por la litografía (sobre todo entre 1919 y 1930 y entre 1945 y 1962), así como por el linóleo en color (1958 y 1963) y la ilustración de libros (unos 154 en total). Entre su obra destaca la Minotauromaquia (1935); la Suite Vollard (1933), quizá su obra maestra al aguafuerte; su actividad litográfica después de la Segunda Guerra Mundial, La suite Ateliers (1955-56), La Tauromaquia (1957); las series de linóleos (1958-1962), o los grabados de temática erótica.
Otro español que destaca en el grabado del siglo XX es Joan Miró (1893-1983). Cultivó la xilografía, la calcografía (desde 1933, con su primer aguafuerte, Dafnis y Cloe) y en especial litografías. Esta última técnica se adapta muy bien a sus necesidades pictóricas caracterizadas por grandes masas de color y líneas muy simples. Su obra impresa incluye 257 calcografías, 213 litografías y 155 libros con grabados, algunos con xilografías.
Otros de los grandes artistas españoles del siglo xx, como Salvador Dalí, Antoni Tàpies y Eduardo Chillida, también han grabado. Del primero, su obra gráfica es hoy difícil de valorar y más discutida que la obra pictórica a pesar de su éxito popular. Al segundo y al tercero se les debe una abundante e interesante producción gráfica.
Munch. El grito, 1895. Xilografía a fibra.
Morandi. Casa de campo en Grizzana, 1929. Primer estado de dos. Aguafuerte.
Picasso. Minotaure caressant du mufle la main d’une dormeuse, estampa nº 93 perteneciente a la Suite Vollard, 1933. Punta seca.
La serigrafía
Tras la Segunda Guerra Mundial, la serigrafía ha tenido una amplia aplicación en el terreno artístico, en especial en el arte Pop americano. Es una modalidad de reproducción de la obra artística que supone la culminación de la evolución del grabado. Significativa es la utilización de la serigrafía en la obra de Andy Warhol (1931-1987), quien, a partir de 1964, adoptó los procedimientos serigráficos, pues le permitían realizar abundantes series en consonancia con sus gustos por el producto industrial y popular.
Miró. Página central de la edición de A toute épreuve, de Paul Eluard, 1958. Xilografía a fibra.
LA EDICIÓN Y LA CONSERVACIÓN DE LA OBRA GRÁFICA
E n las páginas que siguen se describirán los diferentes aspectos de una edición, las estampas de que consta, y el conjunto de pruebas que se realizan de un grabado. Se hablará de las diversas firmas e inscripciones que se encuentran en las planchas de grabado antiguo. También se significará la numeración y firma del conjunto de estampas que integran una edición. Se tratará, a su vez, del límite de la tirada, del acerado de las planchas y de las posibilidades que esta técnica permite. Asimismo, se presentarán los pormenores de la autentificación y de la certificación de la obra gráfica. Para acabar, se hará hincapié en el peritaje, la conservación y la prevención de la estampa.
La numeración y el límite del tiraje
El hecho de que de un grabado existan un determinado número de estampas y que cada una de ellas en sí misma tenga la consideración de obra original, es un elemento que en ocasiones puede generar dudas. Esta multiplicidad lleva implícita una serie de características que, a menudo, el profano ve con ojos de extrañeza, y el conocedor sabe valorar en su justa medida.
El conjunto de estampas derivadas de una matriz debe justificarse con las debidas nomenclaturas, generalmente abreviadas con sus iniciales, que designan a qué parte del tiraje pertenecen; y en el resto de ellas debe aparecer la numeración, que permite saber la cantidad de estampas de que consta. Se trata de la denominada justificación del tiraje.
Para facilitar una mayor comprensión se detallan las diferentes pruebas que pueden realizarse antes del tiraje, las diversas numeraciones posibles en una edición y los condicionantes propios de una limitación de tiraje.
Las pruebas
En la gestación de un grabado, el artista realiza un número determinado de pruebas con la finalidad de constatar la evolución de la imagen. Esta circunstancia singulariza el grabado de otros procesos de creación artística. Las pruebas reciben diversos nombres en relación al momento o a la intención con que son hechas. Todas las pruebas que se guardan deben ser justificadas, normalmente con las iniciales de cada palabra P.E., P.A., B.A.T., etc., a lápiz en la parte inferior izquierda de la estampa, mientras que en la inferior derecha figura la firma del autor.
Las pruebas de estado (P.E.) se realizan con la intención de ver el estado en que se halla la imagen, para rectificar o añadir aquello que el grabador sienta como necesario con el fin de satisfacer sus intenciones. En ocasiones, la imagen llega a mutar de tal manera que el resultado final en nada se asemeja a la obtenida en las primeras pruebas. Rembrandt, en las cuatro pruebas que se conocen del grabado Las tres cruces (1653) transforma la imagen de forma espectacular. Picasso también dio muestras de un carácter inquieto en numerosos grabados, quizás uno de los más notables sean los veinte estados que se conocen de la Cabeza de Marie-Thérèse (1933). Pueden existir tantos estados como el artista crea necesarios, numerándose según el orden en que se vayan haciendo de la siguiente manera: P.E. 1a, P.E. 2a, P.E. 3a, etc.
Jordi Catafal. Primera prueba de estado del séptimo grabado que ilustra el Llibre de cuina de Scala-Dei, 1993.
En ella se puede apreciar el armazón de la imagen final realizado a base de un punteado utilizando la técnica del aguafuerte.
Jordi Catafal. Segunda prueba de estado del séptimo grabado que ilustra el Llibre de cuina de Scala-Dei, 1993.
Se empieza a definir el interior con la ayuda del aguatinta.
Jordi Catafal. Tercera prueba de estado del séptimo grabado que ilustra el Llibre de cuina de Scala-Dei, 1993.
Se aprecia cómo se refuerza el claroscuro de la imagen mediante la inclusión de otro aguafuerte también realizado a base de pequeños punteados.
Jordi Catafal. Cuarta prueba de estado y definitiva del séptimo grabado que ilustra el Llibre de cuina de Scala-Dei, 1993.
Se puede observar cómo algunas zonas de la imagen han sido convenientemente