Economic corridors in Asia : paradigm of integration? A reflection for Latin America. Varios autores. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Varios autores
Издательство: Bookwire
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Жанр произведения: Зарубежная деловая литература
Год издания: 0
isbn: 9789587903829
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su vez, Ploberger (2017) afirma que la emergencia de una interdependiente y conectada Eurasia transformaría la política global. De suerte que, Asia central como corazón de Eurasia, es uno de los objetivos cruciales para China (Ploberger, 2017), que como se dijo antes, en virtud de su dinamismo económico busca revivir su pasado de grandeza representado en la figura del almirante Zheng He, desarrollando nuevas ambiciones hacia una mayor proyección global derivadas, en parte, de nuevas “inseguridades” (Kaplan, 2013), pues, por ejemplo, Beijing debe proteger sus inversiones al otro lado del Índico: mercados de petróleo en Sudán, Angola y Nigeria; minas de hierro en Zambia y Gabón; al igual que cobre y cobalto en la República Democrática del Congo (Kaplan, 2013).

      Esta necesidad de satisfacer su “interés nacional” la impulsa a establecer relaciones con sus vecinos y con regiones más distantes como el África subsahariana, en procura de asegurar, por ejemplo, acceso al mar del Sur de China y el océano Índico como conexión con el golfo Pérsico, garantizando el suministro estable de los recursos estratégicos para sostener su crecimiento económico (Kaplan, 2013).

      Así las cosas, el “área de influencia” china en Eurasia y África viene creciendo mediante una estrategia pragmática basada en la idea de cooperación y desarrollo, compatible con la globalización que contrasta con la “actitud misionera norteamericana”. De modo que, con tan solo solventar sus necesidades materiales, China ha modificado el “equilibrio de poder” en el hemisferio oriental haciendo que su interés por moldear un “sistema regional chinocéntrico” choque con EUA, India y Rusia (Kaplan, 2013).

      Es así como actualmente China, en virtud de sus intereses comerciales y de seguridad, compite en Asia central con Moscú que mediante la Unión Económica Euroasiática intenta mantener bajo su área de influencia a los Estados herederos del imperio Timurida (1370-1607) y de la Unión Soviética, que hoy están en un proceso de construcción de Estado-nación (Ploberger, 2017).

      De suerte que, desde antes de Obor, ya Beijing venía aumentando su influencia en esta región con la construcción de un oleoducto que transporta petróleo desde el mar Caspio, pasando por Kazajistan hasta Sinkiang, la provincia más occidental de China; y un gasoducto que lleva gas natural desde la frontera con Turkmenistán y Uzbequistán hasta Sinkiang, atravesando por Uzbekistán y Kazajistán (Kaplan, 2013).

      La estabilización de las fronteras continentales de China ha resuelto, en buena medida, una de las tradicionales preocupaciones de seguridad, como cuando sufría la presión del ejército soviético en Manchuria o las invasiones terrestres que en la antigüedad llevaron a la construcción de la Gran Muralla (Kaplan, 2013); esta mayor estabilidad, le ha permitido direccionar sus recursos hacia la transformación de sus Fuerzas Armadas y al fortalecimiento de sus capacidades navales, concretamente al mar del Sur de China y al océano Índico, como ya se ha podido señalar.

      Cepik (2009) aborda la cuestión de la distribución de poder en las distintas regiones del planeta partiendo de los complejos regionales de seguridad identificados por Buzan y Waever, en el sur de Asia (subcontinente indio) las capacidades militares de India y Pakistán definen una distribución regional de poder bipolar, aunque se trata de una bipolaridad asimétrica. De allí que, en esta región, las principales dinámicas de seguridad son interregionales, pues desde el fin de la guerra fría, y en virtud de su acelerado crecimiento económico, la mayor preocupación de la India es consolidarse como potencia regional; aspiración que, desde el punto de vista logístico, le exige resolver cuestiones como: el acceso a los mercados del este asiático; controlar el paso por el Índico; acceso al petróleo del medio oriente y la expansión del uso de energía nuclear (Cepik, 2009). De allí que, India busque mantener relaciones comerciales con Rusia en materia de equipos bélicos; negociar acuerdos con los países de Asean; evitar una disputa directa con China; y mantener alianzas con Estados Unidos y Japón orientadas a “contrabalancear” a China y Pakistán (Cepik, 2009; Ploberger, 2017).

      Este es el contexto de seguridad en el que deben ser entendidas las críticas de India en relación con Obor argumentando que socava su soberanía e integridad territorial, The Times of India (2018) impulsa una conectividad “unilateral” y no es suficientemente transparente en términos de los detalles operacionales (Concatti, 2017, p. 180).

      Al mismo tiempo, India es quizás el mayor ejemplo de los desafíos enfrentados por la Obor, a pesar de las oportunidades que el proyecto ofrece para sus socios en términos de infraestructura y desarrollo económico. En especial, tomando en cuenta las propias ambiciones geopolíticas. Por esto la participación de este reluctant partner dentro de la Ruta de la Seda tiene varias razones: India ve con recelo que Obor incremente la influencia China en el sur de Asia, “área geográfica”, que Nueva Delhi percibe como parte de su “área de influencia” (Ploberger, 2017, p. 299) lo que conduciría a una alteración de la dinámica geoestratégica y del statu quo en Asia (Concatti, 2017).

      Parte de esta desconfianza apunta al corredor marítimo de Obor, pues sus costas sobre ambos lados del océano Índico, una de las zonas de vital importancia para China y razón por la cual proyecta construir una red de puertos a través de los cuales vincular el noreste, sudeste y sur de Asia con la península arábiga, el golfo Pérsico, África oriental y el Mediterráneo (Concatti, 2017). Siendo conveniente retomar el hecho de que como se advirtió más arriba, el principal interés de Beijing responde a proyectar poder naval para fundamentar la seguridad regional; una de las razones por las que, en el futuro cercano, podría disputar el control del Pacífico con Estados Unidos (BBC News Mundo, 2017).

      Un buen ejemplo de esta proyección estratégica china es la base de Yibuti, localizada en el cuerno de África y que tras ser inaugurada en 2017 constituye su primera base militar en el extranjero (Fontdegloria, 2017). Con unos 10.000 efectivos, Yibuti es el mayor complejo militar en toda el África occidental y entre otras capacidades, posee condiciones para operar sistemas no tripulados Wing Loong con alcance en todo el golfo de Adén, el cuerno de África y la península Arábiga. La construcción de esta base respondió a los ataques terroristas en Mali y a la crisis en Libia en 2011; pero principalmente, busca asegurar la estabilidad en la región de Adén debido a los intereses económicos y energéticos de Beijing en el golfo, es decir: proteger sus inversiones en la región; proyectarse económicamente en África occidental y salvaguardar la libre navegación por el estrecho de Bab el Mandeb. Del mismo modo, Yibuti es parte del denominado “collar de perlas” (Fontdegloria, 2017) con que China extiende su presencia militar a lo largo de las rutas