El árbol de los elfos. Tamara Gutierrez Pardo. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Tamara Gutierrez Pardo
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788468548043
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lo queréis? —El elfo de trenzas se puso repentinamente a la defensiva, así como sus cuatro compañeros.

      —Pues claro que sí —le ratificó Noram, desafiante.

      —¡¿Cómo?! ¡¿Habéis venido a por el árbol?!

      —¡¿Lo tenéis vosotros?! —se encrespó Noram de nuevo.

      —¡Por supuesto que lo tenemos! —El elfo de trenzas le miró de arriba abajo, como si no se creyese que alguien le preguntara algo así—. ¡Y seguirá en nuestras manos! ¡Si queréis ese árbol, antes tendréis que pasar por encima de nuestro cadáver!

      —¡Que así sea, pues! —aceptó Mherl, acompasando a Noram con su arma, quien también estaba sacando su boomerang.

      Los cinco elfos que teníamos enfrente nos apuntaron con sus afiladas espadas con un movimiento vertiginoso.

      Entre tanto, el líder, quien permanecía tranquilo, no apartaba la mirada de mí. ¿Por qué me miraba así? Noram también se percataba de esto y dirigía constantes cambios de vista en nuestra dirección con una expresión claramente molesta.

      —Paz —terció el líder, metiéndose en el medio con los brazos extendidos, sin apartar sus ojos marrones de los míos. En cuanto hizo esto, sus acompañantes bajaron sus espadas, y también el nivel de su ira.

      —Está bien, mantengamos la calma, por favor —instó Dorcal a los nuestros, alzando también las manos en un intento de apaciguar los ánimos—. Creo que hay un malentendido.

      —Venimos en son de paz —añadí yo para agregarle un poco de cordura y sensatez a todo esto.

      —¿De dónde sois? —me preguntó el líder directamente a mí.

      —¿Quiénes sois vosotros? —quiso saber Dorcal—. Si no venís de parte de Rebast, ¿quiénes sois? ¿Por qué estáis aquí?

      Por primera vez, el líder por fin abandonó mi rostro.

      —¿Que por qué estamos aquí? —Este arrugó sus cejas impolutas—. ¿Por qué no íbamos a estar? Es nuestro hogar.

      Dorcal abrió los ojos como platos.

      —¿Sois… de aquí?

      El líder se irguió con sobriedad y algo de encopetamiento. Sus seguidores hicieron lo mismo.

      —Soy Sorpra, príncipe del Reino de los Elfos, y estos son algunos de los caballeros del reino. Nosotros somos los Guardianes del Árbol de los Elfos.

      Ahora lo entendía todo. Estos elfos seguían viviendo en este paraíso oculto, en esta realidad paralela, en un mundo donde el tiempo se había detenido, donde continuaban con las costumbres más arraigadas de nuestros ancestros. Creíamos que ya no existía vida élfica aquí, sin embargo… No fui la única que me quedé boquiabierta, el resto de mis compañeros se quedó atónito.

      —Nosotros… también somos los protectores del árbol, alteza —medio explicó Dorcal, puesto que el asombro, por el momento, no le permitió avanzar más de ahí. Eso sí, reaccionó lo suficiente como para hacerle una reverencia de respeto.

      Los demás nos miramos con estupor, pero le imitamos.

      —¿Cómo? —inquirió Sorpra, frunciendo las cejas de nuevo, sin entender.

      Dorcal se irguió, y nosotros volvimos a hacer lo mismo que él.

      —No somos de aquí —le aclaró—. Venimos de… un mundo exterior, de otra dimensión.

      —¿De otra dimensión? —dudó Sorpra.

      —¿Qué sandez es esa? —se quejó el elfo de rastas, observando a Dorcal como si estuviera mofándose de ellos.

      Su príncipe levantó la mano en una orden muda para acallarle, permitiendo que lo aclarásemos.

      —Es muy largo de explicar, y no disponemos de tanto tiempo —le avanzó el buscador, ahora más centrado—. Lo único que puedo deciros ahora es que venimos de otro mundo, de otra dimensión, y que la Tierra se está muriendo. Los árboles han dejado de existir y necesitamos el Árbol de los Elfos para repoblar el planeta, es muy urgente. Vuestro paraíso también depende de eso.

      —¿Cómo dices? Eso es imposible —cuestionó el elfo de trenzas—. Nuestro paraíso…

      —Espera, Rïbadah —le paró Sorpra. Luego, volvió a dirigirse a Dorcal, muy interesado por lo que estaba oyendo—. ¿Dices que nuestro paraíso también depende de vosotros? ¿De lo que hagáis con el árbol?

      —Así es —asintió Dorcal, tomando aire—. Si no arreglamos el planeta, no solo la Tierra morirá; este paraíso en el que vivís vosotros también acabará destruido.

      Sorpra sostuvo la mirada con Dorcal durante unos segundos que se eternizaron.

      —En mis tierras últimamente se está dando un fenómeno muy extraño —admitió. Parecía estar buscando respuestas—. Jamás hemos sufrido terremotos, hasta hace unos meses, y nunca hemos visto cosa semejante. La misma tierra se engulle con ferocidad en pozos infinitos de una negrura sin igual, arrastrándolo absolutamente todo. Lo que dejan atrás esas terribles grietas es peor que la guerra.

      —Lo que dejan atrás esas terribles grietas es la conexión con nuestro mundo —le reveló Dorcal.

      —¿Estás diciendo que vuestro mundo está engullendo al mío?

      —Sí, puede decirse así. Vuestro mundo es una realidad paralela, un paraíso oculto que guardaron nuestros ancestros para esconder el árbol y protegerlo. Pero está conectado al nuestro, vuestro mundo no existiría si no existiera el nuestro. Ahora la magia que os sostiene y que os ha guarecido durante tantos milenios está empezando a destruirse, debido a la actual situación catastrófica del planeta. Esa magia no subsiste si la Tierra no lo hace, por eso se está desintegrando. Esa es la razón por la que estéis siendo engullidos por nuestro mundo actual. Si no nos entregáis el árbol y no salvamos nuestro mundo, vosotros desapareceréis para siempre.

      —¡Tonterías! —exclamó el tal Rïbadah de nuevo, aunque en su semblante la duda se deslizaba por cada una de sus facciones con un temor a lo insólito. El temor a lo desconocido.

      Sorpra volvió a alzar la mano para que cerrara la boca otra vez.

      —El Árbol de los Elfos… —murmuró, pensando las palabras—. Un día desapareció, y al otro regresó un trozo. No está completo —avisó, si bien se notaba que estaba haciéndole un examen a Dorcal para ver si le decía la verdad.

      —Lo sabemos —confirmó el buscador—. Rebast es el artífice de eso.

      —¿Rebast? —Sorpra entrecerró sus ojos marrones al volver a oír ese nombre que tan poco nos gustaba mencionar.

      —Rebast ha construido un imperio en otro planeta llamado Elgon, y está decidido a que haya un exilio para poblarlo. Ha invertido muchos millones y riquezas, y no está dispuesto a perder su enorme inversión, además del poder que ganaría allí. Su avaricia es tan grande, está tan poseído por ella, que no le ha importado aliarse con humanos malvados y contribuir a la destrucción de la Tierra para alcanzar su objetivo. Se ha creado una mentira, y se ha vuelto tan loco, que él mismo se la cree.

      —Es un tarado —masculló Noram, ladeando su afectado semblante.

      Le miré con preocupación. Él más que nadie sufría por esta situación. Rebast había sido como un padre para él, asimilar todo lo que había hecho le había llevado tiempo, todavía seguía preguntándose el porqué, cómo su mentor, con el que incluso había vivido durante algún tiempo, podía haber hecho algo así.

      Por el rabillo del ojo descubrí a Sorpra observando mi reacción con Noram. Para cuando quise disimular y volver la faz al resto, ya me había ruborizado. Estupendo. El príncipe continuó analizándome, pero terminó devolviéndole la atención al relato de Dorcal.

      —Él