Pero hay un Dios en los cielos que controla los destinos de los hombres, que da el pago al pecador y ha dicho: Sabed que vuestro pecado os alcanzará (Números 32:23). Tres meses después, llegó la noticia de que Tamar había quedado encinta. Ella, aunque residente en casa de su padre, seguía perteneciendo a la casa de sus maridos difuntos, bajo la tutela de su suegro. Judá, por tanto, era el responsable de tomar medidas para proteger el honor de la familia. Reaccionó ante la noticia con ira justa y dictaminó que se le aplicara la pena por la fornicación: que fuera quemada viva.61
Justo cuando los hombres estaban a punto de llevar a cabo la sentencia, Tamar presentó las prendas de Judá, declarando que el padre de su hijo era el dueño de las mismas. Judá quedó en evidencia. Solamente pudo agachar la cabeza y reconocer su paternidad. Fue una confesión humillante. Tuvo que admitir públicamente que había tenido relaciones con una “prostituta” y que había engañado a su propio hijo, Sela:
El adúltero es hombre sin corazón, destructor de sí mismo es el que tal hace. Hallará una llaga vergonzosa, y su infamia nunca será borrada (Proverbios 6:32-33).
El nacimiento de Fares y Zara (38:27-30)
Y sucedió que, al llegar el parto, he aquí había mellizos en su vientre. Y al parir salió una mano, y la partera tomó y ató a su mano un hilo escarlata, diciendo: Este salió primero. Pero al retirar su mano, he aquí salió su hermano. Y ella dijo: ¡Qué brecha fue abierta! Por tanto su nombre fue llamado Fares. Y después salió su hermano, el que tenía en su mano el hilo escarlata, y fue llamado su nombre Zara.
El nacimiento de gemelos suele ocurrir en las mismas familias, muchas veces saltando una generación entre gemelos y gemelos. Isaac había engendrado gemelos; Jacob, no; y ahora Judá sí. Pero aquí se repite otra cosa: la confusión en cuanto a cuál de los dos era el mayor. Jacob y Esaú habían luchado entre sí en el vientre de Rebeca; Esaú salió antes que Jacob y fue el primogénito (25:2226), pero Jacob le arrancó la primogenitura (25:29-34). En el caso presente, primero apareció la mano de Zara (“Escarlata”) y la comadrona le ató el hilo escarlata como señal de primogenitura. Pero luego se le adelantó Fares (“Brecha”), el que iba a ser antepasado de David (Rut 4:18) y del Mesías (Mateo 1:3):
Gracias a la providencia divina, el linaje de Judá cumplió los propósitos de Dios, que por necesidad debían bregar con la naturaleza pecaminosa de los seres humanos para redimirla. Hay que escribir en letras muy grandes que Dios salva por gracia, no por méritos.62
Así, nuestro Señor fue producto en la carne de una relación sexual ilícita entre Judá y una supuesta prostituta. Verdaderamente, se dice de él: Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado (2 Corintios 5:21).
El unigénito Hijo de Dios, en su encarnación, no asumía la humanidad de una raza perfecta. Vino a identificarse con la raza caída de Adam, en la que se incluyen tanto los “grandes pecadores”, los más impíos, injustos e inmorales, como aquellos que a ojos humanos lo son menos… Por su asunción de nuestra humanidad, resultó factible la redención de los seres humanos, pues “debía ser en todo semejante a sus hermanos para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere para expiar los pecados del pueblo” (Hebreos 2:17).63
CAPÍTULO 7 - José en casa de Potifar
GÉNESIS 39:1-6A
José, comprado por Potifar (39:1)
El capítulo 39 tiene una notable forma simétrica. Empieza narrando la prosperidad de José en casa de Potifar y cómo este lo colocó por encima de todas sus posesiones (39:1-6), y concluye describiendo la prosperidad de José en prisiones y cómo ganó la confianza del encargado de la cárcel (39:19-23). Incluso los dos pasajes emplean las mismas palabras y expresiones: Adonai estaba con José, le concedió gracia, lo prosperaba en sus manos, confió en mano de José… En medio tenemos el episodio de la esposa de Potifar, en el que destacan la rectitud, castidad y temor a Dios del joven.
A pesar de todo lo que ocurre en el ínterin, la simetría expresa perfectamente el tranquilo dominio de Dios y la victoria del hombre de fe. La buena semilla es enterrada hondo, pero empuja hacia arriba; el siervo fiel en lo poco se prepara para tener autoridad en lo mucho.64
La vida de José es una verdadera montaña rusa, con largos ascensos paulatinos seguidos por caídas repentinas. Sin embargo, cada caída lo pone en condiciones de poder empezar un nuevo ascenso.
A José, pues, se lo hizo bajar a Egipto. Y Potifar, un varón egipcio, capitán de la guardia de Faraón, guardia, lo compró de mano de los ismaelitas que lo hicieron descender allá (39:1).
Este versículo repite, de una manera ampliada, la misma información que apareció en 37:36. Esto nos indica claramente que volvemos al hilo principal de la historia de las generaciones de Jacob: la historia de José. El capítulo 38 ha sido una digresión deliberada: la sensualidad, impiedad e inmoralidad de Judá sirve para iluminar la castidad, rectitud y piedad de José.
El texto dice dos veces que a José le hicieron “bajar” a Egipto. El verbo empleado y la repetición insistente sugieren, además del traslado físico, cierto descenso social y moral, acompañado sin duda por un fuerte hundimiento anímico. Como dice el Salmo 105:17, José fue vendido como esclavo. Su bajada geográfica fue acompañada por una fuerte caída en su posición social y su honor. Del hijo predilecto, heredero honrado por su padre por encima de sus hermanos, sufrió la humillación de descender al estamento más bajo de una sociedad extranjera.
No podemos por menos que ver en José el anticipo de otro Hijo, muy amado por su Padre, que descendió a las profundidades de la tierra (Efesios 4:9) y lo hizo humillándose y tomando forma de siervo (Filipenses 2:7; cf. Mateo 20:28).
José fue comprado como esclavo por un tal Potifar,65 cuyo nombre significa “aquel que ha sido dado por Ra” (el Dios del sol). Probablemente se trate del mismo nombre que el del futuro suegro de José, Potifera (41:45, 50; 46:20). El vocablo traducido como “varón” en nuestra versión es una palabra genérica para referir a cualquier cortesano u oficial del rey, como también serán llamados así el copero y el panadero (40:2, 7). Con el paso del tiempo, iba a adquirir el significado de “eunuco”. “Faraón” no es un nombre propio, sino el título del monarca. Se suele suponer que este faraón pertenecía a las dinastías de los hicsos (XV y XVI).66
El significado exacto del título “capitán de la guardia” es incierto.67 Esta traducción se deriva del contexto y del título similar aplicado a Nabuzaradán, “capitán de la guardia” de Nabucodonosor.68 Es posible que deba traducirse como “capitán encargado de la cárcel real” o “jefe de la cárcel” (39:20; 40:3-4), en cuyo caso es probable que Potifar, cuando más adelante encarceló a José, lo estuviera reteniendo en realidad bajo su propia vigilancia y servicio.
El texto no abunda en detalles para indicar la angustia de José en el momento de ser comprado como esclavo. Da por sentado que podremos suplirlos por medio del uso sensato de nuestra imaginación:
¿Qué habrá pasado por la mente de este adolescente al verse desarraigado violentamente de su hogar, vendido como siervo, obligado a vivir entre forasteros en un país extranjero y comprado en el mercado de esclavos?69
Lo que el texto sí sugiere con claridad es la providencia divina detrás del destino de José. Podría haber sido comprado por una familia cualquiera, pero va a parar a casa de un hombre de elevado rango que ostenta importantes cargos en el reino. Este hecho, además de introducir a José en el ambiente culto del país, será el primer eslabón en una hilera de episodios y de personajes (Potifar y su esposa, el copero y el panadero, el mismo faraón) que conducirá a la introducción de José en la corte y ayudarán a explicar cómo un humilde esclavo pudo alzarse, “de la noche a la mañana”, al segundo puesto en el reino.70