b: Movimientos de renovación y reforma surgidos en el interior de las grandes tradiciones religiosas, como consecuencia del contacto con las nuevas condiciones socioculturales de la época moderna.
Hinduismo: Desde el Brahmo Samaj o el Arya Samaj, en el siglo XIX, hasta los más recientes que analizaremos posteriormente.
Budismo: La efervescencia de NMR parece especialmente aguda en Japón, donde podrían distinguirse tres familias: a) las influidas por el budismo, como los grupos de Nichiren Soshu y Rissho Kosei Kai; b) las influidas por el shintoismo, como el movimiento Tenrikyo y Konkokyo, y c) los grupos neoesotéricos occidentales como Seicho No Te, que une rasgos budistas con elementos de psicología profunda, tendencias ocultas, etc.
Islam: Aquí se encuentran las dos religiones independizadas de la matriz musulmana: el bab o babismo, fundada por un profeta que se llamó a sí mismo Bab, “la puerta,” cuyos adeptos sufrieron terribles persecuciones por parte de las autoridades iranias y de los países musulmanes de Oriente Medio, y el bahaísmo, emparentado con la anterior, fundada por Mirza Husaym Ali Nuri (Bahaullah), que hoy se presenta como una religión universal que proclama la unidad de todas las religiones.
Cristianismo: Asistimos a un florecimiento de grupos desarrollados con una relación más o menos estrecha con la Iglesia de origen. Por una parte están los movimientos desgajados de las Iglesias de la Reforma en Europa y sobre todo en América. Cabe señalar entre ellos: la familia pietista-metodista; la familia pentecostalista; las Free Churches europeas y americanas: menonitas y cuáqueros; la familia bautista; la adventista, la Iglesia de Jesucristo y de los Santos de los Últimos Días (mormones); la Christian Science; los Testigos de Jehová, etc. Éstos son los grupos a los que más propiamente se aplica el término de “sectas”. Otros grupos de origen cristiano son más claramente sincretistas y se asemejan más a la noción de NMR. Son ejemplos de estos, Jesus People, los Niños de Dios o la Familia del Amor y la Iglesia de la Unificación (Moon).
c: NMR con raíces emparentadas con las corrientes gnósticas, esotéricas y ocultistas. Ciencia, psicología, curación, potencial humano, llevados más allá de sus enfoques académicos y culturalmente reconocidos suelen mezclarse en ellos. Cabe situar ahí a Nueva Acrópolis, La Gnosis de Carf, la Iglesia de la Cienciología, las Sociedades Teosóficas, los rosacrucianos, etc. Se caracterizan por su filiación con la Gnosis, el esoterismo y la transformación de éste en ocultismo en el siglo XIX. Se ha hablado, en este sentido, de la “nebulosa” o “galaxia” místico-esotérica, así como de “movimientos sincrético-holistas,” que pueden hacerse coincidir aproximadamente con la ambigua y abigarrada noción de “espiritualidad Nueva Era,” en la que fundamentalmente nos centraremos aquí.
Una clasificación más sencilla y útil en el estudio de los NMR es la que propone Mardones, con tres categorías principales: movimientos fundamentalistas, movimientos de raíz oriental y movimientos sincrético-holistas (Mardones, 1994).
Es preciso comenzar llamando la atención tanto sobre la amplitud como sobre el doble rostro de los movimientos de matriz oriental, ya que unos miran de manera predominante o hasta exclusiva hacia el pasado tradicional y sus fuentes “reveladas,” compartiendo en ocasiones los rasgos del fundamentalismo, mientras que otros forman parte más o menos claramente de la “espiritualidad Nueva Era”. Aquí nos centraremos sobre todo en estos últimos.
Respecto a la terminología debemos comenzar haciendo dos aclaraciones. Si, por una parte, los movimientos fundamentalistas siguen conservando, junto a la tradición, la noción de “religión,” la sensibilidad new age suele identificarse más con la noción de espiritualidad que con la de religión y religiosidad. Esto, ciertamente, forma parte del proceso de des-tradicionalización y des-institucionalización que caracteriza al movimiento Nueva Era (aunque no sólo a él, como es bien sabido). Efectivamente, la sensibilidad Nueva Era se caracteriza por un rechazo más o menos abierto y explícito de las autoridades externas, las instituciones religiosas y las tradiciones cerradas y dogmáticas.
Por otra parte, tal como se va aceptando entre los investigadores del tema (Díez de Velasco, 2000; Estruch, 2004), no emplearemos el término “secta,” para evitar así la carga fuertemente peyorativa que ha llegado a tener, constituida ya no en categoría clarificadora, sino en arma arrojadiza y automáticamente descalificadora, y tendremos en cuenta la conveniencia de no distinguir a priori entre religiones y movimientos religiosos, como si estos últimos no alcanzasen el alto estatus de que gozan las primeras. De todos modos, aunque resulte legítimo hablar de “religión Nueva Era”,3 preferiremos la expresión “espiritualidad Nueva Era” o “movimiento Nueva Era”.4
1. «Los grupos sectarios –recuerda Martín Velasco– se distinguen por algunos rasgos psicológicos: conciencia de ser los puros y elegidos, seguridad y dogmatismo en sus convicciones, rechazo de todo lo externo al propio grupo y gran espíritu de cuerpo; generalmente también por una utilización fundamentalista de la Escritura confundida con una revelación literal de Dios al propio grupo». O en caracterización clásica que sigue los pasos de M.Weber y E. Troeltsch: «La secta se distingue, en contraposición a los rasgos de la Iglesia, por significar una unidad sociológica, disidente de un grupo mayor, compuesta por un número relativamente pequeño de adeptos voluntarios, pertenecientes generalmente a las capas más desfavorecidas de la sociedad, con un grado grande de dependencia de un líder carismático, lazos interpersonales muy estrechos entre sus miembros dentro de un plano de igualdad, escasa importancia de las doctrinas como medio de identificación y de definición de la pertenencia y un culto en el que predomina lo emocional y que concede gran importancia al fervor afectivo» (Díez de Velasco, 2000:62).
2. Podemos encontrar ejemplos de obras sobre sectas en: Pepe Rodríguez (1989) y Roger Pascual (2003), aunque falta en ellos el rigor y la reflexivi-dad de la obra sobre este tema de Joan Prat (1997).
3. Véase el título mismo de una de las obras imprescindibles para esta cuestión, tanto por su planteamiento riguroso y respetuoso –algo extremadamente raro de reunir en este ámbito impregnado de prejuicios “religionistas” a favor o en contra–, como por la riqueza de fuentes manejadas, W.J. Hanegraaff, New Age Religion and Western Culture, Nueva York, SUNY, 1998.
4. Esta última denominación, frecuente, halla una tematización importante en la obra de Paul Heelas, The New Age Movement, Cambridge, Blackwell, 1996, contextualizando la Nueva Era en el marco de la Modernidad y considerándola justamente la continuación del movimiento romántico contra-ilustrado.
2. LA OBSESIÓN POR LA ORTODOXIA O EN LAS ANTÍPODAS DE LA NUEVA ERA:
FUNDAMENTALISMOS, INTEGRISMOS, TRADICIONALISMOS
De entre los Nuevos Movimientos Religiosos, el primero de los bloques que debería tenerse en cuenta es aquel que recibe la denominación genérica de “fundamentalismo,” incluyendo en éste aquello que más propiamente deberíamos llamar “integrismo” o “tradicionalismo”. No obstante, dado que vamos a centrarnos en la Nueva Era, no podremos dedicarle más que unas cuantas páginas. La decisión de incluirlo, aunque sea brevemente, se debe a la coincidencia significativa