Escultura Barroca española. Nuevas lecturas desde los Siglos de Oro a la sociedad del conocimiento. Antonio Rafael Fernández Paradas. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Antonio Rafael Fernández Paradas
Издательство: Bookwire
Серия: Escultura Barroca Española. Nuevas Lecturas Desde Los Siglos De Oro A La Sociedad Del Conocimiento
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788416848003
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se han recuperado algunas piezas de singular riqueza decorativa, como la de la iglesia de los Santos Justo y Pastor de Granada, obra de Salvador Pavón Valdés, realizada entre 1762 y 1764. Presenta tres castillos, que se asientan sobre una repisa dorada y tallada, rematados por un gran penacho mixtilíneo coronado por angelotes. El de la iglesia de la Concepción de Écija, de carmelitas descalzos, también recuperado en el proyecto andaluz, es de autor anónimo de la segunda mitad del siglo XVIII, y junto con el rico mobiliario del templo, representa uno de los interiores más importantes del Barroco andaluz. La caja es de estilo rococó, formada por un primer cuerpo liso a modo de alto basamento, sobre el que se disponen los tres castillos. Destacan las cornisas curvas con elementos de rocalla, a modo de penachos, poco frecuentes en la decoración de las cajas de órgano. El mueble fue diseñado como parte integrante del coro, junto con la tribuna de celosía y balaustrada.

      Pero sin lugar a dudas, los grandes órganos barrocos son los de las catedrales como las de Salamanca, Toledo, Segovia o Sevilla. Los de la catedral hispalense son obras realizadas en 1725 por el ensamblador Luis de Vilches, quien hizo el diseño arquitectónico y dirigió la construcción de las cajas y tribunas de los mismos. La labor escultórica se debe a Pedro Duque Cornejo. (Fig. 4) Es frecuente que existan dos órganos enfrentados, que suelen ser de diferentes autores y épocas. La excepción está en los órganos de las catedrales de Granada, Almería y Málaga, donde los órganos son gemelos del mismo autor e idéntico diseño. Este último, realizado entre 1778 y 1782 por Julián de la Órden, es uno de los ejemplos más significativos del desarrollo máximo del órgano barroco español.

      Fig. 4. Cajas de órgano. Luis de Vilches. Catedral de Sevilla.

      En cuanto a los púlpitos, aunque sin uso desde el Concilio Vaticano II, su presencia en los templos es habitual, conservándose interesantes ejemplos en la mayoría de los templos. Evolución de los primitivos ambones —antiguas bemas—, con los que se confunden a veces, estos suelen ir situados a ambos lados de la nave mayor, no lejos del presbiterio en las parroquias y adosados a los muros del evangelio en los conventos. Están realizados en mármol, hierro o madera. Tanto los de mármol como los de madera cuentan con una decoración esculpida importante. En unos y en otros el tornavoz es de madera, decorándose en la parte interna con una paloma, símbolo del Espíritu Santo, para indicar que las enseñanzas que se realizan desde el púlpito eran inspiradas por la gracia divina. Ofrecen en su organización soluciones dependientes de la arquitectura y, sobre todo, de la orfebrería, pues reproducen a menor escala cálices y copones. La tipología es muy variada, de forma circular, poligonal o cuadrada, se levantan sobre un pedestal y están cubiertos por el tornavoz o sombrero. Se accede a ellos por una pequeña escalera, a veces cerrada por medio de una puerta, que en la mayoría de los casos ha desaparecido.

      Los mejor conservados son los realizados en mármoles como los de las catedrales de Granada y Córdoba, en los que intervinieron en su diseño grandes arquitectos y escultores. En el caso de la catedral de Granada, realizado con mármoles de colores, se dio la feliz combinación entre Hurtado Izquierdo y Duque Cornejo. Este escultor probablemente, también diseñó los púlpitos de la catedral de Córdoba, aunque no llevara a cabo su ejecución. Los púlpitos, situados en el arco toral, fueron realizados en caoba y mármol, terminados en 1779 por el escultor francés Juan Miguel Verdiguier. En el de la izquierda, aparecen los símbolos de los evangelistas Lucas y Juan, y en el de la derecha los de san Mateo y san Marcos, labrados todos ellos en mármol. Los tornavoces se adornan con cortinajes tallados y rematan en figuras alegóricas de las virtudes. En los relieves de la tribuna se admite la colaboración de Alonso Gómez de Sandoval. Construido exclusivamente en madera es el magnífico púlpito de la iglesia de La Concepción de La Laguna, obra probable de Jerónimo de San Guillermo, escultor activo en esa ciudad en la primera mitad del siglo XVIII, donde su autor muestra un gran dominio de la talla.

      Otro mueble que juega un papel importante como modificador del espacio arquitectónico son las cajoneras de las sacristías, dependencias estas que tuvieron también un gran desarrollo tras el Concilio de Trento. Las cajoneras, destinadas a guardar el vestuario y ornamentos litúrgicos, son piezas destacables del mobiliario religioso y tienen su evolución en los arcones medievales. Se encuentran en las sacristías y vestuarios de los templos, configurando con el resto del mobiliario interiores de gran armonía y magnificencia. Presentan su frente ocupado por uno o más módulos de grandes cajones para guardar las ropas litúrgicas, existiendo ejemplares que se completan con un módulo con puertas. Se adaptan por lo general a las proporciones de la estancia y, en muchos casos, se encuentran empotradas en grandes hornacinas. En ocasiones, sobre ellas y adosados a la pared, se levanta un empanelado con cajones y tacas, más una imagen del Crucificado, cobijado por dosel, o pequeños retablos, marcos y espejos, delante de los cuales el sacerdote lee las oraciones mientras se reviste de sagrado.

      Fig. 5. Sacristía de la cartuja de Granada.

      El confesionario, común a todos los templos, es uno de los muebles litúrgicos que tipológicamente tiene una importante componente arquitectónica. Estos van evolucionando desde un cajón prismático hasta ricos sitiales. En las Instrucciones de la fábrica y del ajuar eclesiástico, redactadas por Carlos Borromeo, quedan fijadas las características de estos y el número que debía haber en cada templo según la categoría del mismo. Se conserva un buen número de ellos, siendo la mayoría de carácter cerrado. En otras ocasiones, son simplemente un sillón, en el que a los brazos se le ha añadido un tablero con celosías para preservar la intimidad del penitente. En la catedral de Salamanca se conserva un número interesante de confesionarios, diseñados por Alberto de Churriguera, en donde sobresale el del penitenciario, decorado con un relieve de Cristo y la Magdalena, realizado por Alejandro Carnicero.

      Los más frecuentes en los templos españoles son los de forma de cátedra, que presentan en el centro una pequeña portezuela compuesta por dos batientes, disponiéndose en su interior un sillón. Los laterales del mueble suelen presentar también decoración, ya sea de carácter geométrico o de motivos vegetales, disponiéndose en los mismos una rejilla metálica para la comunicación con el confesor. Al igual que ocurre con los armarios, la evolución de los mismos se aprecia principalmente en el mayor movimiento que presenta la cornisa, abriéndose en ocasiones en grandes copetes.

      Si el mobiliario litúrgico de carácter fijo ha sufrido grandes pérdidas, mucho más significativas han sido en las piezas de carácter móvil, pues al perder su función en la liturgia se han postergado, vendido o desaparecido. Facistoles, atriles, sacras, candeleros, tenebrarios, arcas, etc., son obras que presentan un valor artístico incuestionable y que siguen, en su tipología y decoración, la evolución estilística de otras piezas de las artes suntuarias o decorativas. Asimismo, son muy abundantes en los templos los muebles de asiento. Escaños, bancas, arquibancos, sillones de brazos, bancos, escabeles, taburetes, sillas, faldisterios, sitiales, reclinatorios, etc. De todos ellos, destacan la sede o cátedra, para presbíteros y obispos respectivamente, situados en el altar mayor, donde se ubican los ministros oficiantes y concelebrantes, son los de mayor riqueza y en el Barroco van a tener las mismas características que los empleados en los espacios civiles. A partir del siglo XVII, la sede pasa a estar constituida por asientos independientes, en número de tres, donde el de mayor importancia es el central, destacado