En el capítulo 6, Luis Echarte y Juan Francisco Franck examinan aportes recientes de la filosofía de la neurociencia en los que se expresa el deseo de evitar simultáneamente el reduccionismo neural y todo dualismo sustancial, aunque estos aportes tampoco brindan una posición ontológica clara. Analizan además otras contribuciones que recogen la preocupación dualista, las cuales ofrecen una interpretación de corte eliminativista, reduciendo la subjetividad a una ilusión, a una conveniencia práctica o a una estrategia evolutiva. El interrogante que guía el capítulo es si estos intentos son suficientes para dar cuenta de las razones del dualismo o si el recurso a alguna ontología no sería ineludible para comprender lo mental.
INTERROGANTES ONTOLÓGICOS
El dilema del determinismo como una cuestión metafísica tuvo su origen en la antigüedad clásica asociada a la noción de destino inexorable o fatalidad. Sin embargo, la cosmovisión determinista con fundamentos teóricos en la ciencia es una comprensión moderna, concebida a partir de los éxitos predictivos de la física de Newton y de la mecánica racional. El mecanicismo de los siglos XVIII y XIX comprendió el mundo como un gran sistema de relojería, cuyos estados evolucionan a partir de un estado inicial de un modo inexorable. Un representante característico del determinismo mecanicista fue Laplace, quien formuló hipotéticamente la existencia de una superinteligencia capaz de calcular con la misma precisión lo acaecido y el futuro a partir de una información exhaustiva del universo en un instante cualquiera de su transcurso (Laplace 1951).
El determinismo mecanicista prevaleció en la física sin cuestionamientos hasta fines del siglo XIX, cuando los trabajos de Poincaré manifestaron limitaciones intrínsecas en la predicción de la evolución temporal de algunos sistemas mecánicos (Poincaré 1982). Así, durante el siglo XX, la cosmovisión de la ciencia se alejó considerablemente de la imagen determinista del mundo-reloj, asumiendo nuevas modalidades. Por un lado, el desarrollo de la física del caos resultó un obstáculo insalvable para quienes pretendían una predicción unívoca de todo estado futuro en todos los sistemas reales. Por otro, la consolidación de la mecánica cuántica exigió una revisión del determinismo clásico al introducir la aleatoriedad en el estrato fundamental de la realidad.
El desarrollo de las ciencias de la complejidad durante el siglo XX puso fuertemente a prueba el determinismo mecanicista. La coexistencia —en los sistemas caóticos— de leyes deterministas no lineales, junto con establecimientos inciertos de las condiciones iniciales del sistema físico, ha hecho imposible la predicción unívoca de la evolución temporal de cada una de las muchas partículas de los sistemas reales. Debido a que en estos sistemas el movimiento de las partículas está regido por ecuaciones muy sensibles a las condiciones iniciales, las trayectorias que siguen dos puntos inicialmente muy cercanos divergen exponencialmente (y no de forma lineal) con el transcurso del tiempo, de manera que pequeñas incertidumbres iniciales son amplificadas exponencialmente en los sistemas caóticos. Si bien sigue siendo posible sostener un determinismo en la dinámica de los sistemas caóticos, esta exige una interpretación peculiar. Como en los sistemas complejos, se pueden predecir estadísticamente de un modo holístico los estados futuros, los procesos que parecen aleatorios macroscópicamente pueden interpretarse como respuestas de leyes deterministas microscópicas subyacentes, responsables estas últimas de restaurar la dependencia temporal unívoca entre los estados del sistema. Si se considera que la estadística tiene la exclusiva función de permitir el tratamiento de sistemas muy complejos con un número enorme de grados de libertad, la probabilidad podría concebirse como la expresión de nuestra ignorancia acerca de los procesos perfectamente deterministas que siguen un sinnúmero de elementos inobservables. Pero ¿admiten entonces los fenómenos caóticos la coexistencia de un determinismo y de un indeterminismo en diferentes niveles o estratos de la realidad? Si así fuera, ¿cómo debería explicarse esta coexistencia?
En el capítulo 7, Olimpia Lombardi y Rafael Martínez exploran las nuevas perspectivas abiertas por el estudio de los sistemas altamente inestables. Señalan que la teoría del caos y la teoría ergódica parecen conducir a conclusiones contradictorias acerca del carácter determinista o indeterminista de la realidad. Los autores muestran que, para resolver este aparente conflicto, caben dos alternativas. La primera consiste en asumir una objetividad estratificada que permita hablar de determinismo e indeterminismo igualmente objetivos, pero relativos al nivel ontológico que se considere en cada caso. La segunda interpreta tal dualidad como fundamentalmente epistemológica, pues reconoce el pluralismo a nivel de descripción teórica, pero distingue entre la dinámica determinista del sistema y su no-determinación ontológica o contingencia.
Una disyuntiva similar se encuentra al abordar el estudio de los fenómenos cuánticos. A pesar de sus enormes éxitos predictivos, la mecánica cuántica continúa presentando grandes desafíos a la hora de su interpretación, cuestión singularmente relevante para el tema que nos ocupa, pues la respuesta sobre el carácter determinista o indeterminista de la mecánica cuántica depende fuertemente de la interpretación de la teoría adoptada. Si bien la mayoría de las interpretaciones favorecen un marco indeterminista, tampoco han faltado nuevos formalismos cuánticos, como el de Bohm, que restituyen el determinismo (Bohm 1952a, b). Ahora bien, las más recientes interpretaciones de la mecánica cuántica, ¿favorecen un indeterminismo epistemológico u ontológico? Más específicamente, ¿introducen estas interpretaciones un indeterminismo ontológico en la microfísica o las probabilidades de la mecánica cuántica son un mero signo de nuestra ignorancia? En el capítulo 8, Sebastian Fortin y Leonardo Vanni eligen dos interpretaciones diversas de la mecánica cuántica —la mecánica bohmiana y las interpretaciones modales— para mostrar que la mecánica cuántica no brinda una respuesta conclusiva respecto al indeterminismo de la naturaleza.
Si en el ámbito más restringido de la física no existe una formulación única para el determinismo, la situación es aún más difícil en el estudio de los seres vivos. En las explicaciones biológicas, el indeterminismo fue introducido dentro del contexto de los fenómenos complejos y de los procesos de autoorganización. Pero cabe preguntarse si la complejidad biológica exige necesariamente una visión indeterminista. La contingencia del mundo biológico, cuyos fenómenos poseen tanto un componente estocástico como uno causal, involucra una diversidad de niveles de complejidad. Así, en la actualidad, una de las cuestiones con mayor relevancia para la filosofía de la biología es comprender la determinación e indeterminación que caracterizan la organización de los seres vivos dentro del contexto de la complejidad.
En la biología contemporánea en general, y en la genética en particular, el concepto de información desempeña un importante papel (Godfrey-Smith y Kim 2008). Los científicos han descubierto que la información almacenada en el genoma está regulada en gran medida por factores epigenéticos (Latchman 2010). Ante esto cabría preguntarse si los factores epigenéticos abren nuevamente un espacio a la indeterminación, dentro del contexto del determinismo genético. Las aproximaciones epigenéticas no ignoran los componentes genéticos de la innovación —como las variaciones genéticas o el gen regulador de la evolución—, pero las asumen como consideraciones siempre presentes en el contexto de trabajo, a la vez que se concentran en intentar explicar los mecanismos que subyacen en la generación de novedades (Müller 2010). Actualmente, el paradigma epigenético es mayoritariamente aceptado, aunque persisten discusiones acerca de su alcance. A pesar de esto, aún no se tiene un modelo explicativo que pueda dar cuenta de la dinámica del sistema como un todo de un modo preciso.
El capítulo 9, escrito por María Cerezo y Ángela Suburo, subraya que la complejidad de la genética fuerza a relativizar la oposición determinismo-indeterminismo en el desarrollo de los organismos biológicos. Los diferentes mecanismos de expresión de los genes indican que estos últimos ciertamente son un factor primordial en la determinación de las características del fenotipo, pero de ninguna manera el único. Este punto, que cuenta con abundante evidencia empírica, conduce a la pregunta por cuál