Los invito a entrar en el gimnasio de Dios en los capítulos que siguen, para un esfuerzo santificador, con algo de dolor, pero también con una gran recompensa.
¡Dios está buscando unos cuantos hombres que estén dispuestos!
Alimento para pensar
¿Qué es la disciplina espiritual, y por qué es tan importante? ¿Qué es lo que generalmente se interpone en nuestro camino? (ver Romanos 3:9-18) ¿Qué le puede causar la falta de disciplina en su vida?
Reflexione en 1 Timoteo 4:7, 8 (“Ejercítate en la piedad”). Aquí, ¿cuál es el significado literal de ‘ejercítate’? En la práctica, paso a paso, ¿qué es lo que se supone que debo hacer?
¿Qué dice Hebreos 12:1 sobre esto? ¿Qué cosas le están impidiendo avanzar en su caminar con Dios? ¿Por qué sigue aferrado a ellos?
¿Hay un costo para la disciplina espiritual? Revisa 1 Corintios 9:25-27. ¿Qué podría costarle una disciplina mayor? ¿Está preparado para pagar el precio? ¿Por qué sí o por qué no?
“¡Sin masculinidad no hay madurez! ¡Sin disciplina no hay discipulado! ¡Sin sudor no hay santidad!” ¿Verdadero o no verdadero? ¿Cómo se siente, en lo profundo de su interior, con este desafío?
¿En qué se diferencia la disciplina espiritual del legalismo? ¿Cuál practica más a menudo? ¿Se necesita un cambio? Si eso es el caso, ¿qué puede hacer para que se dé?
La aplicación/respuesta
¿De qué habló Dios más específicamente, más poderosamente en este capítulo? ¡Háblale a Él acerca de eso en este momento!
¡Piensa en esto!
¿Podemos “llegan a ser realmente hombres de Dios disciplinados — un Mike Singletary o Winston Churchill espiritual? ¿No nos estamos exponiendo a una derrota? Conteste esto en sus propias palabras, sin utilizar los clichés evangélicos.
NO NO NECESITA sino encender el televisor durante algunos minutos
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LA DISCIPLINA DE LA PUREZA
UNO NO NECESITA para sentir la presión de la agobiante sexualidad de nuestros días. Y la mayor parte de la opresión es brutal. Un aburrido recorrido por los canales de televisión al mediodía muestra invariablemente a una pareja envuelta bajo las sábanas de la cama y mucha monotonía sensualista. Pero la presión se ha vuelto cada vez más ingeniosa, especialmente si su propósito es vender. La cámara toma un primer plano, en blanco y negro, de un rostro masculino, apasionado y anhelante, sobre el cual se superpone un destello ambarino, que luego se convierte en un encendido frasco de perfume Obsessión, de Calvin Klein, mientras el rostro pronuncia su deseo. Cuñas comerciales más recientes presentan imágenes cinematográficas con prosa de D.H. Lawrence y de Madame Bovary, de Flaubert, mientras ésta se pasea frente al dormitorio de su ilegítimo amante.1 ¡El vaho viscoso de la sensualidad lo ha penetrado todo en nuestro mundo!
Sin embargo, aun con todo eso, muchos sensualistas quieren más. El profesor David A. J. Richard, de la Escuela de Derecho de la Universidad de Nueva York, que recomienda la libre circulación de pornografía cruda, sostiene que “la pornografía puede verse como el medio especial de la sexualidad, como una pornotopia; una concepción del deleite sensual en la celebración erótica del cuerpo, un concepto de la libertad fácil, sin consecuencias, una fantasía del desenfreno reiterativo permanente”.2 ¿Pornotopia? ¡Ya inventaron la palabra! Suena como una nueva atracción de Disney World. Autotopia .. .Pornotopia .. .Tierra de la Fantasía. “¡Absurdo!” pensamos -y lo es-,pero dolorosamente a los argumentos de Richard se les está dando hoy consideración seria. ¡No es de extrañar que vivamos en una cultura que exuda sensualidad por todos sus poros!
Y la Iglesia no ha escapado tampoco, pues muchos en la iglesia de hoy se han marchitado bajo el calor de la sensualidad. Hace poco tiempo Leadership magazine [Revista Liderazgo] realizó una encuesta entre un millar de pastores. Los pastores respondieron que doce por ciento de ellos habían cometido adulterio estando en el ministerio ¡uno de cada ocho pastores! - y veintitrés por ciento había hecho algo que ellos consideraban sexualmente impropio.3 Por otra parte, la revista Christianity Today [Cristianismo hoy] hizo una encuesta entre un millar de sus suscriptores que no eran pastores y descubrió que la cifra entre éstos era casi el doble: el veintitrés por ciento dijo que había tenido relaciones sexuales extramaritales y el cuarenta y cinco por ciento indicó que habían hecho algo que ellos consideraban sexualmente impropio.4 ¡Uno de cada cuatro hombres cristianos son infieles y casi la mitad de ellos se han comportado indecorosamente! Esto es muy grave si recordamos que los lectores de Christianity Today tienden a ser líderes laicos que han recibido una educación universitaria, ancianos de iglesias, diáconos, y superintendentes y maestros de escuelas dominicales. Y si esto está ocurriendo entre el liderazgo de la Iglesia, ¿cuánto más no estará pasando entre los miembros comunes de la congregación? ¡Sólo Dios sabe!
Esto nos lleva a una conclusión ineludible: la iglesia evangélica contemporánea es, en términos generales, “corintia” en esencia. Es una iglesia cocida a fuego lento en los jugos derretidos de su propia sensualidad, y por eso:
• No es extraño que la Iglesia haya perdido su interés por la santidad.
• No es extraño que sea tan remisa para disciplinar a sus miembros.
• No es extraño que el mundo le reste importancia como algo que está fuera de lugar.
• No es extraño que muchos de sus hijos la rechacen.
• No es extraño que haya perdido su poder en muchos lugares, y que el Islam y otras falsas religiones estén logrando tantos convertidos.
La sensualidad es sobradamente el mayor obstáculo a la santidad entre los hombres hoy, y está haciendo estragos en la Iglesia. La santidad y la sensualidad se excluyen mutuamente y los que han caído en las garras de la sensualidad no podrán jamás elevarse a la santidad mientras se encuentren bajo su agotador dominio. Si vamos a “ejercitarnos para la piedad” (cf. 1 Timoteo 4:7) debemos comenzar con la disciplina de la pureza. ¡Tiene que haber algún celo santo, algún esfuerzo santo!
LAS LECCIONES SACADAS DE UN REY CAÍDO
¿A dónde debemos mirar en busca de ayuda? El ejemplo más aleccionador que encontramos en toda la Palabra de Dios es la experiencia del rey David, tal como aparece narrado en 2 Samuel 11.
Una vida en la cúspide
El relato comienza hablando de David en la cúspide de su brillante carrera, tan brillantemente encumbrado como el que más entre los grandes hombres de la historia bíblica. Desde su niñez, había sido un amante apasionado de Dios y poseía una enorme integridad de alma, como lo atestiguaron las palabras del profeta Samuel cuando lo ungió como rey: “El hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón” (1 Samuel 16:7). A Dios le agradó lo que vio. ¡A Dios le agradó el corazón de David!
Su corazón era valeroso, como quedó evidenciado al enfrentarse a Goliat y responder a la temible retórica del gigante con unas cuantas palabras atrevidas, de su propia cosecha, y luego arremeter a fondo contra Goliat, dándole en medio de la cabeza.
David tenía una perfecta personalidad sanguínea, desbordante de alegría, entusiasmo y confianza, y rebosaba de un carisma irresistible. Era el poeta, el dulce salmista de Israel, tan en comunicación con Dios y consigo mismo que sus salmos siguen tocando hoy las fibras del corazón del hombre. Bajo su liderazgo todo Israel estaba unido. David difícilmente parecía ser un candidato para