La técnica del papelón europeo, también conocida como pasta europea, recibe su nombre del propio material utilizado. Tradicionalmente, el papel se elaboraba a partir de fibras vegetales de lino y cáñamo, que carecen de sustancias ácidas en su composición, facilitando así su conservación. Dichas fibras vegetales se mezclaban con un adhesivo, normalmente de cola orgánica. La técnica de aplicación lleva implícita el uso de moldes y su posterior desmolde, en donde el papelón húmedo se ajusta a la huella del molde y, tras secar, se desmolda.
La técnica del moldeado o vaciado tácitamente implica todos aquellos procedimientos o métodos que sean capaces de reproducir o multiplicar un objeto manteniendo la forma, llevando sobrentendido el concepto de serie. Esta técnica permite pasar las esculturas de un material de paso (molde) a uno definitivo (reproducción). La creación de un molde lleva expresa su posterior reproducción, ya que en principio, el molde es un medio técnico para la producción de copias y no un fin en sí mismo, salvo excepciones de carácter artístico. La técnica de moldeado se compone de tres elementos fundamentales[42]: el modelo original o positivo que es la forma primera, la que se quiere reproducir. Las imágenes traídas por Humberto Alemán se basaban en modelos importados desde su tierra natal, como así lo atestigua el estilismo de la Virgen del Socorro de Antequera o la Virgen de los Remedios de Villarrasa, basado en un modelo de la Virgen con el Niño en barro cocido procedente de Westfalia[43]. El molde o negativo es la forma envolvente de un objeto en donde queda plasmado el volumen, el detalle y las texturas de dicho modelo positivo pero invertido o negativo. La superficie interna del molde se llama huella. Tradicionalmente, los moldes eran fabricados en yeso[44] o barro cocido[45]. La reproducción o copia, denominada como gemelo del original, reproduce fielmente el objeto original siempre que la técnica sea adecuada.
Los Cristos ligeros novohispanos, la segunda clasificación planteada, se han venido considerado como fabricados mediante moldes, error que lleva a pensar que son imágenes estrictamente seriadas. Las diferencias notables en cuanto a tamaño, postura, disposición de paños de pureza, resolución de cabellos y barbas y, en definitiva, su expresividad plástica, han ido evolucionando de unas imágenes primitivas más arcaicas, en donde el molde unifica más la producción, para ir evolucionando a formas más libres, siendo iguales pero no idénticas[46]. Por ello, son susceptibles de agruparse en torno a talleres u obradores, dirigidos por un maestro, presentando la producción de cada uno gran uniformidad, como así lo ha planteado el investigador Pablo F. Amador Marrero[47].
La impresión esbozada mediante técnicas de molde es frecuente en la producción de crucificados ligeros novohispanos (Fig. 4). En ellos, el cuerpo se divide en dos partes; la anterior y la posterior. El proceso consiste en aplicar al molde de barro, yeso o madera[48], un aislante o desengrasante en la huella para facilitar su desmoldado. Destaca en este sentido, la extracción de un fragmento arcilloso del interior del Cristo de Telde, confirmándose así el material con el que se realizó el molde original[49]. Según los datos arrojados por pruebas endoscópicas de fibra óptica practicadas al Cristo de Zacatecas (Córdoba) y al Cristo del Capítulo (Cádiz), se observan restos de polvo blanco adheridos a la horma de ambas esculturas, verificándose como sulfato cálcico sin aglutinar mediante análisis en el de Córdoba[50]. A continuación, el papel europeo[51] o amate[52] se encolaban en diferentes direcciones, dándole la forma a la estructura, adquiriendo gran consistencia una vez seca. Las hormas anterior y posterior se cosían o unían con tiras de papel. Ejemplos de cosido han sido confirmados por los restauradores Leonor Labastida Vargas[53] en el Cristo de San Agustín de las Cuevas de Tlalpan, (D. F.), y Pablo F. Amador Marrero en el Cristo de Valverde de Leganés (Badajoz). A partir de la copia positivada se superponen sucesivas capas. En algunas imágenes, apenas se recrecen los volúmenes con pasta de caña de maíz, como en el Cristo de Telde[54], prácticamente realizado en papelón. Mientras, en otros, como el Cristo del Capítulo, la horma es recubierta por vástagos de médulas de caña de maíz, engrosando el volumen de la obra, para ser tallada una vez seca o modelada por presión cuando aún estaba húmeda[55]. La nueva superficie se recubre con pasta de caña, trabajando los detalles y terminando así el modelado de la pieza. El conjunto se recubre nuevamente con papeles adaptándose a la forma, sirviendo de estrato intermedio entre el volumen de la escultura y la capa de preparación y su posterior policromía. Para la realización de los volúmenes generales de la cabeza, se seguía el mismo procedimiento tecnológico de fabricación expuesto. Los detalles, como el bigote o la barba, eran modelados después de haber sacado la forma de la matriz. En los brazos y piernas, fabricados de forma independiente, se tomaban como moldes trozos de madera cilíndrica, recubriéndolos con gruesos cartones encolados y, una vez secos, se reiteraban los moldes cilíndricos de madera, como ocurre en el Cristo de la salud de la Palma[56].
Fig. 4. Cristo de Churubusco. Dibujo de Rolando Araujo Suarez. Esquema construtivo A.- 1ª. Estructura de papel amate, B.- Cañas de maíz, C.- 2ª estructura de papel amate, D.- Tubo de papel amate y E.- la policromía. Foto tomada de: ARAUJO SUÁREZ, Rolando, HUERTA CARRILLO, A. y GUERRERO BOLÁN, S.: “Esculturas de Papel Amate y Caña de Maíz. Museo Franz Mayer”. Cuadernos Técnicos 1. México, 1989. Citada en AMADOR MARRERO, Pablo Francisco: “Imaginería ligera novohispana en el Arte Español de los siglos XVI-XVII”. Directores: María Luisa de los Reyes Hernández Socorro y Elisa Vargaslugo Rangel. Universidad de las Palmas de Gran Canaria, Departamento de Filología Moderna, 2012, p. 607.
La técnica del modelado está basada en un sistema aditivo para la creación de la forma de una manera directa, mediante la utilización de un material dúctil y maleable, que admite adhesiones del mismo, y al que se le aplica presión en busca de la caracterización definitiva. Tradicionalmente, el material más conocido es el barro o la arcilla, que permite su posterior policromado, pero no serían incluidos como materiales ligeros por el elevado peso final de las obras.
Sin embargo, como se ha podido comprobar, en los Cristos ligeros novohispanos, el modelado se practica sobre la pasta de maíz aglutinada con tatzingueni, creando una pasta o engrudo esponjoso, o bien, sobre las cañejas aún húmedas, que constituyen el segundo estrato volumétrico en las imágenes fabricadas a partir de una impresión esbozada. A diferencia de las pastas novohispanas, las europeas están fabricadas mediante masillas de serrín de madera y/o fibras de lino y cáñamo aglutinadas con colas animales, como se describe en la siguiente cita: “[…] llamaron pasta o engrudo fuerte de Flandes a un betún resultante de machacar y macerar lienzo, cola de pez, serrín de madera, papel, piel de conejo y otros ingredientes no bien determinados: se aplicaban en moldes sacados del modelo o boceto en barro de las figuras proyectadas, a los que nombraban perdidos cuando lo destruían al utilizarlos por primera vez y moldes de piezas si se aprovechaban para obtener de ellos cierto número de esculturas idénticas. Desde luego fue un material de consistencia, pese a su aparente fragilidad, como lo prueba el que se conservan imágenes de tamaño grandioso, natural y académico en relativo buen estado a los cuatro siglos de su labrado.”[57]
La caña de maíz o maguey es un material prehispánico, desconocido en España y, por ende, en Europa, que se introdujo a partir del siglo XVI mediante el comercio con las Indias. El maíz era un material versátil que se usaba tanto como alimento como para la fabricación de deidades u objetos cotidianos. Como recurso plástico, la caña de maíz descortezada o en pasta se introdujo en el arte español mediante las imágenes de Cristos ligeros de origen novohispano. Estos materiales se caracterizan por su poco peso y la facilidad de su manipulación o tallado, ya que no presentan gran resistencia mecánica. Además, la mejora introducida por los españoles en las herramientas propició perfeccionar las técnicas de los indígenas que apenas “labraban sin hierro, con solo piedras”[58].
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