Aquí una imagen rara de Chinatown en 1870. Llena de emporios, salas de Té y tiendas Chinatown se disponía a convertirse en una pequeña S. Francisco.
Unos días antes el jefe de uno de los varios clanes de la Mafia China, Yo Hing , había organizado, con fines de lucro, el secuestro de una de las pocas mujeres casadas de Chinatown, una tal Yut Ho , que parecía ser muy bella.
Todo esto fue posible porque claramente Yo Hing tenía estrechos y adinerados contactos con las Administraciones locales, en primer lugar, los Sheriffs y los Guardianes de la Orden que no solo hacían la vista gorda sobre los crímenes, sino que también recibían un gran porcentaje.
Claramente el bando rival, con el jefe Sam Yuen, que era un mercante de telas, no digirió el insulto que amenazaba el poder de la zona, y otros cómplices funcionarios Americanos, logró desembarcar en San Francisco una banda de guerreros Tong armados hasta los dientes procedentes de China.
La noche del 23 de octubre, la pandilla de los sicarios guiados por Ah Choy, que era el hermano de la mujer secuestrada, origino un conflicto contra Yuen, que resultó ileso mientras que Choy quedo mortalmente herido y lo dejo morir en uno de los callejones de Chinatown. Una vez comprendido quien fuese el instigador y con el apoyo de la policía local Yo Hing denunció a Yuen como instigador del intento de homicidio y lo mando a la cárcel, donde además fue establecida una caución de 2000 dólares, una cantidad anormal para aquella época y sobre todo para un Chino. La intención era que el rival se pudriera en la cárcel el tiempo necesario para enriquecer Jueces y Abogados, sentenciarlo a muerte y apoderarse de su territorio, pero Yuen se comió la hoja y afirmo que estaría dispuesto a pagar la enorme cantidad. Acompañado a su casa por la Policía se descubrió que el dinero estaba escondido en el tronco de un árbol, pero había mucho, ¡mucho más de lo que se pensaba! Una enorme riqueza producto de los tráficos clandestinos que atrajo no solo a los Tutores de la Orden.
Uno de los agentes presentes en aquella mañana del 24 de octubre de 1874 fue un tal Jesus (!) Bilderrain, un policía de oscura fama conocido por ser avaro, ladrón y profundamente racista. Había además muchas denuncias contra él por varios delitos de robo, sobre todo por los de combate. Era también uno que apostaba de manera compulsiva y, junto a su hermano Ygnacio, había controlado y organizado por muchos años los famosos bloques de las elecciones contra la Comunidad Latina de Los Ángeles en nombre del partido Democrático, impidiendo votar a la minoría étnica.
Un sujeto semejante fue cabeza de excelencia y venerado como un héroe tanto por parte de los Jueces como de la Prensa cuando se abrió la investigación sobre la masacre y sus palabras valieron oro.
Al contrario de lo que se cree en China el opio no se utilizaba con los mismos fines de vicios y patológicos que en Occidente, sino que su uso era para un fin terapéuticos y religioso. Solo más tarde con la caída del imperio Qing y con las guerras Anglo-Chinas de 1830/40 que el opio fue deliberadamente distribuido por Inglaterra misma con generosidad a la población china, con el objetivo de aumentar su monopolio y transformar gran parte de las plantaciones agrícolas necesarias en plantaciones de opio destinadas a la exportación por todo el mundo. China intento frenar la difusión, pero resulto ser inútil. Debido a las migraciones en América la mala costumbre y los tráficos relacionados con ella desembarcaron en América administrados, mediante acuerdo, tanto por la Mafia China como por el mismo Gobierno de los Estados Unidos. En la foto una clasica sala de opio China en 1890.
Bilderraine afirmo que la noche del 24 de octubre se encontraba en Negro Alley con otros hombres porque fue atraído por algunos disparos.
Entro en un callejón fue herido y parece que haber pedido ayuda al agente Thompson, que murió por los disparos recibidos del mismo Yuen. El homicidio a sangre fría parece haber incitado a la gente que en poco tiempo había organizado y asaltado la zona, llegando finalmente a la masacre. Si bien fue atroz, todo el episodio fue pues liquidado como una locura general causada por un clima de descontento contra los Chinos, que por lo visto arruinaban y hundían en el vicio la ciudad obteniendo cifras increíbles. Incluso fue retomado el cuento que los Chinos estaban juntando dichas cantidades de dinero en nombre de un Mandarin que aspiraba en ser gobernador de California: una farsa que databa a la fiebre del oro que termino como verdadera por algunos libros de la época y que desgraciadamente fue usada para publicar las Leyes Raciales según las cuales
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A pesar de que la masacre tuvo lugar a los ojos del mundo, gracias a los informes despiadados escritos en tiempo real por H. M. Mitchell, reportero del Star, el juicio concluyó rápidamente absolviendo básicamente a la ciudad “ . No cabe duda que los poderes políticos influyentes hayan determinado el almacenamiento del juicio, aquellos que sucesivamente recurrieron al recuerdo de la masacre para imponer el tristemente famoso “ Chinese Exclution Acts” de 1882.
La verdad de los hechos, como siempre, es mucho más triste e incluso simple que la masacre que escarbó a fondo dentro del alma mezquina y racista de los falsos moralistas de aquella época, la codicia y el robo.
La Autoridades Americanas, en primer lugar, la Policía siempr e tuvo relaciones privadas con la Mafia China. Se ejercía un control exclusivo no solo sobre el opio y las especias sino sobre todo en el comercio (oficial o clandestino) de mano de obra y de productos Chinos que eran importados en América de bajo coste, influyendo negativamente los precios nacionales, que estaban colapsando. Además, los grandes empresarios, como las ferrovías que recibían grandes subvenciones estatales, utilizaban a menudo los trabajadores Chinos prefiriéndolos a los Americanos y Europeos ya que costaban menos y trabajaban el doble. Durante el periodo de los primeros Sindicatos los Chinos fueron utilizados como “esquiroles” por los mismos empresarios para bloquear las reivindicaciones de la clase obrera. Todo esto reforzó la opinión pública, que comenzó a ver los Chinos como peligrosos e intencionados a la competición desleal. En la foto, la parte de atrás de un clasico negocio de especias en Chinatown, 1880.
El escándalo seguido por la tragedia puso en evidencia cuan pobre y cruel fuese el corazón de los protagonistas, gracias a las varias investigaciones y testimonios de los sobrevivientes, sobre todo el mismo Huang que mostró pruebas documentales de la conclusión entre él mismo, la Mafia, la policía local y “favores” mantenidos entre ellos. Poco después toda la documentación y los actos judiciales fueron almacenados y toda la masacre se escondió debajo de la alfombra. Muchos años después habrían aparecido gracias a la extenuante búsqueda de los Históricos y a las…. Situaciones favorables, que hoy ven a China como la gran Potencia económica del futuro.
Más allá de cualquier consideración posible, el interés de este libro es el de informar y ayudar a conocer los grandes eventos del pasado, relacionados al old America y su primera relación con la comunidad China. Por lo tanto, solo voy a contar lo que realmente sucedió aquella noche del 24 de octubre de 1882 en Chinatown.
Bilderrain fue a Negro Valley para robar el oro de Yuen junto a otros compañeros, un “favor” pedido por el mismo Hing para ajustar las cuentas con el canalla de Yuen. La alianza y la protección de Hing, no fue lo suficiente para salvar a Bilderrain de la ráfaga de disparos de los matones de Yuen que estaban de guardia en el callejón. Hay que decir que Bilderrain no era un sheriff oficial sino uno de esos tantos vigilantes autorizados por la misma Policía, para “mantener el orden” en el barrio: por esto cerraban un ojo sobre los acuerdos privados que había entre los vigilantes y la Mafia China, y ambos ojos cuando se trataba de favorecer tráficos clandestinos o asesinatos privados. Por otro lado, la Policía recibía una buena cantidad de los ingresos y controlaba todos los eventos en programa,