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Pero una influencia todavía mayor en este mismo enfoque esotérico tendría su origen también en Francia, en el mismo Lucinges, desde el primer día que llegamos a la comunidad. Todo comenzó con un vídeo que alguno de los miembros de la comunidad puso mientras estábamos dentro de la casa, sin que se tratara oficialmente de verlo. Estábamos caminando y hablando por la casa mientras pasaba el vídeo, y casi como de refilón, de pronto oigo cómo la joven que está dando la conferencia menciona los nombres de Morya y Kuthumi, los Maestros inspiradores de la Sociedad Teosófica, regentes de los âshramas de la Jerarquía del 1° y del 2° Rayo, presentes en la obra de Bailey y en la de Beltrán, como hemos visto anteriormente. Pero, aparte de tales nombres, al dirigirse mi atención hacia la charla del vídeo me veo atraído enormemente por todo lo que está diciendo y por la manera de decirlo. Preguntamos quién era y se nos dijo que era Ghislaine, una joven que desde hacía algunos años “transmitía,” “canalizaba” o “expresaba a través de la telepatía superior” las enseñanzas de un elevado Maestro. Nos dijeron que de vez en cuando iba a Lucinges a ofrecer una de tales “transmisiones”. Me quedé con unas ganas inmensas de asistir a una de ellas. Conservé el programa y no pasarían muchos meses antes de que volviésemos a recorrer los 500 o 600 km que separaban ambos puntos de Francia. Ahora ya no era vídeo, era en vivo. En la sala del pequeño pueblecito de Lucinges estaríamos unas 120 o 140 personas. Ghislaine subió al estrado. Era joven, de unos veintitantos años. En la sala se hizo el silencio. Cerró los ojos durante unos segundos y saludó: «Bon jour». Preguntó cuáles eran las preguntas de la sala. La persona encargada de ello había recogido por escrito las preguntas que la gente quería plantear y comenzó a leer la primera. Dos o tres preguntas bastaron para que durante más de dos horas asistiéramos a un despliegue de conocimientos esotéricos y, sobre todo, de sabiduría para la vida. Al mismo tiempo, la atmósfera psíquica y espiritual de la sala era bellísima. Un silencio gozoso y luminoso facilitaba la comunicación en tre el Guía (cuyo nombre no ha sido revelado, si bien ha insinuado que se podría utilizar el término Pastor para referirse a él) y la sala. Pues, tal como luego vería con mayor claridad, a partir de las preguntas formuladas, Pastor, abarcando en su conciencia a la sala entera y percibiendo las inquietudes más profundas de todos y cada uno de los allí presentes, desarrollaba justo aquello que resultaba más conveniente para la sala en su conjunto, o en ocasiones para algunos de los presentes de manera particularizada. No exagero al confesar que salí embelesado, con la convicción no sólo de que un Maestro de Sabiduría nos había hablado, sino incluso con el gozo, con la impresión de que había leído lo más secreto de mi corazón y había dado respuesta a ello. Es muy difícil acertar a transmitir estas impresiones, pero tengo que decir que tanto la calidad vibratoria de la reunión (cual si ángeles de luz, de paz y de amor nos envolviesen mientras Pastor hablaba, o como si su poderosa y amorosa aura nos abrazase en su manto de luz) como la altura, belleza y precisión de las enseñanzas dejaron una huella muy profunda en mí. De tal manera que volví en dos ocasiones, una más en Lucinges y otra en Ginebra, lugar de residencia de Ghislaine Gualdi y de la gente que se ha encargado de distribuir las cintas de sus conferencias, bajo la denominación de OMnia.
Desde 1985 a 1994, durante diez años justos, de manera ininterrumpida y abundante Pastor ha hablado a través de G. Gualdi. Al menos de esos años conservamos grabaciones, la primera de ella, del 4 de julio de 1985, la última del 26 de junio de 1994. Tuve la fortuna de conservar la dirección y, años más tarde, pude solicitar algunas de las grabaciones, las cuales han constituido para mí, durante mucho tiempo, uno de los alimentos espirituales más intensos y sabrosos, una de las luces más brillantes y clarificadoras, una de las presencias más embargadoras y familiares, una de las presentaciones de la verdad con las que mayor sintonía he experimentado y experimento.
«OMnia es una joven que practica una telepatía de alto nivel y que acepta responder, con el objetivo de servir, a las preguntas de orden general o espiritual presentadas a Pastor, su Guía cósmico», dice la presentación del índice de grabaciones pertenecientes a los años citados.
De algunos años contamos con 12 o 14 conferencias, de otros hasta 20. En ocasiones de tres y hasta cuatro horas de duración, generalmente de dos o dos horas y media. Durante 10 años supone más de 150 conferencias en cada una de las cuales uno tiene la impresión de asistir a un acontecimiento cósmico. Y es que no es para menos cuando uno tiene la fortuna de escuchar las palabras de un Maestro de Sabiduría. Y en pocas ocasiones la certeza de estar escuchando palabras de semejante altura y autenticidad es tan firme, al menos en mi caso. En bastantes ocasiones, a lo largo de mi peregrinaje espiritual se me ha planteado la duda acerca de la autenticidad o validez, altura o calidad de lo que he escuchado o visto. O incluso cuando no había razones para dudar, el impacto sobre mí no ha sido tan profundo (Ananda Mayee, Anandamurti, Krishnamurti, Sai Baba, Amritananda Mayee, serían ejemplos de ello) como lo ha sido con OMnia/Pastor. Este disfrute espiritual y esotérico, el gozo por poder beber de este agua que sacia y poder compartir esta “espiritualidad esotérica de la Nueva Era,” dura hasta el momento presente, pues son muchas las cintas que he ido pidiendo, y cada vez que escucho una de ellas es una bendición que clarifica y fortalece mi visión y mi actitud, mi energía interior y mi pensamiento, mi confianza y mi convicción respecto a la existencia de Maestros de Sabiduría como Pastor. Es quizás el broche final de la cosmovisión esotérica con la que más identificado me he sentido y me siento, la concepción del mundo que despierta en mi interior a través de Blavatsky y el largo equipo de teósofos que comienza con A. Besant y C.W. Leadbeater, pero continúa con A. Powell, E. Schuré, Y. Ramacharaka, Jinarajadasa o Taimni; concepción teosófica algo confusa en su presentación que se profundiza, clarifica y depura con la grandiosa obra de A. Bailey, cobra vida y cercanía con la presencia, el testimonio y las enseñanzas de V. Beltrán, recibe retoques y matices de muchos autores entre los que he destacado a Anne y Daniel Meurois Givaudan, pero de los que podrían citarse otros afines a la presentación posteosófica como Dane Rudhyar o Ciril Scott, y llega a su plena madurez y consumación con la fuerza, flexibilidad y actualización enriquecedora de las palabras de Pastor/OMnia.
No es cuestión de pasar revista a los temas desplegados por Pastor, quien ha insistido, por otra parte, en que no era su propósito ofrecer una “nueva” enseñanza ni una gran revelación, sino transmitir una llama y una confianza, una esperanza y una fuerza anímica, que realmente se despiertan