Momentos estelares de la NFL. Victor Hasbani Kermanchahi. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Victor Hasbani Kermanchahi
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Сделай Сам
Год издания: 0
isbn: 9788418282331
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fútbol. Tenía solo 26 años. La afición de los Jets no daba crédito. La NFL no se lo podía permitir. Un mes más tarde, Rozelle y sus abogados convencieron a Namath y la retirada quedó en nada. Namath, el rebelde de la liga, volvía al juego.

      Dos años después, las dos ligas se fusionaron y tomó forma la NFL que conocemos hoy en día. Contra los vaticinios de los médicos, Namath siguió jugando más allá de aquella cuarta temporada, aunque, severamente lastrado por las lesiones, nunca volvió a competir al nivel de 1968. Con el paso de los años, Broadway Joe se ha convertido en uno de los jugadores más queridos en la historia de una franquicia que, tras derrotar a los Colts de Shula, ya no ha vuelto a ganar el título.

      EL SUAVE CLIMA DE MIAMI no converge en absoluto con el fiero y tenso estado de ánimo que corre y se eriza en las almas colectivas de ambos contendientes. Al sol ardiente que domina el cielo purificador de la Florida, dulcemente mitigado por la brisa marina, se contrapone la ansiedad y tensión de Baltimore Colts y Dallas Cowboys. Ambas franquicias están a punto de medir sus fuerzas en la Super Bowl V. Domingo 17 de enero de 1971. Un día capicúa para todo el planeta excepto aquí.

      El mítico Orange Bowl de Miami, ubicado en Little Havana, el barrio de los exiliados cubanos, ya había sido testigo de la destrucción de los Baltimore Colts a manos de los Jets en la Super Bowl III. Guiados por el veterano Weeb Ewbank desde el banquillo y por Joe Namath en el césped, los de la herradura en el casco tuvieron que rendirse a la humillación de ser el primer equipo de la NFL en perder contra el contendiente de la mucho menos glamurosa, y peor considerada, American Football League. Aquella hecatombe provocó un terremoto que en pocos meses sacudió completamente el panorama de la NFL.

      Para el arranque de aquella temporada de 1970 que hoy se clausuraba, la fusión de la NFL y la AFL había dado paso a la estructura actual de la NFL: un draft único para todas las franquicias y el mismo número de equipos repartidos entre dos conferencias, NFC y AFC. A raíz de la fusión, algunos conjuntos de la National Football Conference pasaron a la American Football Conference. Aquel había sido el caso de los Colts de Baltimore.

      La estrella del equipo de Maryland es el quarterback Johnny Unitas, que a sus 37 años sigue en búsqueda de su primer anillo de campeón de la Super Bowl, galardón que supondría el broche de oro a una trayectoria legendaria. Nacido en Pittsburgh en 1933, cuando el país empezaba a recuperarse lentamente de la Gran Depresión, Unitas pasó su infancia en Mount Washington, un barrio crecido a lo largo de la ribera sur del Río Monongahela, tradicionalmente dedicado al carbón. De ascendencia lituana, su apellido era Jonaitis, pero al llegar sus abuelos a Ellis Island el apellido había sido americanizado por el oficial de inmigración. Adiós Jonaitis, hola Unitas. Su padre, el señor Francis Unitas, lo dejó huérfano cuando solo tenía cuatro años, y su madre tuvo que buscarse dos empleos para que la familia pudiese seguir adelante. La ética de trabajo y el carácter duro como el hierro de Helen Unitas (Superfisky de soltera) hicieron mella en el joven Johnny.

      En la escuela secundaria, Johnny Unitas jugaba ya de quarterback, aunque ocasionalmente también lo hacía de running back, algo que le ayudó a la hora de conectar con sus corredores en toda su carrera. De adolescente soñaba con ponerse el casco de los Fighting Irish de Notre Dame23 e incluso llegó a presentarse a una prueba, pero se topó con el juicio inapelable del entrenador Frank Leahy: «Este chico es demasiado flaco, si lo meto en cancha lo van a matar». Rápidamente, Unitas supo transformar la frustración en energía positiva y pronto encontró la oportunidad de jugar como quarterback en la Universidad de Louisville, donde debutó como titular en la quinta jornada de la temporada de 1951. No tardó mucho en exhibir su talento: completó 11 pases seguidos y consiguió 3 touchdowns en un partido contra Saint Bonaventure. Aquella temporada, Louisville ganó cuatro de los cinco partidos en los que Unitas jugó de inicio, y perdieron cuatro de los cinco en los que no fue titular.

      Al año siguiente, debido a un severo recorte de fondos, el equipo de fútbol redujo la plantilla de forma tan drástica que los jugadores que quedaron disponibles debían jugar ¡en ataque y en defensa! Así, Unitas ejerció en cada partido no solamente de quarterback sino también de safety y de cornerback, y como no había más remedio se encargaba también de retornar los kick-offs. Esta situación se mantuvo inalterable durante su tercer año hasta que en el último año universitario, con una plantilla de 34 jugadores, jugó ya solo en su posición favorita.

      En el draft de 1955 fue elegido en la novena ronda por los Pittsburgh Steelers, el equipo de su ciudad. En el training camp, junto con Unitas, había otros tres quarterbacks. Uno de ellos debía abandonar la plantilla. A Walt Kiesling, entrenador de los Acereros, no le tembló el pulso al señalar a Unitas como el elegido. Ser rechazado de nuevo fue una gran decepción para el joven Johnny, que tuvo que remangarse la camisa y pasar aquel año trabajando en una empresa de construcción. Su cabeza, sin embargo, seguía centrada en el fútbol. Y con razón.

      Pocos meses más tarde, se presentó por fin una nueva oportunidad. Lo llamó el legendario coach de los Colts Weeb Ewbank, y Johnny no se lo pensó dos veces. El quarterback titular de Baltimore era en aquel momento George Shaw, número uno del draft el año anterior. Se esperaba que Shaw fuera el líder que llevara a los Colts, un equipo con mimbres suficientes como para optar a lo más alto. En esa primera temporada, la de 1957, en un partido contra los Detroit Lions, con la contienda decidida, Ewbank dejó que Unitas jugara unos minutos. Entró en el campo encorvado, trotando de una forma un tanto peculiar. Las primeras sensaciones que ofrecía el joven quarterback no invitaban al optimismo. Ese día lanzó un 0 de 2 y una intercepción. Fue un debut desalentador.

      Dos semanas después, contra los Chicago Bears ocurrió lo impensable: Shaw se rompió la pierna y Unitas tuvo que sustituirle, esta vez para disputar minutos de verdad. Unitas entró al terreno de juego con parsimonia. Los primeros compases no pudieron ser más catastróficos. Su primer pase fue interceptado y retornado en la end zone, y, poco después, cometió un fumble. La parroquia local lamentaba el infortunio de Shaw. Semejantes desgracias hubiesen destrozado psicológicamente a muchos, pero Johnny ya había demostrado que podía soportar cualquier revés, tanto físico como emocional.

      En las semanas siguientes la situación dio un vuelco de trescientos sesenta grados. Unitas jugó de manera espectacular contra Green Bay y Cleveland, y acabó la temporada con un promedio de pases completado del 55,6%, un récord para un rookie. Ya nadie pensaba en el retorno de Shaw. En su segunda campaña, la de 1958, «Johnny U» explotó definitivamente y se hizo con el trofeo de MVP. Su eclosión había sido fulgurante. Había nacido una estrella24.

      Baltimore, que jamás había festejado un título en ningún deporte profesional, era considerada poco más que un lugar de paso en el trayecto entre Washington y Nueva York. Solo a mediados de los años cincuenta habían logrado los Orioles, que habían recalado en Maryland tras dejar Saint Louis25, dar alguna alegría a la comunidad local. Faltaba, sin embargo, un símbolo, un héroe, alguien capaz de situar la ciudad en el mapa deportivo profesional. ¿Y qué mejor oportunidad para hacerlo que en Nueva York? ¿Qué mejor marco que el Yankee Stadium?

      Corría el año 1958 cuando Unitas llevó a los Colts al partido de Campeonato de la NFL. En el Bronx aguardaban los Giants, grandes favoritos. El combinado de Nueva York había logrado el entorchado dos años antes26 y acababa de dejar a 0 a los Cleveland Browns en la ronda divisional27. La defensa de los Gigantes, liderada por el linebacker Sam Huff, estaba jugando a un gran nivel. La misma mañana de la final el propio Huff28 se topó a la hora del desayuno con los jugadores de los Colts en el hotel de concentración. Ver allí en vivo a aquel hombre desató en los Colts un pensamiento indecente: ¿y si aquella iba a ser la tarde en la que finalmente lo destruyeran? Unas horas más tarde Unitas salió al terreno oliendo aquella hierba donde en veranos pasados habían realizado sus proezas Babe Ruth y Joe DiMaggio, y donde ahora brillaba la estrella de Mickey Mantle29. Y se inspiró.

      Ambos equipos ya se habían visto las caras durante la temporada regular, con derrota de los de Baltimore, según Ewbank, porque las esposas y novias de los jugadores habían estado con ellos hasta muy tarde. Por ello, esta vez decretó que a las diez de la noche de la víspera todos los jugadores estuvieran a solas en sus