La llamada (de la) Nueva Era. Vicente Merlo. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Vicente Merlo
Издательство: Bookwire
Серия: Ensayo
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788472459229
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su aspecto práctico, ya que desde la experiencia crucial de Sri Aurobindo en 1926, conocida como “el descenso de Krishna” o la conciencia sobremental, él se encerró en su habitación en una intensa sâdhana (trabajo yóguico-espiritual), delegando en Madre no sólo las funciones más prácticas de organización del âshram –que fue creciendo y sobrepasando las dos mil personas–, sino también la dirección espiritual de los discípulos, su guía directa. Claro que la unión de ambos era tan estrecha a nivel interno, su comunicación anímica era tan transparente, que sus voluntades, sus pensamientos y sus sentimientos diríase que constituían el fluir psíquico de un solo ser. Efectivamente, en los primeros años, en los que algunos discípulos de Sri Aurobindo encontraban difícil aceptar a Madre como Maestra, él mismo salió al paso de tales conflictos afirmando solemnemente que la conciencia de Madre y la suya eran una sola y misma Conciencia encarnada en dos cuerpos distintos para la mejor realización del trabajo que habían venido a llevar a cabo sobre la Tierra y que, por tanto, quien no aceptaba a Madre plenamente, no lo aceptaba a él, ni podía seguir seriamente el Yoga integral.

      Creo que no domina en mí “el devoto,” que no soy el tipo “bhâkta”. De hecho, pese al buen número de Maestros a los que me he aproximado, nunca me he sentido “discípulo” –mucho menos “devoto”– de ninguno de ellos. Las “formas religiosas” han despertado en mí cierto rechazo desde el abandono paulatino de mis costumbres “católicas,” y el postrarme o reconocer como Maestro a otro ser humano nunca me ha resultado fácil ni cómodo. Sin embargo, siempre me ha asombrado la facilidad con que miles de buscadores aceptaban a un guru u otro como “su” Maestro y se entregaban totalmente a él y a sus enseñanzas. En ocasiones, en momentos de cansancio y desaliento, uno sentía incluso cierta envidia ante el visible “amor al guru ”. Pero, en mi caso, la voluntad de que el corazón y la inteligencia discriminadora marchen unidos, hacía difícil la “entrega” en brazos del Maestro. Y no obstante, por primera vez, y quizás única, en el âshram, ante la Presencia invisible de Sri Aurobindo y Madre, en diálogo silencioso con ellos, sentí el gozo de querer merecer ser discípulo de tan grandes seres. Y sentí cómo mi corazón se entregaba a ellos, sin reservas, con pleno reconocimiento y agradecimiento.

      ***

      Finales de 1987. Todavía no se han cumplido los dos años que la prolongación de la beca de investigación me permitía residir en la India. Ciertos acontecimientos imprevistos me llevan a salir de Pondicherry antes de lo esperado. Tras un cierto calvario por Colombo (Sri Lanka/Ceylán) y Katmandú que no viene al caso detallar ahora, mi destino será… no España, como cabría esperar, sino Francia. Permanecí allí durante un año justo y partí de nuevo rumbo a la India, esta vez directamente a Auroville, donde residí durante cuatro meses.

      Aunque vivía en una casita en la ladera de una montaña, a pocos kilómetros del pueblecito de Lourmarin –conocido por el castillo en el que residió durante un tiempo Albert Camus–, viajé bastante. Lourmarin se encuentra en la Provenza. De hecho, a unos 30 o 60 kilómetros, no recuerdo bien, se halla Aixen-Provence, donde iba con frecuencia. Sería, no obstante, el Norte de Francia y la Suiza francesa la región que me deparaba las principales sorpresas y los principales encuentros. El centro catalizador fue la comunidad de Lucinges, creo recordar que en la Haute-Savoie. Un activo grupo de miembros procedentes de varios lugares, con diversas influencias, entre las que quizás destacaban las de Findhorn, por una parte, y las de la Escuela Arcana, por otra, sin querer con ello limitar la variedad de influencias recibidas por sus miembros, compartían esa comunidad viva. Fui allí, en primer lugar, a conocer a un célebre astrólogo del que me habían hablado muy bien: Samuel Djan-Gutenberg. Y lo hice coincidir con una conferencia que iban a dar, allí mismo, Anne y Daniel Meurois Givaudan.

      Mi conocimiento de ellos se remonta a los últimos meses de Pondicherry, cuando cayó en mis manos un libro suyo, titulado Voyage à Shamballa. Su lectura, bebida con intensidad y rapidez, reactivó en mí todas las semillas del esoterismo contemporáneo que habían sido sembradas con anterioridad (Blavatsky, Bailey, Beltrán, etc.) y que, sin embargo, ante la poderosa influencia del Yoga integral de Sri Aurobindo y Madre habían quedado enterradas durante aquella época. La plenitud de la experiencia y la amplitud del pensamiento de Sri Aurobindo, en el cual me hallaba fascinadamente inmerso, habían hecho que dejase bajo el umbral de mi conciencia toda la herencia de estas enseñanzas esotéricas que tanta importancia habían tenido en el período anterior a Pondicherry.

      Una vez más, de modo similar a lo que había ocurrido con Vicente Beltrán, me hallaba ante testimonios personales directos, no ante teorías o enseñanzas abstractas, por interés que éstas tuvieran, sino ante narraciones vivas y actuales de sujetos que habían estado en presencia de Guías, Iniciados y Maestros y habían recibido enseñanzas esotéricas de sus propios labios. Anne y Daniel, como pude ir comprobando en otros de sus li bros al llegar a Francia y comprarlos, hacía años que habían comenzado a salir espontáneamente de su cuerpo físico, para viajar durante la noche, al modo de los llamados “viajes astrales,” por los planos más sutiles que el físico –planos de nuestra propia realidad multidimensional, que constituyen dimensiones desconocidas por la mayoría–. En sus primeros libros, Relatos de un viajero del astral, o Tierra de Esmeralda, contaron ya todo ello. Pronto, al ir devorando sus libros con gran interés, fui comprobando que la terminología y los problemas, a pesar de presentarse siempre como una investigación personal, libre de escuela determinada, coincidían mucho con la terminología y los problemas por los que tan atraído me había sentido a través de Bailey y de V. Beltrán. En Wesak, otro de los libros de los que guardo un recuerdo más bello, en Vestidos de luz, en Aquel que viene, se iba perfilando cada vez más, aunque siempre de forma nueva y original, la coherencia de su pensamiento. Y ¡cómo no! he aquí que “el Tibetano,” el Maestro D.K., hace su aparición, en repetidas ocasiones, en varios de sus libros, como uno de aquellos que camina junto a ellos, se dirige a ellos y comparte con ellos su sabiduría. Wesak es justamente el nombre del festival espiritual cuya importancia D.K. había revelado a través de A. Bailey. Corresponde a la Luna llena de Tauro, en mayo (o finales de abril), y constituye el momento de mayor intensidad espiritual para el planeta Tierra. Es el momento en que el Buda, cumpliendo su promesa de no entrar en el nirvâna hasta que el último ser humano no lo haga con él, desciende hasta el plano etérico del planeta irradiando unas sublimes bendiciones, transmitiendo unas poderosas energías extraplanetarias que en tal momento, en la oposición entre el Sol en Tauro y la Luna en Escorpio, la Jerarquía espiritual del planeta, la Gran Fraternidad Blanca, con Cristo como Guía de Maestros y de Ángeles, se encarga de canalizar, reduciendo su frecuencia vibratoria a fin de que sea integrable y provechosa para la Humanidad. Esta ceremonia, paradigma del ritual propio de la Nueva Era, ocurre sobre todo en los planos internos, allí donde los Maestros, Iniciados y discípulos avanzados se reúnen conscientemente con el objetivo de trabajar para y con la Humanidad menos iluminada. No obstante, también en el plano físico se realiza una ceremonia en un valle de los Himalayas, donde acuden físicamente muchos Maestros e Iniciados, para prolongar la cadena de transmisión en la que participan asimismo todos los miembros del Nuevo Grupo de Servidores del Mundo, aquellos cuyas almas despiertas han adoptado un cierto compromiso jerárquico, antes de encarnar en esta vida, de cara a colaborar en el despertar de la humanidad en estos cruciales momentos de cambio de era.

      Pues bien, después de haber leído ya tres o cuatro de sus libros, tuve la oportunidad de escuchar varias de las conferencias de Anne y Daniel, la primera de ellas en la comunidad de Lucinges. Recuerdo que en aquel momento estaban especialmente centrados en la sanación esotérica, tal como habían expuesto en su obra Vestidos de luz, en la que proponen un método para visualizar el aura (los vestidos de luz que cada uno porta consigo) y para sanar áuricamente ciertos procesos de desarmonía, desorden o malestar profundo. Aunque entonces no se trataba de atender a pacientes, sino de hablar de sus experiencias y luego cenar juntos en Lucinges, al parecer había una mujer bastante enferma a la que accedieron a atender. Coincidió que se hallaba en una habitación contigua a la nuestra y puedo decir que pronto se hizo un silencio y una atmósfera psíquico-espiritual tan luminosa y armoniosa que era fácil entrar en un estado de meditación profunda y gozar sutilmente de ese acto de amor curativo.

      Meses después tuve ocasión de escucharles