La novela es una lectura muy válida de la realidad que no todos están dispuestos a aceptar.
Hugo Foguet
El tiempo humano seguirá siendo siempre rebelde.
Marc Bloch
1. Desarrollo del campo cultural y literario tucumano
Desde finales del siglo XIX, con la inclusión de la provincia de Tucumán en la red ferroviaria y la llegada del ferrocarril en 1876, la industria azucarera recibe un gran impulso para su posterior industrialización. Se adquiere nueva maquinaria que llega desde el extranjero, se aceleran los tiempos de producción y se aumenta considerablemente la cantidad de azúcar que se elabora. A partir de esta influencia económica y social que genera la industria azucarera, puede apreciarse en la provincia un desarrollo en ámbitos urbanos y rurales, y en los colectivos sociales.1 El desarrollo de la industria se ve acompañado entonces por la aparición de nuevas pautas sociales y por el delineamiento de inquietudes culturales,2 en gran medida estimuladas por las nuevas elites.3 Así es que, a grandes rasgos, pueden leerse como hitos significativos en la vida de la ciudad y de la provincia el funcionamiento del Colegio Nacional y de la Escuela Normal, el fomento a la actividad dramática al erigir el teatro Belgrano, la conformación de la Sociedad Sarmiento, la creación de la Universidad Nacional de Tucumán y, posteriormente, de la Facultad de Filosofía y Letras, el desarrollo del periodismo cultural a través de revistas y suplementos en los diarios4 y el surgimiento del grupo La Carpa. Estos momentos ayudan a comprender la magnitud de una vida cultural que puede leerse e imaginarse en la novelística estudiada.
Con el aporte de figuras como Juan Bautista Alberdi, Nicolás Avellaneda y, posteriormente en los años finales del siglo XIX, con la llegada de Amadeo Jacques, Paul Groussac, entre otros intelectuales, el clima cultural de la provincia se modifica considerablemente y se trazan esquemas de desarrollos futuros. Dos instituciones decisivas en esos años son el Colegio Nacional, fundado en 1864, y la Escuela Normal, creada en 1875 (Martínez Zuccardi, 2007: 4-5). En esas instituciones se formarán importantes políticos e intelectuales de la provincia. Una síntesis de esta efervescencia se puede cotejar en palabras de Eduardo Rosenzvaig:
El [18]82, año prometeico en el que, a seis de existencia, la Escuela Normal da tres docenas de profesores diplomados, entre ellos media de mujeres; termina la construcción del teatro Belgrano y el gran puente de quebracho sobre el Salí, y tres veces a la semana salen a la calle La Razón y Los Debates, dos El Republicano, una El Católico. (Rosenzvaig, 2008: 275)
Formación de docentes, actividad en los teatros, publicaciones periódicas. Sobre este último aspecto es importante tener en cuenta el relevamiento realizado por Manuel García Soriano sobre los orígenes y el desarrollo del periodismo desde el siglo XIX. El periodismo “nace” en Tucumán con la impresión del Diario Militar del Ejército Auxiliar del Perú (1817-1819), luego de que el general Belgrano introdujera la imprenta. En 1820 aparecerá El Restaurador, que funciona como tribuna política, al que le seguirán muchas otras publicaciones. Mientras que en 1872 se funda La Razón, según García Soriano (1972: 7-9), el “primer gran periódico tucumano”, el primer diario informativo moderno de la provincia que se mantendrá en circulación hasta 1887. Fundado por Ernesto Colombres, en 1883 aparece el diario El Orden, que luego será dirigido por León Rosenvald, y que se convertirá en el diario hegemónico en Tucumán hasta la aparición de La Gaceta (pp. 30-40).
Se pone en evidencia la necesidad de construir numerosos puentes, pero aún se precisa algo más. Es así como un grupo de maestros egresados de la Escuela Normal se propone la creación de una sociedad que llevará el apellido de Sarmiento.5 Desde su establecimiento en 1882, la institución se propone fomentar la escritura y la lectura crítica y reflexiva, fundar una biblioteca, dictar conferencias y crear una escuela nocturna para adultos (Rosenzvaig, 2008: 275-276). En el seno de la Sociedad Sarmiento se comienzan a publicar El Porvenir y Tucumán Literario, que se convierten en los primeros antecedentes de publicaciones periódicas culturales en la provincia.6 Ambas publicaciones se erigieron como antecedentes para la aparición de la Revista de Letras y Ciencias Sociales creada en 1904 por el poeta Ricardo Jaimes Freyre, Juan B. Terán y Julio López Mañan. La revista, de periodicidad mensual y cuya publicación se prolongó hasta 1907, se convirtió rápidamente, según críticos como Emilio Carilla y David Lagmanovich, en una de las publicaciones más importantes del período, que dejó un legado y una marca en la cultura de la región.7 Según Soledad Martínez Zuccardi (2007: 3), pueden identificarse dos líneas clave en la publicación, a partir de la articulación de un proyecto literario y de un proyecto científico. Años después, numerosas figuras que integraron la Sociedad Sarmiento y publicaron en la Revista de Letras y Ciencias Sociales ocuparán cargos políticos provinciales y nacionales (2007: 6).
Sin embargo, las tensiones políticas también se reflejan en las dinámicas culturales, ya que el 28 de junio de 1903 se funda una “sociedad literaria” llamada Biblioteca Alberdi, impulsada por el entonces gobernador Lucas Córdoba. Esta biblioteca se convierte en una institución fundamental de la cultura tucumana. Llega a alcanzar en 1937 los cien mil lectores a razón de un promedio de ocho mil lectores por mes y realiza numerosos eventos culturales (Rosenzvaig, 2008: 237-240).
De alguna forma, la creación de estos centros de cultura funcionó como punto de partida para otras tareas y para la labor política. De acuerdo con esto, puede constatarse que varios integrantes de este grupo acompañarán luego a Juan B. Terán durante la proyección y el gobierno de los primeros años de la Universidad de Tucumán. El historiador Roberto Pucci señala que para Juan B. Terán la nueva universidad tendría que cumplir una misión modernizadora, democrática y regionalista (Darmanin-Chaparro, 2013: 69) para fomentar el desarrollo económico, social e intelectual de la provincia y de la región norte del país (Pucci, 2012b: 18). La Universidad se inaugura el 25 de mayo de 1914 y en abril de 1921 fue transferida a la órbita de la Nación. Posteriormente, se transformará en una institución clave en la vida de la provincia.
En el seno de la Universidad Nacional de Tucumán se crea en 1936 el Departamento de Filosofía, Pedagogía, Historia, Letras e Idiomas, que en 1939 es convertido en la Facultad de Filosofía y Letras.8 Con rapidez, la Facultad se convierte en un espacio de reunión, formación y discusión para los intelectuales y escritores de la época (Duguech, 2013: 31).9 Así lo refiere el escritor y periodista Julio Ardiles Gray (entrevistado por Martínez Zuccardi, 2012: 127):
Yo creo que la Facultad cambió todo, porque la Facultad nos hizo leer, leer teoría literaria […] Ya empezamos a leer Huidobro, Neruda, los poetas franceses, Éluard, Apollinaire, todos los surrealistas, Milosz, etc. Y yo creo que esa fue la característica nuestra, que ya no tomábamos ni como una tarjeta postal, folclórica, la literatura, sino como una cosa muy profunda y muy seria. Creíamos en la seriedad de nuestro trabajo literario.
El surgimiento del grupo La Carpa10 también marca un antes y un después en la vida cultural de la provincia porque consigue articular y que convivan la necesidad de una renovación de la palabra con un rescate de las representaciones de la tradición (Flawiá de Fernández y Assis, 1980: 15). Así es como en 1944 aparece en Tucumán una Muestra colectiva de poemas que contiene textos de poetas del norte argentino,11 introducido por un prólogo o manifiesto que, en gran medida, será el punto de partida para la producción literaria de varios de sus integrantes. La figura clave y congregante del grupo es el poeta salteño Raúl Galán.
La tarea cultural que emprenden, sobre todo en sus comienzos, no se reduce a discusiones filosófico-literarias sino que tratan de concretar sus objetivos ampliando los límites culturales de la ciudad a los barrios periféricos. Así, organizan representaciones de títeres, charlas, conciertos […] De allí el nombre de La Carpa que […] queda como símbolo del “cobijo imprescindible, porque hacía mucho frío y afuera llovía: era el frío de la cursilería literaria y la lluvia