Shakey. Jimmy McDonough. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Jimmy McDonough
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Изобразительное искусство, фотография
Год издания: 0
isbn: 9788418282195
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sensaciones de déjà vu, irrealidad y distorsión de la personalidad, miedo, pánico y alucinaciones.

      Muchos epilépticos experimentan un estado de alerta anterior a la crisis conocido como aura, que puede provocar ansiedad por sí mismo, incluso si la crisis esperada acaba por no producirse. «Cuando se dan estos estados, te olvidas de quién eres, pero sientes que algo maravilloso y sagrado está a punto de ocurrir», comentaba el escritor Thom Jones, «y cuando acaban, te entra miedo.»

      Es cierto que se han dado algunos casos conocidos de epilepsia en personas creativas, como los de Van Gogh o Dostoyevski, además de los de músicos como Jimmy Reed, Robert Johnson o Ian Curtis. Algunos allegados de Neil se atreven a sugerir que el aspecto más abstracto de sus composiciones puede estar influido por estos ataques. Sandy Mazzeo, artista con el que Young entablaría una gran amistad algunos años después de dejar los Springfield, recordaba haber hablado de esto con él en una ocasión.

      «Neil me contaba que entraba en otras vidas. Volvía al mismo sitio cada vez que le daba una crisis, y la gente le decía: “Hombre, hacía tiempo que no se te veía por aquí, ¿cómo estás?”. Le llamaban por otro nombre. Neil estaba en otro mundo, en otra realidad, y cuando empezaba a adaptarse a ella, de golpe y porrazo lo sacaban de ahí y volvía a encontrarse en esta realidad. Era todo muy extraño, porque él no quería que aquel otro lugar le resultara tan familiar, porque estaba aquí; pero luego volvía a estar allí. Era algo que escapaba a su control.

      »Creo que por eso escribe cosas tan raras. Es de una gran fuerza creativa; ha pasado por todos esos lugares remotos donde solo podía hablar consigo mismo. La verdad es que en la mayoría de sus canciones Neil habla consigo mismo, con su voz interior.»

       ¿Que si salieron canciones como resultado de las crisis? Es muy probable. Vas a otro lugar y estás allí, hablando con la gente, y formas parte de ese entorno y eres otra persona. Pero luego caes en la cuenta: «Oye, espera un momento, ese no soy…». No sabes quién eres, porque sabes que no eres la persona que pareces, y te empiezas a despertar. Luego te das cuenta de quién eres al mirar a tu alrededor.

       Tuve que aprenderme mi propio nombre; me tocó hacer eso un par de veces. Aprender a saber quién era. Familiarizarme con ello. Y luego oía la primera MENTIRA —o lo primero que decía alguien que no era completamente cierto— y para mí, que acababa de superar una de aquellas crisis, era un puto trauma horroroso. Es lo que le pasa a un bebé. Cualquier cosa que no sea pura, te hace pensar: «Pero qué coj…», porque vuelves a empezar desde cero, a organizar los conceptos. Todo empieza a tener sentido otra vez.

       Recuerdo un ataque que tuve en el rancho, en 1974, cuando un médico me sacó sangre antes de irme de gira con CSNY. Probablemente fuera el último que me diera de ese calibre. Fue alucinante. Suelo desmayarme cuando me sacan sangre; no porque le tenga miedo a las agujas, sino porque me ocurre algo raro cuando la sangre abandona mi cuerpo. Siento como si mi vida me abandonara, y entonces me desmayo y a veces me da un ataque. Solo por sacarme sangre.

       Acababa de sufrir una crisis tónico-clónica y salí a dar un paseo —justo empezaba a percatarme de que estaba en mi rancho—, y el médico estaba conmigo y me decía: «Bueno, no le vamos a contar a nadie lo ocurrido, para que no se preocupen. Los únicos que tenemos que saber lo que ha ocurrido somos tú, yo y Russ Kunkel», que era un batería que también estaba presente.

       Total, que era como volver a nacer y despertarte y ver que todo es precioso —ver las cosas por primera vez—, y que luego venga alguien y te diga: «Bueno, esto no es lo que parece. No se lo vamos a contar a nadie. La gente no sabrá lo que ha ocurrido». O sea, una mentira. ¿Por qué es necesario mentir?

       No creo que al nacer nadie sea capaz de concebir una mentira. Pero imagínate que acabas de nacer y a los diez minutos ya te descubren el concepto de mentira; ya ves, no llevas vivo ni cinco minutos y ya te están enseñando a mentir.

       Pues eso es lo que pasa con los ataques. No sé qué es. Ya no me ocurre nunca, prácticamente, porque he conseguido controlarlo, pero en aquella época me ocurría continuamente, porque iba muy acelerado.

       Creo que en un momento dado aquellas crisis se convirtieron en mi escapatoria. Puede que algunas ni siquiera llegaran a producirse. Pensaba que me iba a dar una, y luego me autosugestionaba, como si me fuera a dar — «Oh, me va a dar una crisis»— y al final no me daba.

       No te olvides de que yo tenía, no sé, veinte años. O sea que tenía cantidad de vías de escape, y los ataques eran una de ellas. Ahora sé que varios de aquellos ataques sí que fueron ciertos, así que, ¿qué quieres que te diga? Al final pude con ellos. Me recetaron Dilantin y lo estuve tomando durante un par de años, y luego lo dejé. Después, conseguí controlar los ataques de la misma manera que controlo todo lo demás, a base de fuerza de voluntad.

       El control, es un control interior. No lo sé explicar. No tiene que ver con la psique o con el control de tus actos, sino que se trata más bien de controlar la velocidad a la que te mueves en tu interior; de ralentizar ese proceso mental, porque si no, sabes que acabarás muy quemado; de tomarse las cosas con más calma y ser capaz de salirse de ciertas situaciones a tiempo.

       Yo era el típico tío que cuando iba fumado —o a veces incluso sin ir fumado— y me quedaba mirando algo demasiado rato, me concentraba tanto en ello, que luego me costaba mucho desviar la atención. Y eso es lo que me pasaba cuando me daban los ataques; me quedaba mirando algo fijamente mucho rato, yo que sé, si estaba leyendo un libro, llegaba a una palabra y me ponía a mirarla fijamente. Y luego empezaba a fijarme en la letra, y de ahí pasaba a centrarme en las fibras del papel y no tardaba en perder el conocimiento.

       He aprendido a controlarlo; ya no dejo que me pasen esas cosas. A lo mejor, por eso muchas veces era capaz de darme cuenta de lo que pasaba y de parar a tiempo; me decía: «Vale, ya está bien, ya has demostrado lo que querías. Ahora ya basta». Y no es un proceso consciente. Creo que algo aprendí de tener que lidiar con esa enfermedad. Me ha servido para otras cosas, así que creo que una vez eres capaz de controlar eso, puedes controlar todo tipo de cosas. Tal vez por eso todavía sigo aquí.

      Se suponía que la cara A del primer single de Buffalo Springfield iba a ser «Go and Say Goodbye», un alegre tema de Stills con un lick extraído de una vieja melodía de bluegrass que Chris Hillman le había enseñado. Por desgracia para Stephen, al final la cara B —«Nowadays Clancy Can’t Even Sing» de Young— fue la elegida.

      «“Clancy” probablemente fuera la peor canción que había oído en mi vida, joder», comentaba Ron Jacobs, el entonces jefe de promoción de la KHJ, la emisora de los 40 Principales de Los Ángeles. «La escuché en el aparcamiento de Gold Star y casi vomito.» Pese a sus deficiencias como productores, Greene y Stone se las apañaron para que todo el mundo acabara escuchando al grupo. «Lo cierto es que Charlie y Brian encendieron la mecha que permitió a los Buffalo Springfield empezar a moverse», proseguía Jacobs. «Se rompieron los cuernos para sacarlos adelante. De no haber sido por Charlie y Brian, ese grupo nunca habría sonado en la KHJ». A finales de agosto de 1966, «Clancy» hizo su debut en la KHJ y llegó al puesto 25 en la lista de éxitos de la emisora.

      A nivel nacional, «Clancy» fue un fracaso, y cada cual tiene su propia teoría al respecto. Hay quien piensa que la letra era demasiado abstracta y que contenía la palabra «damn56». Otros sostienen que la canción era demasiado larga y que tenía unos cambios de tiempo raros, nada fáciles de asimilar. También están los que consideran que Richie Furay, pese a sus buenas intenciones, era incapaz de transmitir los sentimientos tremendamente subjetivos de Neil Young.

      Vicky y Donna recuerdan que sentaron a un Furay muy confuso y se dedicaron a explicarle palabra por palabra la letra de Neil (Young no estaba presente, gracias a Dios). Rassy Young se acordaba de una actuación en directo en la que Furay se hizo un lío con la letra de «Clancy» y dijo «Who’s putting bells in the sponge I once rung57». «Neil se volvió y le miró», recordaba Rassy, riendo. «Richie no se había dado cuenta de lo que había hecho.»