Y luego comprendió… que tras veinticuatro horas no hay necesidad. Uno no puede estar furioso al cabo de veinticuatro horas. No puedes sentirte furioso al cabo de veinticuatro minutos, ni de veinticuatro segundos. O es instantáneo o no lo es. Porque la cólera sólo funciona si hay inconsciencia; si se es mínimamente consciente –si puedes esperar durante veinticuatro segundos–, entonces está acabada. Entonces no puedes encolerizarte. Has pasado por alto el momento, has perdido el tren; el tren ha dejado el andén. Vale incluso con veinticuatro segundos… Inténtalo.
El Buda dice que quien reconoce sus errores… y sólo dice reconocer, no dice «quien condena», porque no hay nada que condenar. Es humano, es natural; somos seres inconscientes. El Buda solía decir que Dios, o el alma universal, o la existencia, duerme en el mineral, totalmente inconsciente; en los vegetales el sueño no es tan profundo, hay unos cuantos fragmentos de sueños que han empezado a moverse; en el animal, la existencia es sueño; en el ser humano se ha vuelto un poco consciente, sólo un poco. Esos momentos son escasos e intermitentes. A veces pasan meses y no eres consciente ni durante un instante, pero en el ser humano existe la posibilidad de unos escasos momentos de conciencia. En un buda la existencia se ha tornado totalmente consciente.
Observa la existencia a tu alrededor. En esos árboles dice el Buda que anidan unos pocos fragmentos de sueños. En las piedras… un sueño profundo, sin ensueños… sushupti. En los animales –en el gato, el perro, el león, el tigre, los pájaros– la existencia es ensoñada, con muchos sueños. En el ser humano emergen, sólo un poco, unos cuantos momentos de conciencia.
Así que no pierdas la oportunidad y sé consciente siempre que puedas. Y los mejores momentos son cuando la inconsciencia está a punto de arrastrarte. Si puedes utilizar esos momentos, si los utilizas como desafíos, la existencia se te hará cada vez más consciente. Y un día tu conciencia se convertirá en una llama continua, en una llama eterna. Entonces la existencia estará del todo despierta, sin sueño, sin ensueños.
Ése es el significado de la palabra “buda”. “Buda” significa quien es totalmente consciente. No pierde su atención en ninguna situación. Su atención se ha convertido en algo tan natural como el respirar. Igual que inspiras y espiras, del mismo modo inspira conciencia y espira conciencia. Su centro se ha tornado permanente. No funciona a partir de las personalidades –del hijo, el padre, el adulto–, no. Reformar no significa simplemente reformar, no es sólo un poco por aquí y otro poco por allá. Reformar no significa que la escayola se ha caído en algún sitio y que hay que volver a ponerla, que el color haya desaparecido o se haya evaporado y haya que volver a pintar. Reformar no quiere decir realizar pequeñas modificaciones. Reformar es una palabra muy revolucionaria. Significa re-formar, volver a formar, renacer, ser totalmente nuevo, dar un salto cuántico, salir de la antigua personalidad, alejarse del viejo núcleo, realizar un nuevo centro.
«Se reforma a sí mismo y practica la benevolencia…»
Sea lo que fuere que consideres tu error básico, no estés continuamente pendiente de él, no te obsesionas con ello. Eso también es un error. Hay muchos que llegan y me dicen: «No podemos controlar la ira. Intentamos hacerlo todo el tiempo, pero no podemos. ¿Qué podemos hacer?».
El Buda dice que no hay que obsesionarse con nada. Reconócelo, sé consciente y haz justo lo contrario. Si te parece que la cólera es tu problema, no te concentres demasiado en ella; sé más compasivo, sé más afectuoso. Porque si te preocupas demasiado de la cólera, ¿adónde irá a parar la energía que liberarás si no te encolerizas? Crea un camino para que la energía se mueva. Es la misma energía. Cuando eres compasivo pones en funcionamiento la misma energía que cuando eres colérico. Ahora es en positivo, y antes era en negativo. Antes era destructiva, y ahora creativa. Pero es la misma energía… la cólera se convierte en compasión. Así que antes de intentar cambiar la cólera deberás “canalizarla”, deberás contar con nuevos canales hacia la compasión.
Por eso el Buda dice que practiques benevolencia, virtud. Descubre tu principal error y crea nuevos senderos en tu ser. Si eres un miserable, llorar y hablar de ello no te va a ser de gran ayuda. Empieza a compartir. Comparte todo lo que puedas compartir. Haz algo que represente un avance, haz algo que vaya contra tu pasado, algo que nunca hayas hecho. Es posible que estés colérico porque no sepas cómo tener compasión. Es posible que seas un miserable porque no sepas cómo compartir.
El énfasis del Buda es positivo: haz algo para que la energía empiece a circular y fluya. Luego, con el tiempo, se irá alejando de la cólera. Sé consciente, pero no te obsesiones.
Deberás realizar una distinción entre ambas cosas porque la mente humana no hace más que equivocarse. Cuando el Buda dice que seas consciente, no está diciendo que te obsesiones, no dice que pienses en la cólera continuamente. Porque, si piensas en la cólera, de ese modo crearás cada vez más situaciones coléricas en ti. Sé consciente, pero no es necesario que lo contemples. Sé consciente, pero no es necesario que te preocupes demasiado. Toma nota y luego trata de hacer algo que cambie esa pauta energética. Eso es lo que quiere decir el Buda cuando habla de practicar benevolencia.
«La fuerza de la retribución se irá agotando de forma gradual de igual manera que una enfermedad va perdiendo de forma gradual su perniciosa influencia cuando el paciente transpira.»
Imagina alguien que se ha pasado bebiendo. ¿Qué puedes hacer? Puedes darle un baño caliente o meterle en un baño. Si transpira, el alcohol se irá con la transpiración.
El Buda dice que los actos virtuosos son como la transpiración. Tus hábitos inconscientes se evaporan con ella. Por eso, no hacer el mal es de hecho hacer el bien. No te intereses negativamente, sé positivo. Si te sientas y empiezas a pensar en todo lo malo que has hecho, pensando demasiado en todo ello, estarás alimentándolo. Prestar atención es alimentar, prestar atención significa seguir hurgando en la herida.
Toma nota, sé consciente, medita, pero no hurgues en la herida. Si lo haces la agravarás. Empezará a sangrar. Así que no te preocupes demasiado acerca de tus cositas, porque sólo son cositas.
Me han hablado de un santo que solía autoflagelarse cada mañana, gritando: «¡Dios mío, perdóname porque he pecado!». Así siguió durante cuarenta años, y se convirtió en una persona muy respetada; se le consideraba un santo, y nadie sabía que hubiera cometido pecado alguno porque era un hombre muy virtuoso. La gente le observó durante cuarenta años, estaba en el centro de la atención, siempre estaba rodeado de gente. Cuando dormía también le rodeaba mucha gente, y nunca nadie le vio hacer nada erróneo; siempre rezaba. Pero cada mañana se autoflagelaba, y la sangre manaba de su cuerpo.
Siempre le hacían la misma pregunta: «¿Qué pecado has cometido? Dínoslo». Pero él no abría la boca. Sólo cuando se estaba muriendo, dijo: «Ahora he de decirlo, porque anoche se me apareció Dios en el sueño y dijo: “Estás creando demasiadas expectativas. ¡Ya vale con cuarenta años! Es mejor que te lo diga, porque si no, no te permitiré entrar en el cielo. No has hecho nada malo”». De joven vio a una mujer hermosa y el deseo se manifestó en él, un deseo de aquella mujer. Ése fue el único pecado que cometiera –sólo un pensamiento–, y se había autoflagelado por ello durante cuarenta años. Incluso el mismísimo Dios tuvo que aparecérsele en un sueño: «Por favor… te lo digo porque vas a morir mañana. No te dejaré entrar en el cielo si continúas así. No has hecho ninguna barbaridad, y le estás dando demasiada importancia. No seas tan exigente».
Todos los errores son normales. ¿Cuál es el pecado tan extraordinario que has cometido? Ya se han cometido todos los pecados; no puedes descubrir ninguno nuevo, es muy difícil dar con uno nuevo. Es casi imposible ser original respecto al pecado. La gente ha cometido todo tipo de pecados durante millones de años. ¿Vas tú a encontrar uno nuevo? Es imposible, ¿qué podrías hacer?
Bertrand Russell solía decir que el Dios cristiano parecía casi absurdo, porque dice que si cometes un pecado serás arrojado al infierno para toda la eternidad. Pero eso es demasiado. Puedes arrojar a una persona al infierno durante cinco, diez, veinte, o cincuenta años.