Economic corridors in Asia : paradigm of integration? A reflection for Latin America. Varios autores. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Varios autores
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Зарубежная деловая литература
Год издания: 0
isbn: 9789587903829
Скачать книгу
capítulo busca evidenciar que Obor no es simplemente una etiqueta para un plan colosal de inversiones económicas, sino que hace parte de la estrategia china para hacer valer sus intereses políticos y económicos en escala regional y global; dicho de otro modo, se trata de una iniciativa de conectividad y cooperación dirigida a potenciar su influencia en Eurasia a través del control de recursos energéticos estratégicos, impactando así mismo la dinámica política mundial. De allí que sea importante subrayar que la Ruta de la Seda se acompaña de un esfuerzo robusto de China para modernizar y fortalecer sus fuerzas armadas, principalmente su poder marítimo, como lo evidencia el avance de su industria naval que, además de su importancia internacional, ya fabrica sus propios portaviones, o la reciente instalación de la base de Yibuti en el cuerno de África como parte del denominado “Collar de Perlas” (ver figura 4).

      De esta manera este primer capítulo busca, a partir de las perspectivas realistas y de la escuela inglesa de relaciones internacionales, describir Obor como parte de una nueva estrategia geopolítica del gigante asiático que, con foco en Asia Central y el Sudeste Asiático, evidencia sus ambiciones de asumir un rol más activo y transformador del orden internacional.

      Para los fines de este capítulo, se usa el concepto de poder en el sentido weberiano; es decir, en la capacidad de maximizar la propia voluntad independiente de la voluntad de terceros, es decir, la capacidad de un actor para alcanzar sus objetivos influenciando a otros, lo que conduce a decisiones por parte de estos que no habían sido posibles sin el ejercicio de esta influencia o “dominación” (López, s.f.; Weber, 2014). Coincidiendo con lo anterior, cuando se habla de “esfera de influencia” se alude a una relación de fuerzas en que los Estados que componen una región conceden “deferencias” a los intereses de la “potencia dominante” a la hora de definir sus propias políticas (López, s.f.).

      Este capítulo de alcance exploratorio se ha construido a partir de una metodología cualitativa e interpretativa; se fundamentó en una revisión de documentos oficiales, fuentes bibliográficas y periodísticas. Para tal fin se estructura en cuatro partes: en primer lugar se presentan los cambios en la inserción internacional china desde 1949; posteriormente, se detallan los aspectos logísticos, normativos e institucionales de Obor; a continuación se presenta la geopolítica que rodea esta iniciativa con foco en la importancia de Eurasia y su Heartland; por último, se describe el contexto de seguridad que ha impedido una participación de la India en el proyecto en los términos deseados por Beijing. Concluyendo así con unas breves consideraciones generales en las que se resalta que la proyección internacional china también alcanza a Colombia, y al conjunto de Latinoamérica, lo que plantea desafíos en términos de política exterior.

      En las dos décadas que siguieron a la instauración de la República Popular China, y en virtud del aislamiento internacional a que esta fue sometida, la diplomacia china, conducida por Chu En Lai, hizo de la reinserción del país en el sistema de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) su prioridad (Visentini, 2012). A comienzos de los sesenta la ONU era una “compleja área política” por cuenta de una menor influencia estadounidense, acompañada de cambios en la política internacional como: la détente; la autonomía francesa y china; la recuperación de Japón y Europa occidental; el “nacionalismo latinoamericano”; la descolonización africana y asiática que impulsó la creación de los No Alineados (Visentini, 2012).

      El desgaste del maoísmo y los conflictos fronterizos con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas2 (URSS) en 1969 y, más adelante, la mayor influencia soviética en Asia Pacífico, condujeron a que a partir de 1971 ideas reformistas se abrieran espacio; China se acercó a los Estados Unidos en la llamada “Diplomacia del Ping Pong”, y con ello obtuvo un asiento en el Consejo de Seguridad y el reconocimiento de su régimen por parte de los principales países capitalistas con los que normalizó sus relaciones diplomáticas (Visentini, 2012).

      La “alianza táctica” con Washington se fundamentó en la Teoría de los tres mundos de Deng Xioaoping, que enfatizaba la crítica al “social-imperialismo” de la URSS, trajo también ventajas económicas y tecnológicas a China (Visentini, 2012).

      Una nueva fase de la política externa china empezó en 1978 con la normalización de las relaciones con Tokio y Washington, para impulsar una estrategia de desarrollo de largo plazo basada en la modernización industrial, agrícola, militar y científico-tecnológica. Ese año tuvo lugar el XI Comité Central del Partido Comunista chino que definió las directrices de la política de Reforma y Apertura para enfrentar la crisis política y económica y el aislamiento internacional, dando prioridad a la reconstrucción nacional (Pautasso & Ungaretti, 2016). Este esfuerzo modernizador exigió mayor interacción con el mercado internacional y una apertura selectiva del país para captar capital y tecnología del extranjero en las Zonas Económicas Especiales (ZEE), al tiempo que supo aprovechar sus “ventajas comparativas”: razonable base industrial, un sistema de producción energética y de transporte, algunos nichos tecnológicos, estabilidad sociopolítica y una mano de obra barata (Visentini, 2012).

      En esta coyuntura, China intensificó su actuación en la ONU aprovechando la recuperación de su “legitimidad internacional”. Con el problema de Taiwán ocupando un lugar destacado y en medio de la inestabilidad internacional creada por la intervención vietnamita en Camboya con apoyo soviético, China se alió a los Estados Unidos y a Europa occidental recibiendo créditos y obteniendo de vuelta Hong Kong y Macao en 1997 y 1999 respectivamente; enclaves capitalistas incorporadas bajo el principio “un país dos sistemas” (Visentini, 2012). La desconfianza frente a las ambiciones de la URSS en Asia Pacífico y las disputas fronterizas con Moscú llevaron a China a aproximarse a los países de la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (Asean) (Singapur, Filipinas, Indonesia, Malasia, Tailandia y Brunei), debilitando diplomáticamente a Taiwán y asociándose a la dinámica económica regional (Visentini, 2012).

      El fin de la guerra fría y la implosión de la Unión Soviética modificaron el cuadro estratégico en que China había materializado su inserción internacional como instrumento para contener al comunismo soviético. La forma subordinada en que la antigua URSS fue incorporada al sistema mundial generó una convergencia de fuerzas políticas en Estados Unidos (EUA), Taiwán y dentro de China para intentar hacer lo propio con la República Popular China, aprovechando las tensiones sociales derivadas del crecimiento económico del país y la división dentro de su élite política (Visentini, 2012).

      En este contexto surge el “movimiento por la democracia” liderado por Zhao Ziyang, en el que participaron estudiantes, jóvenes empresarios y los “ultrarreformistas” del Partido Comunista Chino (PCC) que desembocó en las masivas movilizaciones de Tianamen en 1989 que, aunque contaron con el apoyo de intereses extranjeros y de la prensa internacional en sus demandas de una “democracia liberal”, fueron reprimidos por los “neoautoritarios”, encabezados por Deng Xiaoping, quienes apelaron al ejército (Visentini, 2012).

      Así mismo, durante la guerra del golfo, China adoptó una postura diplomática basada