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[1]. Dado que se quiso captar la posible influencia de los procesos de reestructuración experimentados por los mercados de trabajo en los años 90 en el inicio de actividades por cuenta propia en el ámbito agropecuario, los casos seleccionados presentan una antigüedad como productores que no superaba los ocho años al momento de ser entrevistados. Como criterios de selección para el estudio, se consideró que los emprendimientos debían estar orientados al mercado, en base al control de un capital relativamente reducido y en ellos el trabajo propio y/o familiar debía tener centralidad para el desarrollo del proceso productivo. Se entrevistaron casos de apicultores, cunicultores, criadores de pollos parrilleros, productores hortícolas, entre otros, ubicados en cuatro partidos de la provincia de Buenos Aires. Asimismo, los casos debían presentar un mínimo de permanencia en la actividad –definido operativamente como haber comercializado su producción durante al menos una campaña–. Los partidos fueron seleccionados a partir de un “banco” de casos potenciales, relevado a partir de la consulta con diversos programas nacionales, organizaciones, gobiernos municipales y referentes locales de organismos de asistencia técnica agropecuaria. Fueron complementados con entrevistas efectuadas a una diversidad de informantes clave a nivel nacional y local y casos fronterizos que por su condición, fueron considerados “fuera de perfil” (aunque permitían ilustrar criterios de diferenciación de los emprendimientos), y también casos negativos, que abandonaron la actividad oportunamente iniciada.
Se consideró la índole de las ocupaciones desempeñadas por los sujetos con anterioridad al inicio del emprendimiento como criterio fundamental de vulnerabilidad. Más precisamente, su precariedad (dada por la carencia de estabilidad y/o de beneficios sociales) o su carácter no calificado, que se asocia con la percepción de ingresos bajos. No obstante, tendemos a coincidir con Lomnitz (1975) que a pesar de la precariedad ocupacional, cuando los ingresos son predecibles, brindan otro marco de contención a los sujetos, lo que se traslada al horizonte de su acción y al tipo de iniciativas desarrolladas. En consecuencia, se puede pensar en un gradiente de situaciones de vulnerabilidad.
Por otra parte en las entrevistas se identificaron otros indicadores de vulnerabilidad. Nos referimos a la temprana edad en que se da la incorporación al trabajo por parte de los sujetos, la presencia en el hogar de menores que trabajan; en el caso de las mujeres, la edad en que tuvieron a su primer hijo; el acceso a la vivienda a través de casas prestadas o alquiladas, o bien a partir de planes de vivienda subsidiados; el hecho de que sus casas estén sin terminar, o existan situaciones de hacinamiento. Asimismo, el lugar de residencia (en la periferia de las localidades) suele estar asociado a la distancia social respecto a los estratos mejor posicionados. La presencia de varios de estos indicadores en forma simultánea nos habla de situaciones de acumulación de desventajas (Paugam, 1995, citado por Saraví, 2006). En contrapartida, otros rasgos permiten pensar en (posibles) criterios de diferenciación, que se suman a la ya mencionada estabilidad ocupacional y de ingresos. Por ejemplo, el haber podido completar estudios secundarios o accedido a capacitaciones no formales; los vínculos desarrollados que posibilitan cierto acceso a recursos; la trayectoria laboral en diversos sectores y ámbitos de actividad, no exclusivamente locales, que dan lugar a experiencias y saberes más amplios.
Las entrevistas partían de una guía exhaustiva complementada con preguntas espontáneas en función de las respuestas que iban surgiendo, y fueron grabadas en su totalidad.
[2]. Ello quedó reflejado en el trabajo que habitualmente es considerado como el punto de partida del enfoque (Thomas y Znaniecki, 1918-1920), que procuró entender las implicaciones del cambio social en las vidas de campesinos inmigrantes en los Estados Unidos.
[3].