En Andalucía fue frecuente el uso de la imaginería ligera de carácter devocional, según apuntan los investigadores, desde la segunda mitad del siglo XVI y primer tercio del siglo XVII[3]. Concretamente, la técnica del papelón fue empleada por el escultor Pedro Nieto, que trabajó en Sevilla durante la primera mitad del siglo XVII. Según describen González Gómez y Roda Peña: “Por entonces, las figuras de pasta gozaban de gran predicación en el mundillo cofrade sevillano, pues contaban con indudables ventajas, a saber, resultaban más económicas que las de madera, pesaban menos y, por ende, podían ser transportadas más fácilmente en las andas procesionales”[4]. En esta misma zona geográfica destacan los encargos realizados en materiales ligeros a los escultores Marcos Cabrera, para la Hermandad de San Antón de Jerez de la Frontera[5], y Jerónimo Hernández, para las ejecuciones del antiguo paso de la Oración en el Huerto en contrato de 1578[6].
También en la Semana Santa vallisoletana eran conocidas y usadas este tipo de imágenes ligeras, constatándose la existencia de pasos realizados en papelón y lino ya en el siglo XVI, como así se describen: “ […] porque estos de Valladolid son los mejores que hay en Castilla, por la proporción de los cuerpos, hermosura de los rostros y aderezo de las figuras, que todo es de la misma materia, de cartón y lino, de que están formados; y si van algún vestido, gorra o capa al exterior, es todo de brocado de tela, de suerte que parecen muy bien”[7]
Las imágenes ligeras procesionales, en un principio perecederas, iban adquiriendo un valor cada vez más permanente, desembocando en un lógico cambio de materiales efímeros por materiales más perdurables, como así afirma Gómez Piñol: “[…] al tener un carácter más permanente, a pesar de su temporalidad, acercándose a otro tipo de manifestaciones pietistas que tenían lugar en otras zonas de Europa al mismo tiempo”[8]. Esta mudanza también se vio favorecida por la influencia de las corrientes estéticas humanistas, en donde las obras de corte romanista eran frontalmente contrarias a los materiales y técnicas tradicionalmente empleados en la imaginería ligera. Se consideraba el papelón un material deleznable, en favor del protagonismo de la talla en madera, adquiriendo esta las más altas cotas de riqueza expresiva durante el siglo XVII en España.
El segundo de los aspectos fundamentales para considerar una imagen como ligera lo constituye el hecho de que presente escaso peso, aunque no necesariamente debe guardar una relación directa con su tamaño. De hecho, quizá este sea uno de los aspectos más interesantes de esta tipología de obras, ampliamente referido en la documentación que las describen, concretamente en las obras novohispanas, conocidas como los Cristos de caña, en donde dice así: “[…] llevan también a España los crucifijos de caña que, siendo de la corpulencia de un hombre muy grande, pesaban tan poco que los puede llevar un niño; tan perfectos y devotos que hechos como dicen no pueden ser más acabados”[9]. Gañán Medina refiere: “El Cristo de los Cálices de la catedral de Sevilla de Juan Martínez Montañés, pesa aproximadamente de 25 kg” [10], pese a su correcto ahuecado y trabajo de embonado que, comparándolo con los escasos 6,5 kg y 180 cm de alto del Cristo de Telde[11], Crucificado novohispano, la diferencia es notable.
2.RECURSO EVANGELIZADOR
La escultura, como cualquier manifestación artística, ha servido como vía recurrente para la evangelización. España no es ajena a este hecho, teniendo en su haber histórico dos momentos culminantes relacionados con la expansión cristianizadora. El primero de ellos tiene lugar durante la Reconquista de los territorios ocupados por los musulmanes, descollando con la caída del Reino Nazarí de Granada en 1492[12]. A medida que las ciudades se iban anexionando al territorio de la Corona de Castilla, la conversión se iba produciendo por los musulmanes que se quedaban en el territorio español y las mezquitas se convertían en iglesias. Para ello era necesario acudir a obras artísticas que ocuparan los espacios de las nuevas sedes católicas. Bajo este influjo, y apoyado por la propia reina Isabel de Castilla, se desarrolló la escultura seriada de molde en papelón.
El segundo momento evangelizador clave fue la conquista y colonización del Nuevo Mundo, trayendo consigo la conversión a la religión católica de los indígenas adoptados como súbditos del Reino Español gobernado por los Reyes Católicos. La cristianización de los indios del Imperio Azteca o Méxica, actual México, y el empleo de imágenes cristíferas por parte de las congregaciones cristianas, especialmente franciscanos, acarreó un intercambio cultural bidireccional. En torno al arte de la escultura se produjo un intercambio de conocimientos, tanto a nivel técnico como material, entre los maestros escultores indígenas y los españoles. Producto de él fue la creación de modelos cristianos en materiales y técnicas indígenas, como así lo atestiguan los numerosos crucificados de caña de maíz procedentes del nuevo continente hallados en la Península e Islas Canarias.
2.1.Primeras imágenes ligeras de papelón de influencia nórdica
Datadas entre finales del siglo XV y principios del siglo XVI, periodo de transición de las fórmulas góticas a las renacentistas, con marcada influencia nórdica, están documentadas una serie de esculturas marianas ligeras: Virgen del Pozo (Valladolid), Virgen del Socorro de Antequera (Málaga), Virgen de los Remedios de Villarrasa y Virgen de la Luz de Lucena del Puerto, estas últimas procedentes de Huelva.
Estas imágenes representan el tipo iconográfico denominado Mater Amabilis, exhiben gran similitud en el trazado de los volúmenes y postura de las imágenes, en donde la imagen femenina aparece de pie, con la pierna izquierda asomando la punta del zapato por debajo de la túnica, mostrando una ligerísima inclinación del torso hacia la izquierda, contraponiéndose a la inclinación de la cabeza hacia el lado derecho, exceptuando la obra vallisoletana, que ha perdido parte de su volumen original, conservándose solamente la parte superior. Todas ellas van ataviadas a la moda típica del gótico europeo del siglo XV, comenzándose a utilizar en la Península en el siglo XVI[13]. (Fig. 1 y 2)
Fig. 1. Virgen de los Remedios y Virgen del Socorro. Foto tomada de: VILLANUEVA, E. y MONTERO, G. (1999: 100): “Investigación y tratamiento de la Virgen de los Remedios de Villarrasa (Huelva)”. Sevilla: Boletín del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico. Diciembre 1999, Año VII, nº 29, 99-109 pp.
La concordancia existente entre los volúmenes, texturas plásticas y estilo de este grupo de obras, no así en sus policromías ciertamente modificadas, así como los estudios radiográficos llevados a cabo en la Virgen de los Remedios de Villarrasa y la Virgen del Socorro, ponen de manifiesto su manufactura mediante moldes, siendo, por tanto, extrapolable al resto de las obras mencionadas. Concretamente, queda documentada[14] la naturaleza mixta del soporte realizado en pasta de papel para el modelado de la cabeza y manos de la Virgen de los Remedios, así como en la figura del niño, mientras que el resto de la obra es realizada en tela encolada de lino, a excepción de una mínima estructura interna en madera de pino.
Fig. 2. Virgen de los Remedios y Virgen del Socorro. Foto de la autora.
Según apunta el investigador Pereda[15], la introducción de la producción casi industrial de las esculturas mediante el método de moldes fue a cargo del escultor de origen nórdico, concretamente de Utrecht, Huberto Alemán. Este método, hasta entonces desconocido en España, permitió a la reina Isabel la católica proveer de obras piadosas a las iglesias de nueva creación del Reino de Granada tras su conquista, cumpliendo con uno de sus principales objetivos: la evangelización y conversión de los musulmanes a la fe católica, materializada a partir de 1502. No en vano, se ha asociado la Virgen de los