Y aunque no se tomaron medidas oficiales al respecto; se comenzaron a hacer conferencias en muchas parroquias, para proporcionar puestos de predicación para estos jóvenes puritanos, y así la levadura del evangelio se extendió por Inglaterra durante los reinados de Isabel, Jacobo y Carlos.
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Cada movimiento de ideas necesita su propia literatura, y el movimiento pastoral del puritanismo no se quedó atrás en esa área. En ese sentido, Perkins, un erudito con muchos dones, que tenía un estilo claro y sencillo, fue el pionero en esta literatura. En 1589, comenzó una serie de libros populares escritos en estilo de sermón para promover la piedad puritana: A treatise tending unto a declaration, whether a man be in a state of damnation, or in the estate of grace [Un tratado que busca declarar si un hombre se encuentra en el estado de condenación, o en el estado de gracia] (1589); A Golden Chain [Una cadena de oro] (1590: una proyección calvinista del plan de salvación); Spiritual Desertions [La deserción espiritual] (1591); A Case of Conscience . . . how a man may know whether he be the child of God, or no [Un caso de conciencia (…) cómo un hombre puede saber si es hijo de Dios o no] (1592); Two treatises; of the nature and practice of repentance; of the conflict of the flesh and spirit [Dos tratados; de la naturaleza y la práctica del arrepentimiento; del conflicto entre la carne y el espíritu] (1593); y muchos otros (en las obras recopiladas de Perkins, las cuales llenan tres folios, hay 47 artículos diferentes).
Otros hombres continuaron lo que Perkins inició. Richard Rogers produjo una obra extensa, Seven Treatises . . . leading and guiding to true hapiness, both in this life, and in the life to come . . . the practice of Christianity . . . in the which, more particularly true Christians may learn how to lead a godly and comfortable life every day [Siete tratados (…) que nos llevan y nos guían hacia la verdadera felicidad, tanto en esta vida como en la venidera (…) La práctica del cristianismo (…) en los cuales, de manera más particular, los cristianos pueden aprender cómo llevar una piadosa y cómoda todos los días] (1603; quinta edición, 1630; versión reducida, The Practice of Christianity [La Práctica del cristianismo], o, An Epitome of Seven Treatises [Un paradigma de siete tratados], 1618). John Downame también escribió un folio, The Christian Warfare [La guerra cristiana] (1604). Las obras de Greenham aparecieron en folio en 1599, las de Perkins entre 1608 y 1609; y las de Dering salieron a la venta en 1597. Los folios eran para los libreros de los ministros, pero para los laicos se publicaban los cuartos y los octavos (es decir, libros de bolsillo) en abundancia: Las obras separadas de Perkins, ya mencionadas; los dos libros que fueron la dote de la esposa de John Bunyan, The Plain Man’s Pathway to Heaven [El sencillo camino del hombre hacia el cielo] de Arthur Dent (1601), y The Practice of Piety [La práctica de la piedad] de Lewis Bayly (cuadragésima edición, 1640); The Ten Commandments [Los Diez Mandamientos] de John Dod y Robert Cleaver (1603; decimonovena edición, 1635); y una gran cantidad de sermones expositivos en series temáticas. Inglaterra no había tenido literatura devocional de la que valiera la pena hablar hasta que comenzó esta corriente; por lo tanto, gracias a que escribían utilizando un lenguaje laico, el mismo lenguaje que usaban al predicar, los pastores pronto pudieron captar una gran cantidad de lectores, y la influencia de sus obras publicadas en la primera mitad del siglo XVII tuvo un alcance largo y profundo.
Podemos darnos una idea del impacto que los libros puritanos tuvieron durante dos generaciones si comparamos el ministerio de Greenham en Dry Drayton con el de Baxter en Kidderminster. Greenham trabajó durante veinte años (1570–90) prácticamente sin fruto; Baxter trabajó durante catorce (1641–42, 1647–60), con un grupo de personas «que casi nunca habían tenido una predicación avivada y seria entre ellos», pero a él se le permitió ver que la mayor parte de la ciudad, que constaba de unas 800 familias y 2 000 adultos fuertes, hiciera una profesión de fe significativa. «¡Oh, qué soy yo, un gusano sin valor (…) para que Dios me aliente en abundancia, cuando los reverendos instructores de mi juventud trabajaron cincuenta años seguidos en un solo lugar y apenas pudieron decir que habían convertido una o dos de sus Parroquias!»85 Los medios utilizados fueron esencialmente los mismos en ambos casos; Baxter también podría decir con verdad que había dedicado su tiempo a «predicar al Cristo crucificado para sí mismo y para las personas del campo», tanto desde el púlpito como de manera personal con los individuos; pero la Inglaterra de Baxter, ya estaba fermentada por dos generaciones de predicaciones y escritos religiosos puritanos, de manera que era un lugar muy diferente al que le tocó a Greenham. La que antes era tierra sin arar ya había sido ablandada, las semillas ya habían sido sembradas fielmente durante varias décadas, y ahora había llegado el momento de la cosecha. En ministerios como el de Baxter, el anhelo de ver a las comunidades convertidas, que había llevado a hombres como Greenham y Rogers a sus cargos pastorales, finalmente se estaba cumpliendo.
Aunque, espiritualmente hablando, el sol de la cosecha brilló con un gran resplandor en muchas partes de Inglaterra durante la época del Commonwealth, las nubes de tormenta pronto regresaron y la historia de los «escritores ingleses prácticos y fervorosos» no termina felizmente, sino que termina en medio de sombras muy oscuras. Los puritanos que llegaron al poder en la década de 1640, a pesar de su unanimidad en lo que respecta a la religión personal, no pudieron llegar a un acuerdo unánime en las cuestiones de política (por esa razón, Cromwell tuvo que convertirse en un dictador renuente, contrario a lo que él y la mayoría de la gente deseaba). Y de la misma manera, aunque estaban en la búsqueda de la gloria de Dios en su iglesia, no pudieron ponerse de acuerdo en cuestiones eclesiásticas (por eso Cromwell tuvo que establecer una independencia abiertamente pluralista de un tipo no episcopal, no sociniano, no romano —lo cual fue del agrado de muy pocos).
Además, la excentricidad y el fanatismo vinieron a entorpecer los planes puritanos. Ya que, cuando los pastores insistían en que la conciencia debía ser controlada por la Palabra de Dios, los líderes laicos citaban las Escrituras para instar a los hombres a seguir su «luz interior». Cuando los pastores enseñaban el arte de vivir en esta tierra a la luz de la eternidad, los fanáticos soñaban con la idea de ver el reino de los cielos establecido literalmente en la Inglaterra del siglo XVII. Cuando los puritanos exaltaban el oficio pastoral afirmando que la mente de Dios era expuesta a través de las palabras del predicador, la gente, cada vez que veía a un hombre que fuera suficientemente audaz y desinhibido, lo trataba como si sus palabras y sus ideas fueran dignas de ser esparcidas en público como inspiradas por Dios. Cuando los predicadores decían que el aprendizaje sin el Espíritu Santo no producía un entendimiento de las Escrituras, las personas pensaban que la educación no era necesaria para comprender el significado de la Biblia. Y cuando los pastores puritanos, quienes tenían una formación universitaria y contaban con una verdadera erudición teológica, hablaron en contra de las tendencias de los cuáqueros, los ranters, los muggletonianos, y muchos más, las personas les decían que estaban apagando el Espíritu.
Baxter veía algo satánico en el éxito que los impresores estaban alcanzando en medio de todo eso. En 1653, el escribió: «Confieso que (…) siento preocupación por la lujosa fertilidad de la prensa libertina de los últimos tiempos, pues la considero como un designio del enemigo que tiene la intención de abrumar y sepultar (…) a aquellos escritores excelentes, acertados, y piadosos, que en otro tiempo eran leídos regularmente por las personas».86 La confusión y la inestabilidad, tanto política como espiritual, se estaban extendiendo; el avivamiento puritano se estaba consumiendo; y después de que Cromwell murió, ya nada parecía