Historia de la teología cristiana (750-2000). Josep-Ignasi Saranyana Closa. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Josep-Ignasi Saranyana Closa
Издательство: Bookwire
Серия: Biblioteca de Teología
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788431356477
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Gabriel Biel o Domingo de Soto, por citar sólo los que han tenido un influjo posterior mayor.

      Con todo, las Sentencias constituyen una «summa» un tanto abigarrada y compleja, en la que Lombardo ha recogido con bastante habilidad, pero con repeticiones, la mayoría de los pareceres teológicos de la época, con muy pocos pronunciamientos personales sobre las opiniones sistematizadas. Por ello resulta complicado advertir cuándo habla por sí mismo y cuándo es portavoz de otras opiniones. Pueden, no obstante, detectarse algunas opiniones propias y a ellas voy a referirme55.

      El Lombardo prestó gran atención a las misiones del Espíritu Santo, que son de dos tipos: visible, como en Pentecostés y otras, e invisible, la que se da cotidianamente cuando se derrama en las mentes de los fieles56. En este contexto, es importante señalar que la misión invisible del Espíritu Santo se distingue de la virtud de la caridad, otorgada por Dios y en la cual amamos a Dios y al prójimo, aunque a primera vista podría parecer que el Espíritu Santo es la misma caridad57. Sin embargo, el Espíritu Santo no puede ser la caridad con que amamos a Dios, porque la caridad puede aumentar o disminuir e incluso desaparecer por el pecado; el Espíritu Santo, en cambio, que es Dios, es inmutable e increado58. Además, aunque es evidente que Dios nos ama y que Él nos concede poder amarle, es preciso distinguir entre el amor eterno que Dios nos tiene, que es irrevocable, y el efecto creado en nosotros, que es revocable por nuestra parte, en virtud de nuestra libertad. Por consiguiente, la caridad es una afección del ánimo y un movimiento de la mente, y no es la misión visible del Espíritu, como se confirma por autoridades59.

      Las precisiones del Lombardo supusieron un notable progreso teológico. Con todo, la doctrina sobre la gracia santificante no alcanzó su madurez hasta mediados del siglo XIII. Desarrollando las intuiciones de Felipe el Canciller, fue Alejandro de Hales el primer autor que, con la colaboración de san Buenaventura y de Juan de Rupella, concedió a este tema un tratado propio.

      En el cuarto libro de las Sentencias, basándose en la definición de Hugo de San Víctor, según la cual el sacramento es «signo sensible de una cosa sagrada instituido por Cristo que contiene la gracia», introdujo la noción de causalidad sacramental. Esta novedad resultó capital para el desarrollo de la teología sacramentaria posterior. Y así, en lugar de recordar que los sacramentos de la Nueva Ley contienen la gracia, como una especie de vaso lleno de gracia que se derrama en nuestra alma, afirmó —siguiendo a san Agustín— que dan la gracia causándola, aunque no entró en el análisis sobre qué tipo de causalidad es la propia de los sacramentos60.

      Así mismo, como antes Hugo de San Víctor, ofrece una relación completa y sistemática de cada uno de los siete sacramentos de la Nueva Ley, incluido el matrimonio, con la importante precisión, con respecto al matrimonio, de considerarlo instituido en dos momentos. Antes del pecado original y, por tanto, no para el remedio de la concupiscencia, sino para cumplir una misión61; y después del pecado, para remedio de la concupiscencia y, por supuesto, también para cumplir una misión. En el paraíso, para multiplicar la especie, sin ardor y sin dolor en el parto; después, una segunda institución, para levantar la naturaleza caída y frenar los vicios62. Algunos tratadistas anteriores habían omitido el matrimonio, entre los sacramentos de la Nueva Ley, por considerar que es de institución divina, pero de carácter natural; en consecuencia, Cristo se habría limitado a reconocer y a dar alguna virtualidad sobrenatural al contrato marital previamente existente63. Para Pedro Lombardo, en cambio, el matrimonio sería un sacramento, en algún sentido, desde los orígenes. Con todo, su visión, quizá un tanto peyorativa del matrimonio y de la unión marital, que se remonta a san Agustín, habría de lastrar las tradiciones teológicas posteriores.

      Pedro Lombardo fue también un importante exegeta. Algunos le atribuyen haber culminado la Glossa ordinaria, que rodaba, con progresivas mejoras desde los comienzos del siglo XII, en los círculos de Laón. En cualquier caso, conviene señalar que trabajó durante toda su vida en un comentario muy rico al corpus paulinum, ultimado quizá con anterioridad a los últimos retoques introducidos en los Cuatro libros de las Sentencias.

      * * *

      La actividad académica de Pedro Lombardo terminó con su elevación al episcopado de París, que pudo ejercer sólo durante un año, ya que murió en 1160. Después del Lombardo, la vida académica parisina siguió más o menos por los derroteros que había fijado este extraordinario maestro.

      En 1200 quedó constituida la Universidad de París, cuando Felipe Augusto, rey de Francia, otorgó algunos privilegios a la comunidad de maestros y discípulos que se agrupaban en la ciudad del Sena. Finalmente, la Santa Sede reconoció esta institución, concediéndole estatutos en 1215, por medio de su legado Roberto Courçon. De esta forma, la Universidad de París quedó plenamente establecida, con tres Facultades: Artes, Teología y Derecho. En la primera se estudiaban las siete artes liberales, que tenían carácter propedéutico para acceder posteriormente a la Facultad de Teología. La segunda tuvo el monopolio (compartido con Toulouse) de conferir la condición de magister in sacra pagina, el título de mayor rango entre los teólogos. En la tercera se preparaba los legisperitos al servicio de la administración pública y de la Iglesia.

      LLUCH BAIXAULI, Miguel, «Tomás de Aquino y el nihilismo cristológico», en Atti del IX Congresso Tomistico Internazionale, Libreria Editrice Vaticana, Città del Vaticano 1991, vol. V, pp. 285-295.

      REINHARDT, Elisabeth, «El concilio de Bari (1098) y la intervención de san Anselmo sobre la procesión del Espíritu Santo», en VV. AA., El Espíritu Santo y la Iglesia, Actas del XIX Simposio Internacional de Teología, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, Pamplona 1999, pp. 119-130

      REINHARDT, Elisabeth, «La metafísica de la persona en Ricardo de San Víctor», en SOTO BRUNA, María Jesús (ed.), Metafísica y antropología en el siglo XII, EUNSA, Pamplona 2005, pp. 210-230.

      REINHARDT, Elisabeth, «Das Theologieverständnis Richards von Sankt Viktor», en OLSZEWSKI, M. (ed.), What is Theology in the Middle Ages? Religious Cultures of Europe (11th-15th Centurias) as reflected in their Self-Understanding), Aschendorff Verlag (Archa Verbi, Subsidia 1), Münster 2007, pp. 85-102.

      SARANYANA, Josep-Ignasi, «San Anselmo de Canterbury, padre de la escolástica», en ID., Grandes maestros de la teología, Sociedad de Educación Atenas, Madrid 1994, cap. III.

      SARANYANA, Josep-Ignasi, «Warum Hegel den Hl. Anselm bewunderte. Eine Revision», en Archa Verbi, 2 (2005) 128-139.

      SARANYANA, Josep-Ignasi, La filosofía medieval. Desde sus orígenes patrísticos hasta la escolástica barroca, EUNSA, Pamplona 32011, caps. VI y VII.

      SARANYANA, Josep-Ignasi, «La pre-escolástica», en ILLANES, José Luis - SARANYANA, Josep-Ignasi, Historia de la teología, BAC, Madrid 2012 (reimpresión de la tercera edición).

      1. El principio de la renovación hay que situarlo en el año 909, con la fundación del monasterio benedictino de Cluny, en la diócesis de Macón, al este de Francia, en el valle del Saona, cerca de Lyon. Allí se había levantado un monasterio espléndido, exento de la jurisdicción episcopal y dependiente directamente de Roma, donde se observaba con fidelidad la primitiva Regla de san Benito. La longevidad y santidad de los primeros abades de Cluny contribuyó en buena medida a la extensión de la reforma cluniacense y a la fundación de una serie de monasterios por toda Europa, derivados de la casa madre de Cluny, que constituyeron la congregación cluniacense. Estos monasterios se regían por las Consuetudines cluniacenses, editadas en PL 149.

      2. Los Dictatus papæ son unas proposiciones, sin fecha ni firma (aunque redactadas durante el pontificado de Gregorio VII), probablemente con vistas a preparar una bula o documento pontificio, que nunca fue redactado o que no ha llegado a nosotros.

      3. «[…] secundam post eam [Romam] esse censemus» (Canon 28 del Concilio de Calcedonia [451], que ratifica el canon 3 del Concilio I de Constantinopla [381-382], en COeD 10019-20).

      4. La abadía