Shakey. Jimmy McDonough. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Jimmy McDonough
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Изобразительное искусство, фотография
Год издания: 0
isbn: 9788418282195
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Young, y fue el destino el que reunió a los Springfield.

      El fenómeno de los Byrds había arrastrado a Stephen Stills —ahora ya liberado de sus obligaciones con los Au Go-Go Singers— a California en el otoño de 1965. Allí se juntó con Barry Friedman, alias Frazier Mohawk, un excéntrico personaje de la industria musical con un montón de extraños proyectos entre manos, entre ellos la producción de extravagancias del calibre de The Marble Index de Nico o The Moray Eels Eat the Holy Modal Rounders. Friedman desempeñaría un papel esencial en la primera época de los Springfield, que no tardarían en amargarle la existencia.

      A su llegada a Hollywood, Stills no despertó fervores, precisamente; ni siquiera pasó una audición para los Monkees. Lo que sí consiguió fue engañar a su amigo Richie Furay para que cogiera un avión y se reuniera con él, con la excusa de que había formado una banda. Al bajar del avión, Furay descubrió que la banda que le había vendido Stills tenía un único miembro: Stephen Stills. Fue una época difícil, aunque Friedman les consiguió un acuerdo editorial con Screen Gems que les permitió ir tirando.

      Fue también por esas mismas fechas cuando Neil Young y Bruce Palmer —después de haber pasado varios días buscando a Stills—, se plantearon dejar Los Ángeles y partir rumbo a San Francisco. Los detalles del rocambolesco encuentro que se produjo a continuación varían según el narrador, pero el resultado fue Buffalo Springfield.

      «Íbamos en una furgoneta blanca», le contó Furay al escritor Dave Zimmer, «y estábamos en un atasco en Sunset Boulevard. Me giré para espantarme una mosca del brazo, miré hacia el carril de enfrente y vi un coche fúnebre negro con matrícula de Ontario que iba en la otra dirección. Entonces, Stephen miró al otro lado y dijo: “Qué te apuestas a que sé quién va ahí dentro”.» Rápidamente, Furay hizo un cambio de sentido y los alcanzó. «Oímos un ¡mec, mec! y un griterío, unos chillidos», comentaba Bruce Palmer. «Nos damos la vuelta y vemos a Stephen y Richie.»

      «Ellos iban en una dirección y nosotros en la otra», explicaba Palmer. «El karma hizo que Richie Furay girara la cabeza.»

       No teníamos ningún plan. Yo pasaba bastante tiempo en el Trip, intentando dar con Stills. Le preguntaba a la gente si alguien conocía a Steve Stills, incluso a la gente que pasaba por la calle. No habíamos conseguido montar nada en L.A., no habíamos conocido a nadie para formar un grupo, así que ya nos íbamos para San Francisco. Sabíamos que allí también había una gran escena musical. Pensábamos marcharnos aquel día, algo más tarde. No sé exactamente a qué esperábamos para largarnos, je, je.

       Dio la casualidad de que nos encontramos a Stephen en un atasco ese mismo día. Solo recuerdo que empezaron a gritarnos en medio del atasco, que dieron la vuelta y se pusieron detrás de nosotros. Stephen reconoció el coche fúnebre y la matrícula de Ontario —a pesar de que no era el mismo coche fúnebre de antes—. Pensó que teníamos que ser nosotros.

       Fuimos a la casa de Friedman, porque allí había sitio para quedarse. Empezamos a tocar, y enseguida nos pareció que sería una buena idea formar un grupo.

       El nombre surgió como una broma; lo vimos escrito en el lateral de una apisonadora. Un día íbamos andando yo, Stephen y Van Dyke Parks y vimos aquella apisonadora Buffalo Springfield aparcada justo delante de la casa de Barry. «¿Cómo coño vamos a llamar al grupo?» No sé si Stephen o yo dijimos: «Buffalo Springfield». Creo que fui yo, pero no puedo poner la mano en el fuego. Luego empezamos a probar baterías: Dewey Martin y Billy Mundi. Billy era muy bueno, pero a mí me gustaba Dewey. Y me sigue gustando. Me gusta tocar con él; es un batería con sensibilidad, con el mismo tipo de sensibilidad que Ralph Molina. Sensibilidad. Si tú aprietas, él aprieta; si tú sueltas, él suelta. Siente la música, no tienes que explicarle nada. Contacto visual. Señales. Todo de manera espontánea. Para mí, eso vale su peso en oro. Supongo que Billy no me dio esa impresión, aunque a lo mejor hubiera sido mejor batería.

      Nacido el 30 de septiembre de 1940, Walter Dwayne Midkiff, alias Dewey Martin, fue el tercer canadiense en incorporarse al grupo, y ya le precedía su reputación de músico profesional: había salido de gira con artistas de la talla de Patsy Cline, Faron Young y Roy Orbison. Después de liderar la banda de Seattle Sir Walter Raleigh and the Coupons —un sucedáneo de la Invasión británica—, Martin había emprendido camino a Los Ángeles, donde estuvo tocando sin éxito en una versión rock de la banda de bluegrass los Dillards. Al quedarse sin trabajo y oír que había por ahí un nuevo grupo de moda que necesitaba un batería, llamó a Stills, que rápidamente informó a Martin de que podía pasarse por Fountain Avenue con su batería para una prueba.

      «Iba a hacer una prueba», se quejaba Martin, aún indignado décadas después. «No tuve que hacer ninguna prueba para Orbison o Patsy.» Martin, algo mayor que el resto de los Springfield, era posiblemente la incorporación menos indicada para una banda llena de inadaptados. Su actitud —pose de gallito, talante agresivo y atuendo mod— parecía más la de un extra de un programa de polis que la de un folk-rocker. A Dewey le iba el mundo del espectáculo: sería el único de los Buffalo en aparecer como concursante en The Dating Game48.

      «Después del primer ensayo, les pregunté: “¿Cómo vais a llamar al grupo?”», recuerda Dewey. «Y van y me sacan aquel cartel: BUFFALO SPRINGFIELD. Les dije: “Genial, tíos; una apisonadora. Tenéis un sonido pesado. Quedémonos con él”.»

      «No hubo ni un momento de respiro», le contaría Young después a su padre. «Todo el mundo estaba preparado. Todos habíamos ido a L.A. por la misma razón, idéntica, y acabamos encontrándonos… Enseguida nos dimos cuenta de que teníamos la combinación perfecta. El tiempo no significaba nada; estábamos preparados.»

      Y mirando atrás, Young pensaba que todos eran iguales. «Es la mejor banda en la que he tocado en mi vida, precisamente porque no había nadie que estuviera por encima de los demás», le contó a David Gans en 1982. «Todos éramos iguales; éramos un grupo. Y aquello le daba a la música una inmediatez que no he vuelto a experimentar desde entonces.»

      El 15 de abril de 1966 —aproximadamente a los diez días de juntarse49—, los Springfield se embarcaron en una breve gira con los Byrds por el sur de California organizada por Barry Friedman. «Pasamos de ensayar en el salón a telonear a los Byrds», dijo Palmer.

      Cuando le pedí a Arthur Lee, el cantante de Love, que me explicara cómo era el ambiente en Los Ángeles en 1966, rio cansinamente. «Creo que ese ambiente ya no existe, amigo; se trataba más bien de amar y de compartir las cosas que de ir pegando tiros desde los coches, ¿sabes a lo que me refiero? Había una libertad total.»

      Las drogas formaban parte de esa libertad. «Es una lástima tener que hablar así de las drogas hoy en día; con esa connotación», comentaba Henry Diltz, entonces miembro del Modern Folk Quartet. «Recuerdo que vivíamos en una especie de sueño, en el que todo el mundo era muy idealista… Yo me pasaba los días fumando hierba, y te mantenía en aquel estado constante de idealismo y en aquella especie de euforia tan maravillosa; pero no era el tipo de euforia que te hace abstraerte de la realidad, era algo más del estilo: “¿Por qué tiene que haber guerra? Seamos amigos. Soltemos las armas y démonos un abrazo, por el amor de Dios. La vida es bella”. Recuerdo que pensaba que, si conseguíamos que el presidente fumara hierba, podíamos alcanzar la paz mundial.»

      La música rock se adueñó de Los Ángeles, y la mayor parte de la acción se concentraba en un grupo de clubs de Sunset Strip, una escena impulsada por el repentino éxito de los Byrds. «Los Byrds eran el ejemplo perfecto de lo que significaba estar en la onda en los sesenta», explicaba Peter Lewis, el compositor/guitarra de los Moby Grape. Omnipresente en la escena de L.A. estaba el rebelde de los Byrds, David Crosby. «David fumaba mucha hierba, y de la buena», comentaba Henry Diltz. «Recuerdo cuando entraba al Trip, con el sombrero borsalino puesto y una caja entera de papeles de liar de la marca Bambu que no encontrabas en las tiendas, y se dedicaba a repartirlos entre la gente.»

      Por influyentes que fueran, los Byrds todavía despedían «ese ligero tufillo a folk», comentaba el crítico Richard Meltzer. «Venían de aquella escena folk tan impoluta… Nietzsche