MAPA 2: CHINA CONSTRUYE UN COLLAR DE PERLAS EN EL SUBCONTINENTE
Fuentes: Elaboración propia a partir de Sánchez y Palacian (2018).
Otra cuestión problemática para India en relación con Obor alude a la estrecha relación entre Beijing e Islamabad y, en particular, al corredor económico China-Paquistán al que se hizo referencia más arriba y que atraviesa territorios en disputa: Cachemira, Gilgit-Belistan y Balochistan ocupados por Pakistán (Concatti, 2017). Este corredor se localiza en un paso estratégico que tensa las históricamente conflictivas relaciones con Paquistán.
Vale recordar que como señala Cepik (2009) en el plano regional a pesar de la debilidad relativa de Pakistán las guerras indo-pakistaníes de 1947, 1965 y 1971, y las frecuentes disputas “militarizadas” indican la continuidad de esta rivalidad como la principal fuente de tensión en el subcontinente indio. Mientras Pakistán presiona militarmente a su vecino en Cachemira, desarrolla armas nucleares o apoya guerrillas maoístas (Naxalitas) que operan en el nordeste y este de la India. Nueva Delhi hace lo propio, poniendo en alerta sus fuerzas armadas, desarrollando armas termonucleares o apoyando grupos insurgentes separatistas en Sind, Baluchistán y Waziristán (Cepik, 2009). Aunque China argumenta que el corredor con Pakistán permitiría también mejorar su conectividad con India en el oriente, este país ve con inquietud que las inversiones chinas por unos 46.000 millones de dólares para la construcción de infraestructura como el puerto de Gwadar (France 24, 2017), podrían darle a Pakistán una posición de superioridad en materia logística al paso que Beijing conseguiría otra ruta para sus exportaciones hacia Europa y África (Concatti, 2017). Gwadar no solo es estratégico para China en términos del comercio internacional de petróleo y gas, pues también le garantizaría una presencia naval permanente entre el occidente del océano Índico y el golfo de Omán (Concatti, 2017), por donde circula el 30% del petróleo (Espinosa, 2010) que se comercializa en el mundo, lo que también es motivo de desconfianza para India, máxime si se considera el peso histórico de su conflicto con China en 1962. A este factor de largo plazo se suma que tras la llegada del nacionalista Narendra Modi al gobierno en 2014 la desconfianza hacia su vecino ha aumentado considerablemente (Concatti, 2017).
Un importante incentivo para India, en relación con Obor, es el acceso a importantes inversiones en infraestructura con los que podría desarrollar económicamente su región noreste, territorio relativamente pobre y donde se sitúa Arunachal Pradeshen disputado con China (Lima, 2018), que se beneficiaría mediante el corredor económico Bangladesh-China-India-Myanmar (Ploberger, 2017). En el nordeste indio, China invertiría 22.000 millones de dólares en la construcción de un puerto en Calcuta impulsando la apertura económica de esta región (Concatti, 2017).
En el marco de Obor, China tiene intenciones de explotar en India sectores como infraestructura ferroviaria; construir una red eléctrica ligando Tíbet, Nepal y la India; impulsar el sector inmobiliario, manufacturas y comercio electrónico. Por ello, mientras el gobierno intenta maniobrar entre las presiones y la persuasión de los chinos, su empresariado parece más receptivo a aprovechar las oportunidades que surgen con la Franja y la Ruta en áreas como ingeniería ligera, bienes de consumo, servicios profesionales y energías renovables (Concatti, 2017, p. 184).
Adicionalmente, hay que advertir que las inversiones chinas mejorarían la conectividad entre India y Asean coincidiendo uno de los objetivos estratégicos de Nueva Delhi (Ploberger, 2017). Como quiera que sea, India tiene en el sudeste asiático un “compromiso económico y una presencia” importante de tiempo atrás en áreas como comercio, cultura y conectividad; relación que ha venido aumentando su perfil desde 2012 cuando alcanzó el nivel de Asociación Estratégica (Concatti, 2017, p. 181). Esta relación con Asean tal y como también ocurre con China, continua ganando intensidad a medida que se profundiza el proteccionismo de la administración Trump (Almoguera, 2018). De hecho, para la India tal acercamiento busca ampliar el Acuerdo de Libre Comercio vigente con Asean, incluyendo servicios e inversiones (Ploberger, 2017).
Esta aproximación se tradujo en un cambio en la política exterior india, pues la antigua Look East policy cambió para una compleja estrategia que contempla, tanto la dimensión bilateral como multilateral que el gobierno Modi formalizó bajo la “Act East Policy”, respondiendo al hecho de que el comercio de la India con el este y sudeste asiático ahora supera los intercambios con Estados Unidos y Europa (Ploberger, 2017).
A pesar de la importancia de las relaciones con Asean, cuando se observa la postura de India frente a Obor, es importante advertir que su prioridad se dirige a garantizar la estabilidad en el sur de Asia, región en donde China ha tenido una exitosa inserción; mientras su proyección hacia el Este asiático tendría carácter secundario, en el evento que la situación en el sur de Asia se deteriore (Ploberger, 2017). Los recientes incidentes militares en Cachemira y sus consecuencias, junto a su limitado poder económico, son factores condicionantes de su potencial avance indio hacia el este (Ploberger, 2017).
Finalmente, la ambivalencia de India frente a Obor alude, por un lado, a evitar una participación subordinada a los intereses de China, pero al mismo tiempo a que si opta por marginarse, y Obor tiene éxito, comprometería tanto sus ambiciones en relación con Asean e incluso su mismo rol dentro del sur de Asia, su espacio geográfico por excelencia (Ploberger, 2017).
Desde 2013, China muestra una postura más activa en el escenario internacional y una estrategia de largo plazo que parte de la importancia del Estado nacional y que amalgama sus propósitos nacionales a una retórica globalista por parte de sus autoridades, para aprovechar la actual coyuntura en favor de una diplomacia afincada en los principios de coexistencia pacífica, pero remozada por el nuevo pensamiento sintetizado en el “Sueño chino”.
Este capítulo ha pretendido mostrar que el ascenso chino tiene bases que se remontan a las reformas modernizadoras de finales de los años setenta; describe la manera en que Beijing pretende integrar África, Asia y Europa consolidando