Shakey. Jimmy McDonough. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Jimmy McDonough
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Изобразительное искусство, фотография
Год издания: 0
isbn: 9788418282195
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cuando se volvió hacia Charlie y Brian y les dijo: «Tenemos, por un lado, a los cineastas de pacotilla, que vendríais a ser vosotros, y luego, por otro, a Fellini, que sería yo». Cuando los Springfield entraron en Gold Star Studios, para empezar a grabar su primer álbum, empezaron los problemas.

      «Cuando conseguimos nuestra primera sesión de grabación, nos metimos en el estudio a grabar un tema; en eso que oímos una voz que nos dice por el sistema de talkback: “No, es demasiado largo. Tocadlo más rápido”», le contó Stills al periodista Joe Smith. «Neil y yo nos miramos y dijimos: “Más nos vale aprender a manejar estos trastos”.»

      La técnica de grabación de Greene y Stone no tenía ningún misterio: primero montaban una pista instrumental y después grababan las voces por encima, pero de ese modo se perdían cosas. «Los Buffalo siempre tenían en mente tanto las voces como los instrumentos a la hora de hacer arreglos», comentaba Richard Davis. «La versión de Clancy en el estudio quedó coja, porque no disponíamos de pistas suficientes para los coros.» La tensión empezó a aumentar.

      A mediados de los sesenta, uno de los gajes del oficio de los melenudos era el acoso policial, y el cuerpo de policía de Los Ángeles parecía tener fijación especial por ellos. «Tío, los polis eran lo peor», decía Charlie Greene. «De repente, había un montón de melenudos deambulando por la calle con sus pantalones a flores, medio colocados, pero sin meterse con nadie. Los polis no sabían qué hacer con ellos; fue todo un choque cultural.»

      El 10 de julio de 1966, Young se vio atrapado en la línea de fuego. Iba por la ciudad al volante de su Corvette cuando se cruzó con Richard Davis, al que los polis amonestaban por dejar el coche mal aparcado a la entrada del Whisky. Cuando Young paró para echarle una mano, los polis centraron la atención en él y se lo llevaron al calabozo.

      Cuando Greene y Stone llegaron a la comisaría para pagar la fianza, Charlie no tardó en enzarzarse en una discusión con uno de los agentes que había tras el mostrador. El poli, al que la pinta de aquellos dos modernos desagradaba tanto como la del músico que ya estaba entre rejas, comprobó los antecedentes de Greene y se percató de que tenía una orden de arresto pendiente por una infracción de tráfico, así que lo metió en la celda con Neil.

      «Charlie empezó a gritar: “¡Llama a mi abogado! ¡Llama a mi abogado!”», recordaba Stone. «Así que dije: “Venga, ya pago yo la fianza”. Y el poli me dijo: “¿Puede mostrarme el DNI?”. No soy idiota, y como acababa de ver lo que le habían hecho a mi socio, me negué. Al final me dijeron: “Te vamos a arrestar”. Y yo les contesté: “¡Solo así conseguiréis que os enseñe el DNI!”. Total, que acabamos todos en el calabozo.»

      A las tantas de la mañana, fueron las esposas de los mánager las que terminaron pagando la fianza de los tres. Una vez de vuelta en el domicilio de Charlie Greene, un médico se ocupó de las heridas de Young, que, según los formularios que Brian Stone rellenó para imponer la demanda que acabaría ganando, incluían «magulladuras, lesiones en la cabeza y la rotura de un puente de la dentadura». Ahora Young le quita hierro al asunto, pero los presentes afirman que aquel episodio le caló hondo. «Neil se quedó bastante afectado», comentaba Stone. «No es un tipo duro, precisamente, y la verdad es que le metieron un buen palizón.»

       Me pararon cuando iba con mi Corvette del 57 y no tenía carné. Es que yo en teoría ni siquiera podía estar ahí; no tenía el puto visado, ni tenía nada, pero tenía coche. Por un lado, tenía muchas cosas, pero por otro, no.

       Me llevaron al calabozo. Se pusieron a comprobar mis antecedentes, o lo que fuera. Pasa por delante de mí un gilipollas, un poli, y me llama «animal repugnante». Llevaba unas gafotas de concha y el pelo casi al cero. Le solté que parecía un puto insecto, un saltamontes. Entonces entró en la celda y me metió un palizón de tres pares de cojones.

       —Me da la impresión, cuando miro las fotos de tu época con los Springfield, de que todo te daba miedo.

       —Así era, por eso le tengo ese respeto tan sano a todo. Me daban miedo muchas cosas, pero es que aún no había acabado de crecer; tardé bastante en hacerlo.

       —Hay quien asocia ese episodio con los polis a tus ataques de epilepsia.

       —Bueno, eso ya no lo sé, no sé si tendrá algo que ver; no creo. Creo que eso era un problema mío.

       Era algo que me tenía que pasar tarde o temprano.

      Aún había otra complicación que haría mella en los Springfield, por no decir ya en el carácter de Young: la epilepsia. Justo cuando a la banda le empezaban a ir bien las cosas, Young comenzó a sufrir ataques de epilepsia, de manera inesperada.

      Bruce Palmer estaba junto a Young en una feria juvenil en Hollywood y Vine en el verano de 1966 cuando tuvo su primer ataque reconocido. «Al volverme para decirle algo a Neil, ya no estaba a mi lado», le contó Palmer a Scott Young. «Luego me lo veo en el suelo, con convulsiones. Me entró un acojone que te cagas.»

      Los ataques —que aún tardaron un tiempo en diagnosticarse— empezaron a producirse con una frecuencia alarmante. A principios de septiembre de 1966, durante una actuación en el Melodyland Theater de Anaheim, tuvieron que llevarse a Young del escenario en una camilla. John Hartmann presenció otro de aquellos ataques en San Diego la primera vez que vio a los Springfield. Al poco de comenzar la actuación, Young salió disparado del escenario en plena canción. «Me volví hacia Charlie Greene y le pregunté: “¿Esto forma parte del espectáculo?”.» Stills salió corriendo detrás de Neil, y el público se apresuró a apiñarse a la salida para ver qué pasaba. Fuera, en el aparcamiento, yacía Young tumbado en un Corvette, con convulsiones. «Una mujer que resultó ser enfermera le había metido la mano en la boca para evitar que se tragara la lengua.»

      «Aquellos ataques eran toda una película», recordaba Richard Davis. «Lo teníamos todo calculado. Yo siempre veía venir los ataques de Neil, así que rápidamente encendíamos las luces y alguien se encargaba de cogerlo y sacarlo del escenario.» Al pobre Richie Furay le tocaba ocuparse de la Gretsch de Neil. «Detestaba ser el que tenía que sujetar la guitarra cuando le daba el telele», comentaba. «Neil empezaba a sentir que le venían las convulsiones y me endosaba la guitarra. Nuestras guitarras nunca tenían la misma toma de tierra, y me pegaba unos calambrazos que no veas.»

      No todos se tomaban en serio aquellos ataques. «Stills siempre pensaba que Neil se estaba quedando con ellos, que fingía los ataques», decía Brian Stone. «Iba del rollo: “Como no quiere tocar, ahora va y se desmaya”.».

      «A veces, parecía que fingiera los ataques —puede que no fuera así, pero lo parecía— para llamar la atención y montar el numerito», comentaba Dewey Martin. «Y así siempre conseguía que algún bombón le pusiera un paño frío en la frente.» Richard Davis coincidía con Martin: «Neil me birló a un par de tías en alguna ocasión, cuando le daba uno de aquellos ataques o se quedaba a punto de que le diera uno. Era implacable».

      Donna Port se exasperaba ante esa actitud. «Era para matarlos. Ya ves, todo se reducía a que Neil estaba fingiendo. ¡Oye, que no lo hacía adrede para llamar la atención! Lo que ocurre con la epilepsia es que cuanto mayor es el estrés al que se somete al enfermo, más ataques tiene, así que era un círculo vicioso, porque cuanto más se metían con él, más problemas tenía, obviamente. Neil se encontraba en la peor situación posible.»

      El mero presentimiento de que un ataque estaba al caer ya bastaba para provocar el pánico en Young. Una noche, estando en casa del cantautor Tandyn Almer, Young de repente salió corriendo por la puerta. Vicki Cavaleri fue tras él y se lo encontró metido en un coche, dando sacudidas. Tardó casi media hora en tranquilizarse. «No paraba de decirme: “Sujétame, pero no me toques la cabeza”.»

      La epilepsia, una afección neurológica que causa breves alteraciones en la actividad eléctrica del cerebro, puede provocar hasta veinte tipos diferentes de crisis. Los profesionales de salud mental a los que consulté pensaban que los ataques de Young tenían toda la pinta de ser crisis parciales complejas, que la Epilepsy Foundation of America