En pos de los puritanos y su piedad. J. I. Packer. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: J. I. Packer
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Философия
Год издания: 0
isbn: 9781629462639
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      Mi tarea en este momento es introducir o reintroducir a estos hombres ante el mundo cristiano, el cual por lo general los ha descuidado. Ya que en su época ellos fueron populares y apreciados, y después de dos siglos las personas seguían estimándolos de esa manera, pero actualmente son muy poco conocidos. El interés por el puritanismo que se ha despertado en los últimos 50 años es principalmente académico, pero parece que muy pocos creyentes están leyendo las reimpresiones puritanas que afortunadamente están disponibles hoy en día.62 Creo que esta negligencia nos ha empobrecido gravemente, y me gustaría verla llegar a su fin.

      De manera que me referiré a estos «escritores ingleses prácticos y fervorosos» como puritanos, de la misma manera en la que todos los demás los llaman. Pero es importante aclarar que así es como los veían en el siglo XVIII,63 y que los autores contemporáneos no tienen la misma perspectiva. Sin embargo, es necesario resaltar que, en el campo de la teología práctica, el uso de la palabra «puritano» no corresponde con ninguna de las aplicaciones que se le daban en el periodo (1564–1642) en el que comenzó a usarse.64 Durante ese período era un insulto, el cual conllevaba uno, o los dos males, de la «iglesia pura»: el elitismo y la censura arrogante —dos formas horribles de orgullo. Esa era la carga semántica de esta palabra, la cual se aplicaba con desprecio a los que aspiraban a ser reformadores de la iglesia nacional y a las personas piadosas en general, como le ocurrió al padre de Richard Baxter, a quien sus vecinos le hacían burla llamándolo «puritano» por quedarse en su casa los domingos por la tarde para leer la Biblia y orar con su familia, en lugar de salir a bailar y jugar con el resto del pueblo.65 Aparte de los oscuros Anabaptistas de Londres, quienes, de acuerdo con el informe de John Stowe, se llamaban a sí mismos «puritanos, los corderos sin mancha del Señor»,66 nadie más reclamó ese nombre, de hecho, William Perkins, la figura paterna de estos «escritores ingleses prácticos y fervorosos» rechazó ese término como una palabra «vil».67 De manera que, es evidente que, esta palabra es inestable y difícil de manejar. R. T. Kendall observa con justicia que, «si hemos de aceptar consistentemente el término «puritano», tenemos dos opciones, o reajustar la definición para que se adapte a un hombre a la vez, o, si estamos tratando con una tradición, comenzar con una definición y terminar con otra». Kendall opta por denominar a estos hombres «prácticos y afectuosos» como: la escuela de los «predistinacionistas experimentales», lo cual es apropiado.68 Sin embargo, por comodidad, me quedaré con la descripción convencional de estos escritores, y me referiré a ellos como puritanos.

      La mejor introducción a estos escritores «prácticos y afectuosos» es su historia, la cual a continuación voy a revisar de manera rápida. Ya que, ésta no es muy bien conocida. Pero lo que es más conocido es el hecho de que, a partir de 1564 la etiqueta de «puritano» aplicaba a los defensores de una reforma más externa para la Iglesia de Inglaterra; y una gran cantidad de historiadores a lo largo de dos siglos han definido al puritanismo de esa manera. G. M. Trevelyan, por ejemplo, sigue ese modelo típico cuando explica el puritanismo como «la religión de todos aquellos que deseaban “purificar” a la iglesia establecida de la mancha del papado o que buscaban adorar por separado utilizando formas de adoración más “purificadas”».69 Sin embargo, en raras ocasiones se ha reconocido que la agitación eclesiástica puritana era solo un aspecto de un movimiento religioso multifacético, cuyo principal objetivo era el evangelismo y la educación espiritual. Este movimiento pastoral, en el que los conformistas y los inconformistas, anglicanos, presbiterianos, independientes, bautistas y erastianos eran esencialmente uno, no era un movimiento espectacular, como tampoco lo son la mayoría de los movimientos pastorales. Nunca fue un movimiento con un nombre partidario, y su historia nunca se ha escrito de manera adecuada. Esa historia es una de avivamiento espiritual, que comenzó siendo pequeño, pero que a lo largo del siglo empezó a ganar más ímpetu, hasta que, las políticas de la Restauración Inglesa hicieron que éste se disolviera. En resumen, esta historia contiene los siguientes puntos.

      1

      Diez años después del asentamiento isabelino, la Iglesia de Inglaterra se encontraba en mal estado. En primer lugar, por causa de la falta de dinero. Las depredaciones reales y aristocráticas en la época de la Reforma habían hecho que los fondos para sostener a la Iglesia fueran tan bajos que era imposible darle sustento económico a un pastor titular. Además de eso, había falta de hombres. Las persecuciones de la reina María habían acabado con los protestantes convencidos; el Juramento de Lealtad impuesto por la reina Isabel había arrasado con los papistas convencidos; y la mayoría de los clérigos que quedaban eran hombres con capacidades muy pobres y sin convicciones claras. Se sabía que muchos de ellos llevaban una vida inmoral. Las necesidades económicas de la iglesia eran solventadas por una pluralidad de extranjeros, y los artesanos sin ninguna preparación ministerial eran ordenados al ministerio, a falta de alguien mejor, de manera que ellos únicamente leían los servicios del domingo, y durante la semana continuaban con sus oficios y sus negocios. Por esa razón, muchas iglesias permanecieron muchos años sin que se predicara un solo sermón. Ni siquiera los obispos isabelinos podían atraer al ministerio a suficientes jóvenes universitarios que ayudaran a solucionar esta podredumbre.

      La ignorancia del clero rural de mediados del siglo XVI se puede juzgar a partir de los registros de la investigación del obispo Hooper sobre las condiciones en su diócesis en 1551. A esos ministros se les hicieron las siguientes preguntas:

      1. ¿Cuántos mandamientos hay?

      2. ¿En dónde se encuentran?

      3. Repítelos.

      4. ¿Cuáles son los artículos de la fe cristiana?

      5. Compruébalos a través de las Escrituras.

      6. Repite la oración del Padre nuestro.

      7. ¿Quién nos enseñó esa oración y cómo lo sabemos?

      8. ¿En dónde se encuentra esa oración?

      De 311 ministros examinados, sólo 50 pudieron responder a todas las preguntas, 19 de ellos respondieron de una manera mediocre, 10 de ellos no se sabían el Padre nuestro, y 8 personas no respondieron a ninguna de las preguntas.70

      Entre los años 1551 y 1570 no ocurrió nada que mejorara esa situación; sino todo lo contrario, porque como ya hemos visto, los hombres más capacitados, tanto del lado de los protestantes como del lado de los papistas, habían sido erradicados. Los únicos protagonistas competentes de la religión reformada en Inglaterra fueron los exiliados del reinado de María que regresaron, los cuales no se habían convertido en obispos ni decanos, y prácticamente todos se habían establecido en las universidades (Oxford y Cambridge) o en Londres. Y muy pocos regresaron para irse al campo. De manera que, debido a todos los cambios que ocurrieron en la religión de Inglaterra durante 20 años, era posible que la reforma doctrinal de la iglesia inglesa nunca hubiera ocurrido. En el tiempo de Eduardo VI, y también después del reinado de María, hubo algunos movimientos superficiales en dirección hacia el protestantismo en grandes sectores de la comunidad; pero para el año 1570 era evidente que esos cambios no eran nada menos que un movimiento antipapista violento. La religión de la justificación por la fe era prácticamente desconocida, y la superstición estaba extendida y arraigada entre las personas, tal como había sido en el siglo anterior. Aunque Inglaterra profesaba la religión protestante reformada y todas las personas asistían obedientemente a la iglesia los domingos (ya que era ilegal faltar a la iglesia), era una realidad que Inglaterra todavía no se había convertido.

      En febrero de 1570, Edward Dering, un célebre líder puritano que predicaba ante Isabel, le habló claramente sobre este asunto.

      Primero quisiera centrar su atención en sus prebendas, observe que algunas de ellas son profanadas con negociaciones, otras con reparticiones, otras son acumuladas como pensiones, otras son privadas de sus comodidades (…) Observe (…) a sus patrocinadores. Y he ahí, muchos están vendiendo sus prebendas, otros las están subcontratando, algunos las guardan para sus hijos, otros se las dan a los niños, unos las utilizan para el servicio de los hombres, y muy pocos las aprovechan para buscar pastores preparados (…) Observe a sus ministros, hay algunos de una ocupación, algunos de otra, algunos bravucones, algunos rufianes, algunos vendedores ambulantes, algunos cazadores,