En pos de los puritanos y su piedad. J. I. Packer. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: J. I. Packer
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Философия
Год издания: 0
isbn: 9781629462639
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generalmente estaba llena, por lo que después de mi llegada nos sentimos animados a construir cinco galerías más (…) La iglesia hubiera tenido capacidad para alrededor de mil personas sin las galerías. Nuestras reuniones privadas también estaban llenas. En los días del Señor no se veía desorden en las calles, pero era posible escuchar a un centenar de familias cantando salmos y repitiendo sermones mientras uno pasaba por las calles. En pocas palabras, cuando llegué por primera vez, había aproximadamente una familia en cada calle que adoraba a Dios e invocaba Su nombre, y cuando me fui, había algunas calles en las que no había una sola familia que no adorara a Dios; y debido a que no era una mera profesión de piedad seria, podemos tener certeza de su sinceridad. Y esas familias que en otro tiempo eran las peores, siendo Hostales y Tabernas (sic) por lo regular tenían alguna persona en cada casa que aparentaba ser religiosa (…) Cuando comencé mis deberes pastorales y empecé a catequizarlos, en todo el pueblo hubo muy pocas familias que se reusaron a venir (…) [Baxter les pidió que lo visitaran en su casa]. Y muy pocas familias se fueron de mi casa sin lágrimas en sus ojos, o sin un aparente compromiso serio de vivir una vida piadosa.36

      A lo que Baxter se refiere aquí es a la práctica que describe y elogia en El pastor renovado, la cual se sabe que también era practicada por Howe y Fairclough, que consistía en entrevistar sistemáticamente a las familias con el propósito de darles un trato espiritual personalizado. Baxter se reunía con las familias de esta manera a un ritmo de siete u ocho por día, dos veces a la semana, para poder atender a las 800 familias de la parroquia cada año. «Primero los escuchaba recitar las palabras del Catecismo [él utilizaba el Catecismo menor de Westminster], y después examinaba con ellos el sentido de esas palabras, finalmente, los instaba con toda la razón y la vehemencia posibles para estimular sus afectos y guiarlos a poner en práctica esas palabras. Invertía alrededor de una hora con cada familia». Su testimonio con respecto al valor de esta práctica tiene un peso enorme. «Descubrí que, hasta ahora, nunca habíamos tomado un mejor rumbo que éste, en lo que respecta a la destrucción del reino de las tinieblas. Puedo decir que esa práctica ha producido señales externas de éxito en la mayoría (…) más trascendentes que los efectos de mi predicación pública».37

      Y continúa su evaluación de resultados, diciendo:

      Algunos de los pobres comprendieron de manera competente el cuerpo de la teología (…) Algunos de ellos tienen tal capacidad para la oración, que muy pocos ministros pueden igualarlos (…) La gran mayoría de ellos puede orar de una manera muy admirable con sus familias, o con otros. El temperamento de sus mentes y la inocencia de sus vidas era mucho más loable que sus partes [habilidades]. Los profesos de piedad seria, eran por lo general, personas con una mente y un porte muy humildes…

      Y, en 1665, pudo escribir que, a pesar de la intensa presión anti– puritana ejercida en contra de ellos, durante los años transcurridos desde que los dejó, «ninguno de ellos, que yo sepa (…) se deslizó, ni abandonó su honestidad».38 Su comentario final es: «¡Oh, qué soy yo (…) para que Dios me aliente en abundancia, cuando los reverendos Instructores de mi juventud trabajaron cincuenta años seguidos en un solo lugar y apenas pudieron decir que habían convertido una o dos de sus Parroquias!».39 Pero, durante la época del Interregno llegó el tan esperado tiempo de cosecha. Y como mi comentario final, me gustaría hacer la pregunta: ¿Acaso eso no fue un avivamiento?

      En conexión con eso, el comentario de Baxter acerca de la religión durante el periodo de Cromwell es muy relevante. Esto fue escrito en 1665:

      Debo presentar este testimonio fiel de aquellos tiempos, pues, hasta donde yo conocía, donde antes había un predicador piadoso y productivo, en ese entonces hubo seis o diez pastores; y si comparamos el primer caso con el segundo, supongo que hubo un aumento proporcional de personas verdaderamente piadosas (…) Aquellos lugares en los que los pastores tenían habilidades excelentes y vidas santas, los cuales tenían sed de buscar el bien de las almas, y dedicaban por completo su tiempo, su fuerza y sus propiedades, y no pensaban en dolores ni costos, esos eran lugares en los que las multitudes se convertían a la santidad seria (…) Dios bendijo maravillosamente las labores de Sus fieles ministros unánimes, pero eso no hubiera ocurrido si no se hubiera levantado la facción de los prelatistas (…) y las facciones de los sectarios vertiginosos y turbulentos, junto con la pereza y el egoísmo de muchos de los que formaban parte del ministerio, pues yo digo que, si no hubiera sido por estos impedimentos, a Inglaterra le hubiera tomado más de un cuarto de siglo lograr convertirse en una tierra de santos, en un patrón de santidad para todo el mundo, y en un inigualable paraíso en la Tierra. ¡Nunca hubo oportunidades tan perfectas para santificar a una nación, como las oportunidades que ha tenido esta tierra al ser confundida y pisoteada como hasta ahora! ¡Ay de aquellos que fueron las causas de esa tragedia! [Él se refiere aquí a los perversos eventos que sucedieron después de la Restauración Inglesa].40

      Mi propósito en este estudio es tratar de presentar una afirmación creíble de que el puritanismo fue un movimiento de avivamiento. Y yo creo que la evidencia que he presentado cumple con ese propósito. Pienso que, si hacemos un estudio más profundo del ministerio puritano en la Inglaterra del siglo XVII, (de manera similar a lo que hizo Irvonwy Morgan en su libro The Godly Preachers of the Elizabethan Church, [Los predicadores piadosos de la Iglesia isabelina], eso nos permitiría concluir rotundamente que, a mediados de ese siglo, estaba ocurriendo en Inglaterra una obra de gracia, la cual era tan potente y profunda como su contraparte más conocida que ocurrió cien años después. Ciertamente, la comprensión del evangelio y los principios de su ministerio en los dos períodos fue idéntica, sin contar las rarezas particulares de la teología de John Wesley, las cuales él mismo calificó erróneamente como arminianismo, tratando de defender la tradición de la familia Wesley, pero que en realidad se podría calificar de una mejor manera como un calvinismo inconsistente.41 Los estudios recientes sobre el avivamiento evangélico han hecho evidente nuestra gran deuda para con el puritanismo;42 y George Whitefield, amigo de Jonathan Edwards (un puritano puro que nació fuera de tiempo), fue quien, en 1767, como ya lo habíamos visto, escribió: «Durante estos treinta años, he enfatizado que, a medida que la religión viva y verdadera se va avivando, ya sea en casa o en el extranjero [se refiere a la Gran Bretaña o a Estados Unidos], los buenos escritos de los antiguos puritanos (…) se vuelven cada vez más necesarios».43 Es interesante que, en 1743, Whitefield también escribió en su diario lo siguiente, acerca de su visita a Kidderminster: «Hasta este día me he sentido muy renovado después de descubrir el dulce sabor de la buena doctrina, las obras y la disciplina del Sr. Baxter».44 El movimiento puritano y el movimiento evangélico deben estudiarse juntos; sus vínculos entre sí son mucho más fuertes y numerosos de lo que a veces se cree. Evidentemente, la gran diferencia es que, debido a que después de dos generaciones el avivamiento evangélico se convirtió en algo socialmente aceptable, los hombres de la Restauración, como parte de su rechazo público al orden revolucionario, dispersaron y erradicaron sistemáticamente el fuego del cristianismo puritano. Yo creo que un estudio más detallado, basado en un conocimiento más profundo del estado de la religión en Inglaterra de la década de 1650, podría ayudarnos a tener un entendimiento más adecuado del que actualmente tenemos con respecto al juicio de Baxter cuando dijo: «Nunca hubo oportunidades tan perfectas para santificar a una nación, como las oportunidades que ha tenido esta tierra al ser confundida y pisoteada como hasta ahora».

      Sin duda, en la Inglaterra puritana no ocurrió nada tan espectacular como el avivamiento de Sixmilewater en Antrim durante la década de 1620, aquel «resplandor brillante y ardiente del evangelio» como lo llamó Robert Fleming,45 cuando el extravagante James Glendinning predicó la ley con tal vehemencia que afligió grandemente a las personas, debido a que no sabía cómo predicar el evangelio, de tal manera que Robert Blair y otros tuvieron que hacerlo por él; y tampoco ocurrió nada tan asombroso como lo que pasó aquel lunes de 1631 en la parroquia de Kirk o “Shotts, cuando durante una hora y media John Livingstone predicó como nunca antes volvió a predicar, ni antes ni después, a tal grado que muchas personas testificaron que se habían convertido o que al menos sus vidas cristianas habían sido transformadas por el poder de las palabras que habían escuchado. También estoy seguro