Yellow Peril: Aquella Horrible Cara Amarilla. Patrizia Barrera. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Patrizia Barrera
Издательство: Tektime S.r.l.s.
Серия:
Жанр произведения: Историческая литература
Год издания: 0
isbn: 9788835411000
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un bol de arroz al día, aceptaban hacer este trabajo humilde en China por necesidad. De hecho, los callejones Chinos muchas veces eran estrechos al más puro estilo medieval, y no permitían la entrada a un caballo. Se utilizaban por lo tanto servicios o esclavos que por 10 horas al día transportaban a toda prisa los Amos desde una parte de la ciudad a otra. La mayor parte de ellos morían de infarto antes de los 35 años .

      Se trató básicamente de un verdadero y propio comercio con la cual China fue forzada a soportar por Inglaterra la introducción del opio de las Indias en el propio territorio. Efectivamente, toda la ideología plurimilenaria del Imperialismo Chino se basa en la negación de extender las fronteras al extranjero, al cual le es concedido viajar y comercializar (no siempre) en todo el territorio. La idea de involucrarse con el Occidente, tanto culturalmente como prácticamente, había sido una cosa impensable para China que había puesto vetos inflexibles a la emigración nacional, prefiriendo los sistemas crueles de control demográfico que la pérdida regulada sus súbditos. Las razones no eran solo políticas y hegemónicas sino constitucionalmente religiosas: el Occidente era considerado el receptáculo de la perdición y culturalmente anticuado por el Coloso que desde siempre dominaba Asia.

      Fue entonces únicamente la debilidad interna y la interferencia Europea que la condujo a firmar dicho tratado, que en realidad “liquidaba” el propio patrimonio de carne humana entregándolo en manos enemigas. UN tratado que se profesa bilateral pero que prácticamente obligó a millones de Chinos, por las buenas o por las malas, a emigrar hacia América.

      Del reclutamiento forzoso se ocupó en primer lugar China que elaboró listas y listas de los “elegidos”; más tarde muchos fueron “secuestrados” o “desaparecieron” quizás a comisión. Se trataba claramente de jóvenes en buena salud que eran separados de sus familias que se quedaban en China como “rehenes”, como garantía de la buena conducta del individuo. Una amenaza oculta que llegaba de manera clara a la mente de los inmigrados y que explica su actitud servil y sumisa. De ahí a la constitución en América de una Mafia China, que controlaba los tráficos humanos por una agobiada petición de China, el paso es breve. Utilizando los males sufridos esta Mafia introdujo el opio, los esclavos y la prostitución gestionándolos finalmente a cargo de los Estados Unidos. Es como decir “todo lo que haces, vuelve”. Al final les costó a todos, sin excepción, aunque en dejar la piel fueron los más débiles, empezando por los pobres ex campesinos, obligados a trabajar 15 horas al día en condiciones inhumanas costándoles la vida, y las pequeñas esclavas que a los 7 años comenzaban su pobre existencia de prostituta que morían antes de los 20.

      Más allá de cualquier provisión los Chinos se mostraron extremadamente eficientes, tanto que en 1880 sus actividades se difundían ampliamente e impulsaban la economía Americana: su comercio era próspero y, al igual que hoy, eran capaces de ofrecer precios sin duda competitivos. Los objetos Chinos estaban de moda, y así sus especias, la ropa, los perfumes. Gracias a la Mafia podían vender fruta y verdura, también más allá del océano, a precios muy bajos y sus habilidades se expandían en cada sector, desde la artesanía hasta la fabricación e incluso el servicio privado. Frustraron los planes de los circos ambulantes, inventándose acrobacias espectaculares imposibles de realizar por los musculosos atletas americanos, acostumbrados a utilizar animales con gastos claramente superiores.

      Como trabajadores eran impecables y no hacían complot con aquellas ideas liberales que rondaban alrededor de 1800, aquellas medias pretensiones de reducción del horario de trabajo y de condiciones de vida más dignas. Sobretodo costaban la mitad y por eso sustituían a sus compañeros Europeos, con hijos a cargo, que mostraban los dientes y se quejaban con aquellos que “les robaba el trabajo”.

      La historia de las pequeñas esclavas secuestradas a las familias, generalmente campesinas, para ser enviadas a América como prostitutas inicia en 1865. Fue la Mafia China, con acuerdos directos con el gobierno Chino, en establecer y mantener en América con el fin de evitar “mezclas” entre Chinos y Americanos. Más tarde se extendió a los yankiees, que podían gozar de una niña China en adecuadas partes de atrás de los negocios por unas monedas. A diferencia de los compatriotas hombres, que después de una docena de años de duro trabajo podían volver a su tierra, las esclavas Chinas morían en América sin haber vuelto a ver el sol. Vivian en una completa separación con el exterior, en celdas aisladas, cuidadas por una comadrona que a veces las ayudaba a parir o a librarse de los varios hijos ilegítimos. Salían de sus celdas por muerte después de haberse unido con miles de hombres. La mafia se libraba de ellas haciéndolas caer por la noche en el rio o cimentándolas bajo tierra. Aquí una joven mujer de Hong Kong con vestidos tradicionales en 1860.

      Ahora, mientras estos males afectaban a otros Inmigrantes, generalmente Europeos, nadie decía nada; que se maten entre ellos, el precio bajo era una suerte para los empleadores.

      Pero cuando este fenómeno estalló entre los comerciantes y trabajadores de “pura raza Americana” comenzaron los problemas.

      Desde el 1850 los Chinos se habían juntado en un área de la vieja Portsmouth Square, una de las primeras en establecerse durante la fiebre de oro. Allí habían iniciado actividades de lavandería independientes (un trabajo “sucio” que ninguno en esa época, ni la peor lavandera quería hacer) agregándose rápidamente otras como floristería, venta al por menor de verdura y fruta, comercio de arroz y emporios para satisfacer las necesidades cotidianas de una ciudad en crecimiento. En dos años el área, antes llamada “Pequeña Canton” se había extendido sobremanera y proponía 33 negocios con venta al por menor, 15 herboristerías/farmacias y cinco restaurantes. Toda la zona China estaba en pleno desarrollo y era apreciada por las Autoridades Locales, que a menudo la alababan públicamente presentándola como un modelo de diligencia y laboriosidad. Con el apoyo los Chinos cambiaron el nombre del área originaria en ChinaTown, y para muchos de ellos era como sentirse en casa. Para alegrar las horas calientes de los desesperados en busca de la fortuna la comunidad China erigió también un Teatro que albergaba compañías ambulantes y, poco a poco la pequeña ciudad se convirtió en un centro recreativo con la ambición de ser la nueva San Francisco. En realidad, el nombre fue acuñado por la prensa, para ejemplificar un concepto demasiado simple, pero después América vio o quiso ver en este gesto un acto de arrogancia que rechazará duramente la comunidad China.

      En pocos años Chinatown creció, convirtiéndose en símbolo de una ciudad en la ciudad y de un pueblo que crecía dentro de otro pueblo. De las doce casas de madera ahumada de los primeros años quedó solo un recuerdo: en 1880 toda el área se convirtió en un barrio elegante que albergaba 22.000 personas (básicamente solo hombres), con salas de juego y casas de opio donde los ricos Americanos y los enamorados afligidos podían olvidarse de sus penas. Un modo colorido donde las raíces chinas estaban de moda, induciendo a las familias burgueses Americanas y Europeas de concederse el lujo de las porcelanas y de los espejos Chinos, sus especias e incluso sus adornos “amateurs”. En fin, un crecimiento evidente que minó en el mismo Gobierno de los Estados Unidos el terror de un futuro capitalismo Chino de hacer sacudir el capitalismo Americano cuestionando también la moralidad de las costumbres. El “ peligro amarillo” invadió América, que vivía una difícil situación histórica inmediatamente después de las Guerras de Secesión; la desestabilización económica del Sur, las corrientes políticas que se alternaban, el hambre de cambiar y la obsesión del dominio total sobre Europa produjeron un efecto dominó sin duda devastador. Gran parte de la población Americana se vio afectada negativamente por las consecuencias de la “restauración” del Sistema, que había condenado millones de familias a pasar hambre. Los comerciantes cerraban los negocios y los inmigrantes morían por el frio de las calles o eran masacrados por la multitud porque eran pillados robando en los negocios. Las cárceles estaban repletas y la batalla por la sobrevivencia adoptó la forma de las antiguas guerras de carácter Europeo. Lo que prosperaba era la Mafia: en primer lugar, la Irlandesa que aun así funcionaba “como complemento” de la Mafia del Estado imponiendo a sus “protegidos” la obligación de voto forzoso en las elecciones y que apoyaba las actividades clandestinas Americanas relacionadas con el alcohol y la droga.

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