Shakey. Jimmy McDonough. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Jimmy McDonough
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Изобразительное искусство, фотография
Год издания: 0
isbn: 9788418282195
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de nuestro lado… o al menos eso parecía».

      Eso parecía. Greene y Stone se apresuraron a intentar colocarle la banda a Atlantic. Jerry Wexler recuerda recibir aquella llamada. El conocido productor de la mayoría de los artistas de R&B y soul de Atlantic detestaba tratar con los «rockoides» —como los llamaba él— y le pasó la información a su socio, Ahmet Ertegun. Un tipo calvo y con perilla, Ertegun era una rara avis en aquel mundillo de tres al cuarto de la industria musical: un caballero.

      «Cuando Ahmet entraba en la sala», le contó Young al público presente en el Salón de la Fama del Rock en 1995, «te volvías buena persona». Hijo de un diplomático turco, Ertegun tenía la habilidad de camelarse a quien se le pusiera por delante —desde Otis Redding hasta un jefe de estado—, y tras aquella voz tan grave de enrollado se escondía un empresario como la copa de un pino. Atlantic Records, con sede en Nueva York, había saltado a la fama gracias al sofisticado R&B de intérpretes de la talla de Ray Charles, Ruth Brown o los Drifters, pero a mediados de los sesenta Ertegun estaba ansioso por ampliar sus horizontes para darle cabida a aquella nueva corriente emergente de rock blanco. Después de que Greene y Stone le proporcionaran la mina de Sonny and Cher, Ertegun era todo oídos, y al llegar a Los Ángeles, se quedó boquiabierto al escuchar una maquetita que los Springfield habían grabado en Capitol con Barry Friedman —Ertegun recuerda que uno de los temas era «Flying on the Ground Is Wrong» de Young—, y se reunió con el grupo en el despacho de Greene y Stone.

      «Había más gente interesada en los Springfield», comentaba Ertegun. «Me costó Dios y ayuda hacerme con ellos, y no era una cuestión de dinero; era más bien una cuestión de “Quién va entender nuestra música”. Al final acabé por convencerlos.

      »Recuerdo que me senté con ellos en el suelo a charlar. Hicimos buenas migas… Creo que les gustó el detalle de que me sentara en el suelo. Cuando un intérprete me interesa, lo trato como si fuera una estrella, y para mí aquellos chavales eran unas estrellas excepcionales; pensé que aquel grupo iba a revolucionar el panorama musical. Era fantástico contar con tres guitarras que además eran unos magníficos vocalistas.»

      Ahmet pasó a formar parte del universo de la banda y permanecería a su lado hasta el amargo final. Durante los dos años siguientes, establecería un vínculo muy estrecho con Stephen Stills. Ertegun no dudaba en reconocer que Neil Young era un tipo algo difícil, tanto a nivel personal como comercial. «Neil era una persona muy diferente al resto», afirmaba Ertegun, que recuerda la última pregunta que le hizo Young antes de que concluyera aquella primera reunión. «Yo juego al golf», le dijo al dueño de su nueva discográfica. «¿Me puede conseguir acceso a algún club de golf de por aquí?»

      «La poesía de Stephen era terrenal, más basada en el blues, con cierta predilección por los ritmos latinos», explicaba Ertegun. La música de Neil era mucho más abstracta. Neil tenía muchos planteamientos musicales que me costaban entender, y la voz rara, temblorosa. Es como contemplar un cuadro cubista en 1920; si te limitas a observar un Picasso, piensas: “No tengo ni idea de qué va esto”. Pero cuando ves todo el conjunto de su obra, es algo espectacular.»

      El 8 de junio de 1966 la banda firmó un contrato con Greene y Stone. En virtud de un acuerdo calcado del de Sonny and Cher, Buffalo Springfield pasaron a ser competencia de Atco, una filial de Atlantic, pero en realidad estaban fichados por el sello de Greene y Stone, York/Pala Records.

      El contrato incluía un acuerdo editorial que acabaría provocando desavenencias. Atlantic se hizo con el 37,5% de los derechos, al igual que hicieron Greene y Stone, por medio de su compañía Ten East. Con Springalo Toones, una editorial musical creada por los mánager, los Springfield acabaron con solo el 25% de los derechos, a dividir entre seis (a Richard Davis, considerado miembro auxiliar del grupo, también se le concedió una parte).

      Greene y Stone se ocuparon de equipar al grupo con instrumentos, apartamentos y cuentas para gastos, lo que le permitió a Young comprarse otra Gretsch y costearse un estudio por doce dólares y medio semanales en Commodore Gardens, una urbanización cerca de Hollywood Boulevard. Por si fuera poco, Greene y Stone se autoerigieron en productores de los discos de Buffalo Springfield. «Poco a poco nos disuadieron de trabajar con Jack Nitzsche para acabar eligiéndolos a ellos como productores», comentaba Davis. «Probablemente fuera el mayor error que cometiéramos.»

      La expectación alrededor de los Springfield se extendió como la pólvora. John Hartmann, un impulsivo joven de la agencia William Morris, acudió con Greene y Stone a uno de los conciertos en San Diego y «decidí jugarme toda mi reputación por el grupo». Al regresar a los sobrios confines de su encorsetada agencia, Hartmann y su colega Skip Taylor prepararon el famoso comunicado interno que casi los pone de patitas en la calle. Según Hartmann, rezaba: A TODOS LOS AGENTES DE: LA COSTA OESTE, NUEVA YORK, CHICAGO. ASUNTO: BUFFALO SPRINGFIELD. NOS COMPLACE COMUNICARLES QUE SON EL NUEVO BOMBAZO A NIVEL MUNDIAL. PERO, DESCUIDEN, FORMAN PARTE DE NUESTRA MANADA. La auténtica irreverencia aparecía al final del comunicado: un búfalo con el logotipo de William Morris grabado en el trasero.

      «Me cayó el broncazo del jefe», recordaba Hartmann. «Yo le dije: “No se preocupe, jefe. No volverá a suceder”. Lo que él no sabía es que el segundo comunicado ya estaba en camino.» Hartmann les consiguió a los Springfield un bolo como teloneros de los Rolling Stones en el Hollywood Bowl —nada mal para un grupo que ni siquiera había publicado un disco— y seis actuaciones como artista invitado en el conservador Hollywood Palace, un programa televisivo de variedades, lo nunca visto en aquella época tratándose de un grupo de rock. Como dijo Young: «John Hartmann estaba del lado de los Buffalo».

      Hartmann prestó todo su apoyo a Greene y Stone, lo cual, sumado al peso de Ahmet Ertegun y Atlantic Records, debería haber bastado para catapultar a Buffalo Springfield al estrellato. Sin embargo, todo empezó a venirse abajo de inmediato. Stills comentaba apesadumbrado: «Aquel fue nuestro punto álgido, en el Whisky; después vino la caída en picado».

       —¿Molaba tu apartamento de Commodore Gardens?

       —A mí sí que me molaba. En realidad, era mi primer piso. Todo era como muy psicodélico. Tenía una bombilla azul en la nevera. Compré una cosa de bambú para forrar las paredes en Pier 9. Donna y Vicky me acompañaron y compramos mogollón de historias para el piso. Puse esteras de hierba en la pared, le daban un toque superoriginal. Mi apartamento parecía el camerino del Fillmore.

       Por aquella época estábamos tocando en el Whisky a Go Go. Pude permitirme pagar el piso durante un tiempo, pero solo al principio. Fue divertido. Acabé acumulando tantos pagos pendientes que me escaqueaba del alquiler.

       Compuse «Out of My Mind» y «Flying on the Ground Is Wrong» en Commodore Gardens, en Orchid Avenue. «Flying on the Ground Is Wrong» no iba destinado a nadie en particular. Trata de las drogas; del dilema de tomar drogas o no, de la vida; todo mezclado.

       Si quieres conocerme y no quieres colocarte, no conseguirás conocerme. De eso trata la canción, más o menos. No podemos estar juntos, porque somos demasiado distintos. Es como si dijeras: «Te quiero, pero no estás conmigo».

      «Stephen es el líder, pero todos lo somos», rezaba azarosa la contraportada del disco de debut de la banda. Este concepto jerárquico tan ambiguo acabaría trayendo problemas, pero al principio Stephen era considerado el alma máter del grupo. «Oye, mira, en mi opinión, Buffalo Springfield era el grupo de Stephen Stills», se ha cansado de repetir Richie Furay. «En aquella época era de una creatividad increíble.»

      Eve Babitz, una escritora que confeccionó dos de las icónicas portadas-collage de los Springfield, tuvo un breve romance con Stills y recuerda que era tremendamente obsesivo. «Stephen ponía los discos de Buffalo Springfield una y otra vez en mi mierda de tocadiscos mono para comprobar cómo sonarían en la radio de un coche. Desde el día que nos conocimos me venía diciendo: “Quiero componer temas redondos, llegar a ser muy famoso y tener muchas groupies”.»

      «Éxito y fama; Stephen quería irse a Londres de colega de los Beatles lo antes posible», comentaba Richard Davis. Lamentablemente, Stills compartía grupo con Neil Young, que