Dijo: «Vivid momento a momento. No tengáis nada, nunca estaréis seguros… y nunca seréis estúpidos». ¿Te has dado cuenta? En cuanto tienes dinero te aletargas. Cuando no tienes dinero te espabilas. Si de repente lo pierdes todo entonces pones mucha atención. Si debes mantenerte viviendo de mendigar no puedes estar seguro acerca del mañana. Nadie sabe qué sucederá, si conseguirás algo o no, si hallarás a alguien que te dará algo o no; no lo sabes. El mañana no está asegurado… es incierto. En la incertidumbre, en la inseguridad, la mente se hace más aguda. Uno se torna más brillante.
Dijo el Buda:
«Hay diez cosas que todos los seres consideran buenas, y diez cosas malas».
¿Cuáles son?
«Tres de ellas dependen del cuerpo, cuatro de la boca, y tres del pensamiento.
Los tres actos nocivos que dependen del cuerpo son: matar, robar y cometer adulterio. Los cuatro que dependen de la boca son: calumniar, maldecir, mentir y adular. Los tres que dependen del pensamiento son: envidia, cólera y pasión ciega. Todas estas cosas van contra el sacro camino, y por tanto son nocivas.»
Fíjate en la diferencia. El Buda dice que van contra el sacro camino. Si cometes esos diez actos serás desdichado; el dolor, la ansiedad y la angustia serán tu pan de cada día. Es difícil que alguien sea violento y que no se sienta desdichado. Si matas a alguien morarás en la desdicha. Antes de matar te sentirás miserable, cuando matas eres miserable, y tras haber matado morarás en la desdicha. La destructividad no puede reportar felicidad; la destrucción va contra la ley de la creación.
La ley de la creación es ser creativo. Así que el Buda dice que si eres destructivo serás desdichado. Ser envidioso, engreído, competitivo, ambicioso, celoso o posesivo te hace desdichado.
Ahora bien, aquí tenemos una actitud muy distinta. No se trata de que Dios diga: «No hagas esto», no hay diez mandamientos… El Buda también dice que hay diez cosas a evitar, pero no que exista un déspota, alguien que dicte, alguien parecido a Adolf Hitler y a Stalin, sentado en un trono dorado en el cielo, dedicado a dictar: «Haz esto y no hagas aquello». No, no hay nadie. Tú eres quien ha de decidir.
El Buda sólo te proporciona un criterio: todo lo que conlleva desdicha es erróneo. No dice que sea un pecado. Fíjate en el énfasis. Sólo dice que es erróneo, del mismo modo que dos más dos no son cinco. Si dices que dos más dos son cinco nadie te dirá que estás cometiendo un pecado, sino que es un error, que es una equivocación.
En la terminología budista no existe nada parecido al pecado; sólo errores, equivocaciones. No hay condenación. Puedes corregir un error, o una equivocación. Es fácil. Puedes decir que dos más dos son cuatro en el momento que lo entiendas.
«Todas estas cosas van contra el sacro camino, por tanto son nocivas.»
No existe otra razón para que sean nocivas que el hecho de que crean desdicha. De hecho tú la creas al hacerlas. Si no quieres ser desdichado, entonces debes evitarlas.
«Cuando no se practican esos males hay diez actos buenos.»
Esto es muy importante. Volvamos a escuchar la frase:
«Cuando no se practican esos males hay diez actos buenos».
El Buda no habla de los actos buenos. Dice que si no cometes esos diez estarás en armonía con el todo, con la ley, y que todo lo que suceda será bueno.
No es que uno tenga que hacer el bien. El bien es cuando uno no es hacedor; cuando se suelta y se es con el todo, cuando fluyes con la ley, con el río, el bien sucede per se. El bien no es un acto. No hay pecados, sólo errores. Y no hay virtud, no hay punya, ya que los buenos actos suceden cuando uno se ha entregado a sí mismo.
Así que el Buda dice que hay que evitar los actos nocivos, las cosas malas. No dice que haya que practicar las buenas, sino que sólo dice que al evitar las nocivas sintonizarás con el todo, entrarás en armonía con la ley, y que todo lo que suceda será bueno.
El bien es como la salud. Si no estás enfermo, entonces estás sano. Sólo has de evitar la enfermedad, eso es todo, y estarás sano. Si acudes al médico y le preguntas la definición de salud, no sabrá dártela. Dirá: «No lo sé. Sólo puedo diagnosticar la enfermedad. Puedo prescribir un medicamento para la enfermedad. Cuando la enfermedad desaparezca estarás sano y entonces sabrás lo que es la salud».
La actitud del Buda es igual. El Buda solía decir de sí mismo que era un médico, un vaidya, doctor. Solía decir de sí mismo: «Sólo soy un médico, un doctor. Acudís a mí y yo diagnostico vuestro mal, y receto una medicina. Cuando la enfermedad desaparece, lo que queda, esa presencia, es la salud».
«Cuando no se practican esos males hay diez actos buenos.»
Así que no te está proponiendo una disciplina positiva a seguir, sólo una comprensión negativa. Trata de comprender para así no cometer el error y poder estar en armonía con el todo.
La armonía es felicidad, y la armonía es el cielo. Y la armonía sólo tiene lugar cuando se está en sintonía con el todo. Ser con el todo es ser santo.
Basta por hoy.
3. PERMANECED POR TANTO ATENTOS
Dijo el Buda:
«Si una persona que ha cometido muchas ofensas no se arrepiente y limpia su corazón del mal, a esa persona le alcanzará su retribución con tanta seguridad como los ríos fluyen hacia el mar, que se torna más ancho y profundo.
»Si quien ha cometido una ofensa y lo reconoce, se reforma a sí mismo y practica la benevolencia, la fuerza de la retribución se irá agotando de forma gradual de igual manera que una enfermedad va perdiendo de forma gradual su perniciosa influencia cuando el paciente transpira».
Dijo el Buda:
«Cuando al verte practicando benevolencia, una persona malvada se acerca y te insulta de forma maliciosa, deberás soportarlo con paciencia y no sentir cólera. Pues la persona maliciosa se insulta a sí misma al tratar de insultarte a ti».
Dijo el Buda:
«En una ocasión llegó un hombre ante mí y me denunció por seguir el camino y practicar gran benevolencia. Pero permanecí silencioso y no le respondí. La denuncia cesó, y entonces le pregunté: “Si le llevas un regalo a tu vecino y éste no lo acepta, ¿significa eso que el regalo te es devuelto?”. El hombre contestó que sí. Entonces le dije: “Tú ahora me denuncias, pero yo no lo acepto, y por ello debes aceptar ese hecho erróneo sobre tu propia persona. Es como un eco tras un sonido, como una sombra que sigue a un objeto. Nunca escaparás al efecto de tus propios actos nocivos. Por tanto, permanece atento y cesa de hacer el mal”».
El ser humano es una multitud, una enorme multitud de muchas voces –relevante, irrelevante, consistente, inconsistente–, y cada voz tira de su lado; y el conjunto de todas las voces destroza al ser humano. El ser humano corriente es una confusión, de hecho es una especie de locura. Te las arreglas para parecer cuerdo. Pero en tu interior bullen capas y capas de demencia, que pueden entrar en erupción en cualquier momento, puedes perder el control en cualquier instante, porque tu control viene impuesto desde el exterior. No es una disciplina que provenga del centro de tu ser.
Por razones sociales, económicas y políticas te has impuesto un cierto carácter a ti mismo. Pero son muchas las fuerzas vitales en tu interior que están en contra de